dimecres, 2 de novembre del 2016

JESÚS REIGOSA: EL ZEN DE LA BELLEZA

José Ángel Valente: “Lo primero que tiene que hacer todo artista es tener el estado de disponibilidad que presupone un espacio vacío. El artista se hace vaciándose a sí mismo. Crear es generar un estado de disponibilidad, en el que la primera cosa creada es el vacío, un espacio vacío. Pues lo único que el artista acaso crea es el espacio de la creación. Y en el espacio de la creación no hay nada (para que algo pueda ser en él creado). La creación de la nada es el principio absoluto de toda creación (…) El estado de creación es igual al wu-wei en la práctica del Tao: estado de no acción, de no interferencia, de atención suprema a los movimientos del universo y a la respiración de la materia. Sólo en este estado de retracción sobreviene la forma, no como algo impuesto a la materia sino como epifanía natural de ésta. Y la materia para el artista no se sitúa nunca en lo exterior. Ocupa el espacio vacío de lo interior, el espacio generado por retracción, por no interferencia, 





Conocí a “Txus” (Jesús Reigosa) hace ya muchos años; era por aquel entonces, un joven cargado de inquietudes, de gran destreza manual, una acentuada sensibilidad y sólidos valores espirituales que señalaban aquello en lo que acabaría por convertirse.
Veinte años y muchas más vivencias después, las sincronías han ocasionado que nuestros caminos se vuelvan a cruzar. Lo encuentro hoy convertido en padre de familia, monje urbano del budismo zen, propietario de un pequeño negocio (El zen de las cosas) y sobre todo, en un artista extraordinario, hábil en la talla de la madera, oficio del que reconozco su enorme dificultad, tras unos pequeños y balbuceantes pasos que traté sin demasiado éxito, de dar hace algunos años.
Cuando uno se enfrenta al análisis de una obra de artistas contemporáneos, el observador topa con numerosas dificultades a la hora de hacer una interpretación. Algunas de las teorías –compartidas por muchos de los artistas- se niegan deliberadamente a ofrecernos pistas para llevarla a cabo, alegando que el arte no debe ser racionalizado, sino sencillamente sentido, interiorizado y a menudo, nos encontramos con suerte, con un título que poco o nada nos dice sobre la obra que tenemos delante, o en muchos otros casos, con lo que es peor, “Opus 73” o “Composición 26”.
Pero en éste caso, como veremos más adelante, tenemos la suerte de disponer de las reflexiones del propio autor que nos introduce la obra con un pequeño comentario personal.
Vayamos por partes.

Una reflexión personal ante el conjunto de la obra.


La talla de madera es una de las más antiguas actividades artístico-artesanales dela humanidad. Todo objeto doméstico, sea cual sea su uso, puede en manos de un artísta competente, convertirse en algo que vaya más allá, aportándole una cualidad difícil de definir, pero que podríamos convenir en llamarla belleza. Por ejemplo una copa o taza:






Como podéis ver, dejando de lado la ornamentación en plata -añadida-, lo que le da un valor extraordinário (47.500 €, en pública subasta) no es el material -la madera-, son dos cosas inmateriales: la antiguedad (S.XVIII) y la calidad del trabajo del artesano que la elaboró.
Al igual que los objetos más o menos de uso cotidiano, el ser humano también a decorado sus habitáculos, viviendas, recurriendo al trabajo de artesanos, para embellecer  las paredes, techos






o ventanas:





Todo puede ser sublimado, por la mano del ser humano.
Para conseguir convertir un simple pedazo de madera, en un objeto bello; el artista-artesano, a base de raspar, pulir, volver a quitar, remarcar esto y aquello, se irá aproximando lentamente a la idea, en un proceso de materialización de lo que no tenía existencia en el mundo de las cosas que podemos ver y tocar, es lo que denominamos proceso creativo.
El artista concibe en su mente una idea, por ejemplo, un bosque. Además de un conjunto de árboles, allí hay unos sonidos, fragancias, en fin, todo aquello que podamos asociar al pensamiento bosque. Después haciendo uso de su experiencia, de sus conocimientos, de su particular habilidad, tratará de llevar aquella idea a la existencia, sabiendo que no lo logrará del todo, que una parte de aquello que había imaginado se perderá por el camino.
Fijémonos en ésta obra de Jesús, que precisamente se llama bosque:





Recordemos que se trata de un pedazo de madera de "Tilo"?, "pino"? u otro árbol de madera clara. 




Despues de cortar la madera, en éste caso redonda en la medida deseada, se procede a dibujar sobre la superfície plana el motivo que se desea tallar, en éste caso los troncos y ramas. Seguidamente se ha de empezar a vaciar, hasta llegar a lo que se considerará el fondo. Veamos la figura más aumentada para apreciar la calidad del trabajo. Permítaseme aquí, recordar de nuevo que una fotografía y más en un medio como internet nunca puede recoger la sutileza y la realidad de la observación de la obra en directo.





Esta parte del vaciado es decisiva en una actividad como la talla en relieve, un error, dará al traste con todo el trabajo sin posibilidad de enmienda. Cientos, miles, quizás decenas de milllares de pasadas con la gúbia, quitando milímetro a milímetro esa parte "que sobra". 
A continuación, otra tarea que exige un gran esfuerzo,  horas y horas de papel de lija, de cepillo, de pulir la madera hasta conseguir la textura precisa. 
Y para finalizar, la parte más exigente, en la que el artesano-artista debe sumirse en la máxima concentración, ese "tratar de llegar al silencio" que decía Antoni Tàpies, condición imprescindible para que el artista creador pueda dar forma a lo sin forma, a lo que era concebido, imaginado, pensado.




Podemos ver el esfuerzo realizado por Jesús en conseguirlo y la profundidad de su logro, en la calidad, en la BELLEZA final de su obra que nos transmite, no sólo la sensación de un bosque en invierno, o los desnudos árboles sometidos al frío propio de la estación, sino que en la sencillez y elegancia de la composición y el diseño, nos es posible contemplar el no-bosque, el vacío circundante, de donde surge inexorable el bosque.
Si, estamos ante la obra de un honesto artesano-artista, esforzado en conseguir llegar a SER, un ser humano ZEN.
Pero con todo el cariño se lo advierto, "nunca lo conseguirás plenamente", o mejor aún, si lo consigues ya no te hará falta tallar nada. Tu serás la talla.

El artista zen.


La disciplina Zen es de actividad y de orden; su doctrina es la invalidez de la doctrina, su fin una iluminación por la experiencia inmediata. El arte Zen, buscando la realización del ser divino en el hombre, procede abriendo sus ojos a una esencia espiritual semejante en el mundo de la Naturaleza exterior a sí mismo; la escritura del Zen «está escrita con los caracteres del cielo, del hombre, de bestias, de demonios, de cientos de hojas de hierba y de miles de árboles­», «cada flor exhibe la imagen del Buddha».



Y sin embargo la inmediatez o la espontaneidad se ha alcanzado más perfectamente en el arte Zen que en cualquier otro. Aquí no hay ninguna iconografía formal, sino una intuición que ha de expresarse en una pintura a tinta donde no puede borrarse ni modificarse la menor pincelada –con mayor sentido en una obra tallada-; la obra es tan irrevocable como la vida misma. No hay ningún tipo de arte que esté más cerca a «aprehender el gozo mientras vuela», la vida alada que ya no es vida cuando tomamos el pensamiento de recordarla y describirla; ningún tipo de arte es más estudiado en el método, y menos elaborado en el efecto. Cada obra del arte Zen es única, y en proporción a su perfección inescrutable.







Al observar atentamente las obras de Jesús, se descubre la intención de lo que pretende: una estética de la suspensión del juicio que —en términos de la imagen de William Blake— “limpia las ventanas de la percepción, haciendo que cada cosa aparezca como verdaderamente es: infinita”; y  un tipo de arte cuyas formas y medios facilitan la espontánea ocurrencia de dicha suspensión, y cuya función podría definirse en términos de lo que ha dicho Antoni Tàpies con respecto a la función social de su propia pintura: permitir que el espectador de la obra tenga acceso a un nivel superior de la experiencia mediante una vivencia fulgurante, a la manera de una iniciación súbita a la vivencia del budismo zen.



Así, pues, el arte de Jesús, como integrante de lo que se acostumbra a denominar arte visionario nos acerca a la Verdad entendida como ausencia del error, e incluso podría darnos acceso directo a ella. Puesto que nuestro verdadero rostro es —como en el koán del zen— el que teníamos antes de nacer, cuando el espejo del arte refleja la no-individualidad. De lo que se trata en este caso es del reconocimiento de la disolución momentánea de la dualidad sujeto-objeto, así como de la autoconciencia de la cual dicha dualidad es condición de posibilidad.
La última y más importante característica del arte zen es el hecho de que se emprende como un tao o Vía hacia el Despertar o Iluminación. Ya hemos visto en alguna otra entrada del blog, que el arte primordial en general trasciende la dualidad connotación-denotación, mensaje-medio; bien, el arte zen tiene la peculiaridad de trascender además la dualidad entre creador y creación. Antes de emprender el proceso de plasmar la obra, el artista debía “vaciar su espíritu”, de modo que su arte no sea condicionado por pensamientos valorizados-absolutizados delusoriamente; a partir de dicho estado de vacuidad, de lo Informe debían surgir las formas de la obra arte, lo cual sólo podía suceder por medio de una “acción a través de la no-acción” (wei wu wei) que, en cuanto tal, sería perfectamente espontánea en el sentido de no ser el resultado de una intención consciente —la cual es siempre manifestación del error del ego. 
No cabe duda alguna de que Jesús está plenamente implicado en la consecución de ésta superación de la dualidad y desde nuestra modesta opinión, apreciamos que en muchos aspectos de sus obras se vivencia esa superación.


Como es bien sabido hoy en día, las herramientas y los materiales empleados en la pintura china se escogían de tal manera que no permitiesen que se hicieran modificaciones posteriores a lo que en un primer momento se había plasmado en la obra –con mayor motivo en una obra tallada en madera-; en consecuencia, cualquier experto en pintura zen que tuviese la realización espiritual necesaria, reconocería claramente en una pintura la imperfección resultante. A la luz de lo anterior, es fácil comprender la historia del rebelde —y más adelante famoso— pintor que durante muchos años intentó alcanzar una originalidad total pintando de maneras que contradecían la tradición, y quien, cuando finalmente supo que había logrado la verdadera originalidad, se dio cuenta de que “estaba pintando el tao de los Antiguos”: dicho tao radicaba precisamente en la originalidad absoluta que consiste en pintar de acuerdo con las pautas tradicionales —y, por ende, en hacerlo por medio de la acción que tiene lugar a través de la no-acción y de la espontaneidad total.
El despertar o la Iluminación en cuestión se encuentra en la raíz del mejor arte producido por los artistas taoístas y por sus des-cendientes espirituales, los artistas o zen —así como del mejor arte producido por artistas de otras tradiciones que parecen derivarse de la misma raíz que éstas y que también tienen como objeto liberar al individuo de la fractura interna que introduce la separación entre un aspecto que controla, gobierna o dirige y otro que es controlado, gobernado o dirigido—.


A través del artista que no se encuentra escindido interiormente —el que se ha librado de la fractura que separaba un aspecto que controlaba de otro que era controlado— se produce un flujo no obstruido de la espontaneidad del tao o lógos que se plasma en incomparables obras de arte.
Chuang-tse cuenta que:
«Ch’ui el artesano podía dibujar círculos a mano mejor que con compás. Sus dedos parecían acomodarse tan fácilmente a la cosa en que estaba trabajando que no necesitaba fijar su atención. Sus facultades mentales así permanecían una (es decir, integradas) y no sufrían impedimento.»
Quienquiera que se haya establecido inconmoviblemente en el estado Despierto que a menudo se designa como Iluminación, de modo que el tao fluya ininterrumpidamente a través de ella o él, no será afectado por la mirada del Otro y podrá realizar la obra maestra ante la mirada del más crítico y temible de los observadores.  
D. T. Suzuki, el profesor japonés que popularizó el budismo zen en el Occidente, explicaba que: «No se puede esperar que todos seamos científicos, pero hemos sido constituidos de tal modo por la naturaleza que todos podemos ser artistas. No (necesariamente) artistas de alguna clase especial, tales como pintores, escultores, músicos, poetas, etc., sino artistas de la vida. Esta profesión, “artista de la vida”, puede sonar como algo nuevo y bastante raro, pero de hecho todos nacemos artistas de la vida. Es sólo que, sin saber que lo somos, en nuestra mayoría no logramos serlo y el resultado es que hacemos un desastre de nuestras vidas, preguntando “¿cuál es el sentido de la vida?”, “¿no enfrentamos una nada sin atributos?”, “¿después de vivir setenta y ocho o incluso noventa años, adónde vamos? Nadie lo sabe”, etc., etc. 



Se me dice que la mayoría de los hombres y mujeres modernos son neuróticos por esta causa. Pero el hombre Zen puede decirles que todos ellos han olvidado que son artistas innatos, artistas creativos de la vida, y que tan pronto como se den cuenta de ello se curarán de sus neurosis o psicosis o como quiera que llamen a su problema. «¿Qué quiere decir entonces ser un artista de la vida? «Los artistas de cualquier clase... tienen que utilizar uno u otro instrumento para expresarse, para demostrar su creatividad de una manera u otra. El escultor tiene que tener piedra, madera o arcilla y cinceles u otros útiles para imprimir sus ideas en el material. Pero un artista de la vida no necesita salir de sí mismo. Todo el material, todos los implementos, toda la habilidad técnica que normalmente se requieren para ser un artista de la vida están con él desde el momento de su nacimiento y, quizás, incluso antes de que sus padres le dieran vida. Esto no es usual, es extraordinario, podrían ustedes exclamar. Pero cuando piensen un rato acerca de ello, estoy seguro de que entenderán lo que quiero decir”.
Todavía en nuestros días, cuando sinceramente admiramos el arte de alguien, es porque dicho arte surge de una condición que en algún sentido evoca el estado que los budistas designan como “Despertar” o “Iluminación”. Y cuando el arte surge a partir de esta última condición, el mismo podría incluso, eventualmente, permitirnos obtener algun vislumbre de ella.

Pero volvamos a nuestro artista, pretendiente a llegar a ser un hombre zen.

El mismo Jesús nos explica:


EL ZEN DE LAS COSAS, julio 2, 2012






Para hallar el zen de las cosas se debe prestar atención, al acercarnos con calma a un objeto puede producirse cierta resonancia, una identificación que se traduce en belleza. Si encontramos algo bello es porque identificamos algo similar en nuestro interior.
Hacía tiempo que me preguntaba cómo vivir en una sociedad que experimenta tal cantidad de cambios y, a la vez, realizar mi función.
Cuando me ordené monje zen sabía que tendría que seguir mi vía por un camino no andado antes y que era mi responsabilidad ganarme la vida y, a la vez, ayudar a las personas (y a mí mismo).
Un día entendí que sólo podría realizar mi cometido siguiendo mis inclinaciones naturales. La búsqueda de la belleza, del misterio que anima las cosas, es algo instintivo en mí desde niño. Sólo hacía falta darle forma a esa búsqueda, una estructura que permitiese compartir con los demás quizá una sombra, quizá un gesto, quizá un momento brillante que llene el espíritu de gozo y que nos permita sobrellevar la existencia a menudo árida. De esa intención nace este espacio en la red.
La sensación que experimento ahora la podría describir usando un haiku de mi querido Santoka:

¿Qué pretendo encontrar
internándome en el viento?

Un poco más adelante añade:

WABI-SABI, julio 15, 2012





Leonard Koren escribió en 1994 uno de los libros que ha sido fuente de inspiración para esta página. A él le debemos el nombre de la web y la definición de la belleza gastada, mudable e imperfecta que en Japón se conoce como wabi-sabi.
Hemos contactado con Leonard para que nos aportara parte de su visión y nos honrara con algunas líneas sobre el wabi-sabi y sobre cómo introducirlo en nuestras vidas, pero él afirma que sus mejores ideas acerca del tema se hallan ya en el libro y nos emplaza a releerlo y a profundizar en él para sacar nuestras propias conclusiones.
El texto en concreto, un auténtico tratado sobre la estética japonesa, se llama Wabi-Sabi para Artistas, Diseñadores, Poetas y Filósofos y es una joya deliciosa que podéis encontrar con facilidad.
Esperamos que, si lo elegís, lo disfrutéis.





“Apreciado Sr.Koren,
Poseo un ejemplar de su libro Wabi-Sabi en castellano desde hace varios años. Lo compré casi por casualidad y, la verdad, por aquel entonces no entendí gran cosa. Ese libro vivía apaciblemente en mi biblioteca.
Con el tiempo profundicé en mi práctica de Budismo Zen y en mis estudios del arte y la estética de Oriente. Simultáneamente frecuentaba cada vez más a menudo su libro, descubriendo con cada lectura un texto de una claridad asombrosa para mí.
Actualmente mi ejemplar tiene un aspecto usado y cansado, un poco roto. A primera vista, antes de abrirlo, ya habla de su contenido. No sólo trata sobre el wabi-sabi, es wabi-sabi.
Hace un tiempo emprendí un proyecto que ahora ve la luz. Es una página web donde se trata el arte oriental y la sabiduría que encierra. También hay una pequeña tienda donde vendemos piezas relacionadas con la cultura del té y artesanía de calidad.
Buscando un nombre para este sitio web, otra vez me encontré ante su libro y, más en concreto, con una frase en su interior que decía: “…el wabi-sabi se podría denominar, incluso, el zen de las cosas”
Es así como he llegado a escribir esta carta, ante todo para agradecerle su trabajo y lo mucho que me ha ayudado. También me atrevería a pedirle, en la medida de lo posible y si no es mucha molestia para usted, unas palabras para los seguidores de Zen of Things sobre la manera adecuada de ver lo que no es evidente y de cómo aportar un poco de wabi-sabi a sus vidas.
Sería un gran honor para  mí.
Atentamente,
Jesús”

“Querido Jesús,
Gracias por tu carta. Agradezco tus amables palabras.
Mis mejores pensamientos acerca de las cosas wabi-sabi, y del zen de las cosas, ya están contenidos en mi libro. Me haría muy feliz que tu página web incluyera la manera de conseguirlo, tanto en español como en inglés.
Saludos afectuosos,
Leonard”

Para facilitar a los lectores de éste blog y a los interesados en la obra de “Txus” y para aquellos otros interesados en conocer ésta forma de expresión artística tradicional, os hacemos un pequeño resumen de los aspectos más destacados de ésta estética zen.

El Wabi-sabi según Leonard Koren




Wabi-sabi es "la" quintaesencia de la estética japonesa. Es la belleza de las cosas imperfectas, mudables e incompletas. Es la belleza de las cosas modestas y humildes. Es la belleza de las cosas no convencionales...      
De golpe vi  claro que el wabi-sabi, antaño estética preeminente de la alta cultura japonesa y reconocida pieza fundamental del té, se estaba convirtiendo -¿se había convertido?- en una especie en peligro de extinción.
Es cierto: la belleza del wabi-sabi no es del agrado de todo el mundo. Pero creo que ha de ser interés de todos proteger el wabi-sabi para que no desaparezca completamente. La  diversidad de la ecología cultural es algo deseable…
Belleza idealista. Como muchos de mis contemporáneos, supe del wabi-sabi por primera vez a finales de los 60, durante mi juvenil búsqueda espiritual. Por aquel entonces, la cultura tradicional japonesa proporcionaba “respuestas" profundas a las preguntas más difíciles de la vida. Me pareció que el wabi-sabi era un paradigma estético basado en la naturaleza que devolvía, en cierto modo, lá sensatez y la proporción al arte de vivir. El wabi-sabi solucionaba mi dilema artístico acerca de cómo crear cosas bellas sin quedar atrapado en el materialismo desalentador que generalmente envuelve este tipo de actos creativos. El wabi-sabi -profundo, multidimensional, esquivo- parecía el antídoto perfecto a esa clase de belleza tan pulida, sacarinada y colectiva que a mi modo de ver estaba insensibilizando la sociedad norteamericana… Y QUIZÁS MUNDIAL.
Casi desde sus comienzos como un tipo de estética concreta, el wabi-sabi se ha asociado superficialmente con el Budismo Zen. En muchos aspectos, el wabi-sabi se podría denominar incluso el “Zen de las cosas”, puesto que ilustra muchos de los principios espiritual-filosóficos esenciales del Zen.



Uno de los principales temas del Zen es un agudo anti-racionalismo. En la doctrina Zen el conocimiento esencial sólo se puede transmitir de pensamiento a pensamiento, no a través de ninguna palabra escrita o hablada. “Los que saben no dicen; los que dicen no saben,” A nivel pragmático este precepto está destinado a reducir las interpretaciones erróneas de conceptos que se prestan a malentendidos. Como consecuencia, se podría decir que se ha evitado cuidadosamente dar una definición clara y descriptiva del wabi-sabi.
Algunos críticos japoneses opinan que el wabi-sabi necesita mantener sus cualidades misteriosas y elusivas -difíciles de definir- porque ¡a inefabilidad es parte de su singularidad. Creen que el wabi-sabi es un punto de referencia teleológico -un fin en sí mismo- que nunca puede llegar a captarse del todo. Desde esta posición ventajosa, un conocimiento parcial o indefinible es simplemente otro aspecto de la cualidad de “incompleto” inherente al wabi-sabi. Puesto que la claridad o transparencia ideológica no es un aspecto esencial del wabi-sabi, explicar completamente este concepto podría, de hecho, empequeñecerlo.

Una Definición Provisional

El wabi-sabi es el rasgo más notable y característico de lo que consideramos la belleza tradicional japonesa, A grandes rasgos, ocupa la misma posición en el panteón japonés de los valores estéticos que los ideales griegos de belleza en occidente. En su expresión más completa el wabi-sabi puede llegar a ser un modo de vida. Y, como mínimo, es un particular tipo de belleza.



En un principio, las palabras japonesas “wabi” y “sabi” tenían significados bastante diferentes. Originariamente “sabi” significaba “frío”, “flaco” o “marchito”, mientras que “wabi” significaba la desdicha de vivir solo en la naturaleza, apartado de la sociedad, y sugería un estado de ánimo deprimido, abatido y melancólico. Alrededor del siglo XIV, el significado de ambas palabras empezó a evolucionar hacia valores estéticos más positivos. El aislamiento autoimpuesto y la pobreza voluntaria del ermitaño y asceta llegaron a considerarse como oportunidades para la riqueza espiritual. Para los que tenían inclinaciones poéticas, este tipo de vida favorecía la apreciación de los detalles más nimios de la vida cotidiana y la percepción de la belleza en los aspectos desconocidos y olvidados de la naturaleza, Entonces, la poco atractiva simplicidad adquirió un nuevo significado como base para una belleza pura y nueva.

Evolución en el tiempo

Pre-Rikyu. La inspiración inicial de los principios metafísicos, espirituales y morales del wabi-sabi proviene de las ideas sobre simplicidad, naturalidad y aceptación de la realidad que se encuentran en el Taoísmo y en el Budismo Zen chino. Tanto el estado de ánimo como el sentido de la materialidad wabi-sabi proceden de la atmósfera de desolación y melancolía, y de la expresión minimalista de la poesía y la pintura monocromática china de los siglos IX y X. Sin embargo, hacia finales del siglo XVI estos elementos separados del wabi-sabi convergieron en una síntesis japonesa identificable.

Wabi-sabi


Aunque el wabi-sabi penetró rápidamente en casi todos los aspectos de la sofisticada cultura y del gusto japonés, alcanzó su expresión más amplia en el contexto de la ceremonia del té.
Llamada sado, chado y chanoyu, la ceremonia del té evolucionó hasta convertirse en una ecléctica forma social de arte que combinaba, entre otras cosas, conocimientos de arquitectura, interiorismo y jardinería, arreglo floral, pintura, preparación de los alimentos, e interpretación. Un experto eo servir el té era alguien que podía orquestar todos estos elementos -más los invitados presentes- y convertirlos en un acontecimiento artístico contenidamente apasionante y temáticamente coherente. En su cénit artístico, el objetivo fundamental de la ceremonia del té era comprender el universo wabi-sabi en su totalidad.
Post-Rikyu. Desde la muerte de Rikyu, una de las mayores preocupaciones de las facciones del té organizadas ha sido establecer su legitimidad basándose en los presuntos vínculos directos existentes entre ellos y las verdaderas enseñanzas de Rikyu (de la misma manera que los religiosos fundamentalistas reivindican sus interpretaciones de las intenciones de Cristo o de Mahoma como las únicas correctas). En este proceso, la opinión personal y la imaginación se han prácticamente eliminado de la ceremonia del té. Incluso los más minúsculos gestos de la mano durante el ritual están rígidamente, establecidos, habiendo llegado supuestamente intactos desde los tiempos de Rikyu (el razonamiento sería que Rikyu ya había llegado a la manera más racional de utilizar cada utensilio con el mínimo gasto de energía y movimiento superfluo).
Unos cien años después de la muerte de Rikyu, el “arte” del té se reconvirtió en el “camino” del té (chado), aparentemente una forma de aprendizaje religioso y espiritual. En el curso de esta transformación, el wabi-sabi, la esencia del té “espiritual”, se redujo, simplificó y empaquetó en un conjunto definitivo de normas y dichos. El wabi-sabi iba camino de convertirse en su opuesto: llamativo, pulido y suntuoso.


También se puede decir que si no hubiera sido por las escuelas del té, el wabi- sabi -o lo que queda de él- se hubiera desvanecido incluso más rápidamente de lo que lo ha hecho ante la frenética modernización al estilo occidental del Japón. Asimismo, aún la práctica reglamentada del té tiene valor como ejercicio de meditación. La repetición sin pensar de formas mecánicas permite a uno mismo concentrarse simplemente en "ser" sin la distracción de tener que tomar ninguna decisión, ya sea artística o de otro tipo.
Lo cual significa que hay que prestar la máxima atención a cada acción en el momento en que ésta ocurre: estar aquí ahora.

Los Valores Espirituales del Wabi-Sabi

Cuáles son las lecciones del universo?
La verdad proviene de la observación de la naturaleza.
Tres de las lecciones más obvias se destilaron después de milenios de contacto con la naturaleza (y estimuladas con el pensamiento taoísta) y fueron incorporadas a la sabiduría del wabi-sabi.
Todas las cosas son mudables. La tendencia hacia la nada es implacable y universal.
Incluso cosas que tienen todas las características de la sustancia -cosas que son duras, inertes, sólidas- no ofrecen más que una ilusión de permanencia.
Podemos cerrar los ojos, utilizar argucias para olvidar, ignorar o       fingir, pero finalmente todo acaba en la nada. Todo se gasta. Los planetas y las estrellas, e incluso las cosas intangibles como la reputación, la herencia familiar, la memoria histórica, los teoremas científicos, las pruebas matemáticas, las bellas artes y la literatura (incluso en su forma digital): a la larga, todos se desvanecen en el olvido y la no existencia.
Todas las cosas son imperfectas. Nada de lo que existe está libre de imperfecciones. Cuando miramos realmente de cerca las cosas vemos sus defectos. El afilado filo de una cuchilla, cuando se amplia, revela agujeros microscópicos, astillas y desconchados.



Cada artesano conoce los límites de la perfección: las imperfecciones saltan a la vista. Y cuando las cosas empiezan a estropearse y se acercan a su estado primordial, se vuelven incluso menos perfectas, más irregulares.
Todas las cosas son incompletas. Todas las cosas, incluso el universo mismo, están en un estado constante, perpetuo de transformación o de disolución. A menudo señalamos arbitrariamente momentos, puntos a lo largo del camino, como “acabados” y “completos”. , ¿Pero cuándo llega finalmente a completarse el destino de algo? ¿Está la planta completa cuando florece? ¿Cuando se convierte en semilla? ¿Cuando la semilla germina? ¿Cuando todo se convierte en abono? La noción de conclusión no tiene cabida en el wabi-sabi.
La “grandeza” existe en los detalles desconocidos y desapercibidos. El wabi-sabi representa exactamente lo opuesto a los ideales occidentales de gran belleza como algo monumental, espectacular y duradero. El wabi- sabi no se encuentra en momentos de eclosión y exhuberancia de la naturaleza, sino en momentos de asentamiento y principio. El wabi-sabi no trata de flores maravillosas, árboles majestuosos, o escarpados paisajes. El wabi-sabi es lo intrascendente y lo oculto, lo provisional y lo efímero: cosas tan sutiles y evanescentes que resultan invisibles para la mirada ordinaria.
Al igual que la medicina homeopática, la esencia del wabi-sabi se distribuye en pequeñas dosis. Al disminuir la dosis, el efecto resulta más potente, más profundo. Cuanto más cerca están las cosas de la no existencia, más exquisitas y evocadoras resultan. Por consiguiente, para experimentar el wabi-sabi hay que aflojar el paso, ser paciente, y mirar muy de cerca.
Puede hallarse belleza en la fealdad.



El wabi-sabi es ambivalente acerca de separar la belleza de la no-belleza o la fealdad. La belleza del wabi-sabi es, en cierto sentido, el hecho de aceptar lo que se considera feo. El wabi-sabi sugiere que la belleza es un acontecimiento dinámico que se produce entre uno mismo y algo más. La belleza puede aparecer espontáneamente en cualquier momento en que se den las circunstancias, el contexto o el punto de vista apropiados. La belleza es pues un estado de alteración de la conciencia, un momento extraordinario de poesía y gracia.

El Estado Mental Wabi-Sabi


¿Cómo nos sentimos con lo que sabemos?
Aceptar lo inevitable. El wabi-sabi es una apreciación estética de la evanescencia de la vida. El árbol exuberante del verano es ahora solamente ramas desnudas bajo un cielo inverna!. Todo lo que queda de una espléndida mansión son los cimientos desmoronados cubiertos de musgo y malas hierbas. Las imágenes wabi-sabi nos obligan a contemplar nuestra propia mortalidad, y evocan una soledad existencial y una delicada tristeza. También provocan un alivio agridulce, ya que sabemos que toda existencia comparte el mismo destino.





El estado mental wabi-sabi se comunica a menudo a través de la poesía, ya que la poesía se presta a la expresión emocional y a las imágenes, enérgicas y reverberantes que parecen “mayores” que el pequeño marco verbal que las sustenta (evocando así un universo más amplio). Rikyu utilizó este poema tan repetido de Fujiwara no Teika para describir el estado de ánimo wabi-sabi:

“Alrededor; ninguna planta en flor
Ningún destello en las hojas del arce,
Únicamente una solitaria choza de pescador
En la orilla a media luz
De este principio de otoño”.

Algunos sonidos corrientes sugieren el sentimiento triste-bello del wabi-sabi. Los lúgubres graznidos y chillidos de las gaviotas y los cuervos. El desesperado ulular de las sirenas en la niebla. Los lamentos de las ambulancias haciendo eco a través de los cañones que forman los edificios de una gran ciudad.


Percibir el orden cósmico.


El wabi-sabi sugiere los reinos más sutiles y toda la mecánica y dinámica de la existencia, mucho más allá de lo que nuestros sentidos corrientes pueden percibir. Estas fuerzas primordiales son evocadas en todo lo wabi-sabi del mismo modo que los mandalas hindús o las catedrales medievales europeas fueron construidas para transmitir emocionalmente sus respectivos esquemas cósmicos. Los materiales de los que están hechas las cosas wabi-sabi sacan a la luz estos sentimientos trascendentales. El modo en que el papel de arroz transmite la luz con un brillo difuso. La forma en que la arcilla se agrieta al secarse. La metamorfosis del color y la textura del metal cuando se deslustra y oxida. Todo esto representa las fuerzas físicas y las profundas estructuras que son la base de nuestro mundo de cada día.

Los Preceptos Morales del Wabi-Sabi



Sabiendo lo que sabemos, ¿cómo deberíamos actuar?
Desprenderse de todo lo innecesario. El wabi- sabi implica pisar levemente el planeta y saber valorar lo que se encuentra, aunque sea una pequeñez, en el momento en que se encuentra, “Pobreza material, riqueza espiritual” es el lema wabi-sabi. En otras palabras, el wabi-sabi nos enseña cómo acabar con nuestras preocupaciones por el éxito (riqueza, estatus, poder y lujo) y disfrutar de una vida sin trabas.



Obviamente, llevar una vida simple wabi- sabi requiere algunos esfuerzos y también algunas decisiones difíciles. El wabi-sabi reconoce que es tan importante saber cuándo elegir, como saber cuándo "no” elegir: dejar que las cosas ocurran, incluso en el nivel más austero de existencia material, seguimos viviendo en un mundo de cosas. El wabi-sabi versa precisamente sobre el delicado equilibrio entre el placer que nos proporcionan las cosas y el placer que conseguimos al liberarnos de ellas.

Las Cualidades Materiales del Wabi-Sabi

¿Qué objetos/motivos/yuxtaposiciones expresan nuestra comprensión del universo, o crean esta comprensión en otros?
Sugieren el proceso natural. Las cosas wabi- sabi son expresiones de tiempo congelado. Están hechas de materiales que son visiblemente vulnerables a ios efectos del tiempo y del trato humano. Registran el sol, el viento, la lluvia, el calor y el frío en un lenguaje de decoloración, óxido, deslustre, manchas, torsión, contracción, marchitamiento y grietas. Sus mellas, muescas, rozaduras, arañazos, abolladuras, desconchados y otras formas de desgaste son testimonio de su uso y abuso. Aunque las cosas wabi-sabi puedan estar a punto de desmaterializarse (o materializarse) -son extremadamente sutiles, frágiles o desecadas-, todavía conservan un carácter fuerte y un equilibrio sin merma.
Irregulares. Las cosas wabi-sabi son indiferentes al buen gusto convencional. Como que ya sabemos cuáles son las soluciones “correctas" del diseño, el wabi-sabi nos ofrece solícitamente las soluciones “equivocadas”. Como resultados las cosas wabi-sabi a menudo parecen raras, deformes, poco manejables, o lo que mucha gente consideraría feas, Las cosas wabi-sabi pueden manifestar los efectos de un accidente, como un cuenco roto pegado de nuevo.
Las cosas wabi-sabi son generalmente pequeñas y compactas, discretas y orientadas hacia dentro. Indican: acércate, toca, relaciónate. Inspiran una reducción de la distancia física entre una cosa y otra; entre las cosas y ia gente.
Sin pretensiones. Las cosas wabi-sabi tienen un aspecto inevitable y sin afectación. No proclaman “soy importante’’ ni requieren ser el centro de atención. Son modestas y sin pretensiones, pero no carecen de presencia o discreta autoridad. Las cosas wabi-sabi coexisten fácilmente con el resto de su entorno.


Las cosas wabi-sabi se aprecian sólo mediante el uso y el contacto directo…
Las cosas wabi-sabi pueden parecer toscas y sin refinar. Generalmente se hacen con materiales que poco antes se encontraban en su estado original, dentro o sobre la tierra, y son ricas en texturas rugosas y sensaciones táctiles ásperas. Su cualidad artesana puede ser imposible de percibir.
Turbias. Las cosas wabi-sabi tienen una cualidad vaga, desdibujada o atenuada -tal como les pasa a las cosas cuando se acercan a la nada (o provienen de ella). Lo que habían sido aristas cortantes se transforman en superficies suavemente romas. Lo que había tenido una materialidad substancial parece casi como esponjoso. Lo que habían sido colores intensamente brillantes se diluyen en tonos terrosos o en los matices difuminados del alba y el crepúsculo. El wabi-sabi se presenta en un espectro infinito de grises; marrón, gris azulado, negro grisáceo, rojizo- plateado, índigo amarillo-verdoso... Y marrones: azul negroso con un matiz marrón oscuro, verdes apagados... Y negros: negro rojizo, negro azulado, negro marronoso, negro verdoso...
Menos a menudo, las cosas wabi-sabi pueden también aparecer en colores claros, casi pastel, asociados a un reciente surgimiento desde la nada. Como los no-blancos del algodón sin blanquear, el cáñamo o el papel reciclado. La raya plateada de los brotes y los árboles jóvenes. Los verdes- marronosos de las yemas tumescentes.
Simples. La simplicidad está en la esencia de las cosas wabi-sabi. La nada, obviamente, es la simplicidad máxima. Pero antes y después de la nada, la simplicidad no es tan simple. 




Parafraseando a Rikyu, la esencia del wabi- sabi, tal como se expresa en el ritual del té, es la simplicidad en si misma: ir a por agua, recoger ramas, hervir el agua, preparar el té, y servirlo a los demás. Los detalles adicionales, sugiere Rikyu, quedan a la invención de cada cual.
¿Pero cómo ejercitar la contención que la simplicidad requiere sin pasar a una austeridad ostentosa? ¿Cómo fijarse en todos ios detalles necesarios sin ser excesivamente rebuscado? ¿Como lograr la simplicidad sin inducir al aburrimiento?
La simplicidad del wabi-sabi, probablemente, queda mejor definida como el estado de gracia al que llega una inteligencia sobria, modesta y sinceramente sensible. La estrategia principal de esta inteligencia es la economía de medios. Ir reduciendo hasta la esencia, pero sin quitarle la poesía. Mantener las cosas limpias y sin estorbos, pero sin esterilizar. (Las cosas wabi-sabi son emocionalmente cálidas, nunca frías.) Generalmente esto implica una paleta de materiales limitada. También significa mantener los rasgos llamativos al mínimo.
Pero no significa eliminar el velo invisible que de alguna manera une los elementos en un todo con sentido. Tampoco significa de ningún modo disminuir el “interés” de algo, la cualidad que nos fuerza a mirar este algo una y otra vez.
Continuemos con la obra de nuestro amigo, según nos la cuenta el mismo, en su blog https://elzendelascosas.wordpress.com/:

HÔ, EL PEZ DRAGÓN, agosto 22, 2012

Los peces abundan en los templos zen. No me refiero sólo a los koi en los estanques del jardín, también dentro compartiendo la vida con los monjes.
El mokugyo, ese instrumento de madera que marca el ritmo de algunos sutras, es un pez. Un poco evolucionado, es cierto, pero un pez al fin y al cabo, con sus escamas y otras formas talladas en espiral que recuerdan a las ondas del agua.


Hay otro pez de madera, menos común, que vive suspendido del techo en el comedor o cerca de la cocina de los templos: el , que se golpea con un mazo de mango largo para llamar a la hora de las comidas. Elhô tiene el aspecto del pez dragón y sostiene una bola en la boca. El pez dragón es una figura mitológica cuya historia hallamos en la leyenda koi-no-takinobori que explica cómo en algún lugar bajo las aguas del Río Amarillo (otras versiones la sitúan en el fondo del océano) hay una puerta mágica que transforma en dragones a todos los peces que la atraviesan. Esta es una alegoría sobre las personas que deciden seguir la vía de Buda y, como la carpa koi, remontan el río (la vía) y se aventuran sin miedo hacia la fuente.
El pez gusta a los practicantes de zen por su fluidez y por su determinación y porque, al no tener párpados y no cerrar nunca los ojos, les anima a mantenerse despiertos durante los largos periodos de zazen.
En el templo de la Gendronniére, a la puerta del dojo pequeño, hay un hô colgado al que fotografié de manera despreocupada. Con el tiempo, esas fotos me servirían.
Me he dedicado muchos años a la jardinería, que es un oficio muy bonito. Un día normal de trabajo pasé por un contenedor de basura que había junto a un club deportivo. Parece que el trampolín de madera de la piscina estaba un poco deslucido y decidieron cambiarlo por uno de fibra de vidrio. Partieron el viejo trampolín en tres trozos y lo desecharon. Cuando lo vi, lo cargué en la furgoneta sin dudarlo. Tres magníficos trozos de madera tropical de unos 7cm de grueso y un total de 3 metros de largo. Una buena cantidad de material útil y valioso.
Con parte de aquel trampolín y guiado por las fotos que tomé en la Gendronniére empecé a trabajar en una réplica del ; fascinado por esos peces míticos de los que habla la leyenda, que viven bajo las umbrías vigas de los templos de Japón.



Después de muchas horas, de dejar el trabajo y retomarlo, terminé el pez-hô-trampolín.
Pero dio para más el reciclaje. Las maderas que suenan para llamar a zazen en el templo de Seikyuji en Sevilla y en el dojo Shô Mon Kai de Mataró, también formaron parte de aquel viejo trampolín suspendido sobre la piscina de un club deportivo.

¡QUÉ NOCHE DE LUNA!, diciembre 15, 2013

El poeta de haikus, observador atento de los sucesos más leves, capaz de conmoverse y nutrirse con la cotidianidad, se detiene desconcertado ante la gran muerte.
Sobre la reencarnación no se pronuncia, sólo encoge los hombros.
Toda una vida dedicada a deshacer el encantamiento que nos hace creer algo consistente y definitivo. Toda la vida puliendo, diluyendo, transparentando ese yo que carga el poeta, denso y pesado, sobre las espaldas. Ese yo que insiste en separarlo, aislarlo de las demás cosas del mundo.
Su único quehacer es llegar a ser nadie, esperar nada.
Dado este afán de anonimato es asombrosa la costumbre de escribir un “poema de muerte”, común entre los hacedores de haikus.

"Detenerse ante el umbral y dar una última apreciación, un último vuelo, después morir".
.

Hasta ahora
no he dicho más que tonterías…
¡Qué noche de luna!
Tokugen






Basé esta pieza en el haiku póstumo de Tokugen. Caligrafiado por mi amigo Lluís Batallé una mañana brillante y soleada de otoño en su estudio justo enfrente del mar.
Se trata de un panel redondo de 98cm de diámetro y con un grueso de 3cm. Con la luna como principal motivo, que se repite hasta tres veces. La luna encima del mar, la luna en kanji dentro del haiku escrito y la misma forma de la pieza sugiriendo la luna…


RATONES TRABAJANDO, enero 28, 2014

Issa escribió un haiku que hablaba de ratones, también hablaba de luciérnagas. Sobre este tema, mi amigo, Michel Sama, pintó un cuadro. Me contaba que estos dos pequeños animales para Issa representaban dos aspectos contrapuestos de la mente.
La luciérnaga, la mente clara, iluminada; el ratón, la mente ocupada, obcecada, insistente, entrometida.
Dice así:
“En mi casa
ratones y luciérnagas
se llevan bien”
La manera en que el autor acoge los dos animalitos y convive con ellos en armonía es ejemplar.
Yo, de momento, sólo he podido ocuparme de los ratones.



En una tabla de madera de pino desechada he colocado estos dos pequeños vecinos haciendo sus tareas de roedor y les he responsabilizado del contorno carcomido. El rótulo reza en kanji: “Ratones trabajando”

CALADO HASTA EL TUÉTANO, marzo 8, 2014

Este trabajo se basa en un haiku de mi querido Taneda Santôka, quizá el último de los mojes errantes de Japón y poeta maldito, muerto en 1940.
Es un haiku que trata de lluvia y desamparo. Aquí vuelvo una vez más a estudiar el agua, su movimiento y llevarlo a la madera.

“Calado hasta el tuétano
ya me puedo quitar
el sombrero de bambú”




Sé lo que es estar largo tiempo bajo la lluvia. Trabajé durante años de jardinero. Conozco la sensación de estar mojado, de tener frío y estar malhumorado. Veo fácilmente a Santôka caminando por un camino embarrado, tiritando, sin saber cuándo dispondrá de un refugio. Lo percibo dejando de andar y constatando que ya no puede estar más mojado. Cuando la lluvia llega a la ropa interior siente algo desesperanzador. Se quita el sombrero de bambú y con la cabeza gacha compone el poema, mientras ve con sus ojos miopes cómo caen las gotas en un charco.


MI CUENCO DE MENDIGAR, abril 23, 2014

La mendicidad ha sido para los monjes y desde los principios del Budismo, una manera de conseguir sustento. En Japón esta práctica se llama takuhatsu. El monje anda por los caminos y calles con su cuenco, donde las gentes colocan algo de comida o dinero a cambio de la recitación de algún sutra. Actualmente es una práctica meramente ritual, pero hubo un tiempo donde la manutención de comunidades enteras dependía del takuhatsu.

Mi cuenco de mendigar
ha aceptado
las hojas que le han caído.



Este haiku del monje-poeta Santôka refleja el final de una jornada en que la suerte lo ha llevado por lugares estériles, aldeas azotadas por las malas cosechas y hogares pobres que no han podido desprenderse ni siquiera de un puñado de arroz. 




El resultado es un cuenco vacío donde por casualidad caen un par de hojas secas.
Caligrafía por Mio Takada.



PROCESOS, mayo 21, 2014

A veces, cuando creo, tengo la sensación de estar sacando algo que ha caído en un pozo profundo y, a tientas, intento coger con las puntas de los dedos ese algo resbaladizo e incierto y sacarlo a la luz.




Ese proceso se da en el pequeño espacio del taller donde se suceden las horas y se materializa la emoción de un instante.
Un mínimo lapso de lucidez que mediante el obrar se vuelve un objeto tangible.

LA PLUMA, mayo 1, 2014

Esta pieza surgió de manera inapelable. Se presentó con gran rotundidad, casi con clarividencia. No fueron necesarios grandes dibujos previos, sólo un esbozo ligero.
Emergió de la madera casi por necesidad, con grandes ganas de existir.
Pocos días antes estuve admirando una obra de Shibata Zeshin y me maravilló.
Siguiendo esta estela apareció la pluma.
Símbolo de levedad y de felicidad, de las intuiciones y la imaginación, de las alturas creativas y las visiones espirituales, de la capacidad de la psique para recoger corrientes invisibles e inapreciables.
Todo esto lo supe después.



La pluma llegó sola.
Más tarde tracé el enzo, ese anillo fruto del instante y de la respiración.
Complementando la pluma detallada y elaborada, liberándola de su tensión, de su trascendencia, situándola en el tiempo presente.


EL ABANICO, octubre 22, 2014

Encontré por casualidad, en el prólogo de un libro, una fábula que explica de manera sencilla el sentido de la práctica de la meditación. Nada de conceptos complicados ni de palabras en sánscrito. Un cuento para niños, eso es lo que me funciona a mí para entender las cosas.
Quedé tan entusiasmado que decidí hacer una pieza de homenaje a esta pequeña historia. Así surgió el abanico, un trabajo especialmente exigente a nivel técnico pero realizado con mucha pasión. He contado una vez más con la colaboración de Mio Takada que ha caligrafiado la fábula en la parte superior del panel. El resultado es una obra de gran delicadeza y sensibilidad.





Un caluroso día de verano, Baso se abanicaba tranquilamente a la sombra de un árbol. Llegó un discípulo y le preguntó: “Maestro, si la naturaleza del aire está por todas partes, ¿por qué utiliza usted un abanico?” Baso le respondió: “Tú sabes que el aire está por todas partes, pero pareces ignorar que si no fuera por el abanico, el aire no podría manifestarse aquí y ahora” Después de lo cual continuó abanicándose tranquilamente.

MENTE CASI EN CALMA, diciembre 1, 2014

Mente casi en calma es una pieza que narra una imperfección.
Cuando vino Mio al taller para caligrafiar la obra, le dije: – Tiene que poner “mente casi en calma”. Entonces ella me preguntó algo que me dejó desconcertado: – ¿La calma existe y luego viene algo y la perturba o hay una tensión que poco a poco tiende a calmarse?.
Otro concepto que hubo que ajustar fue el de “mente”, esta mente no se refiere a una mente contable y matemática, se parece más a espíritu o corazón. Decidimos usar el término japonés “kokoro”, más adecuado. Por lo tanto, la caligrafía que tenía que ser “Mente casi en calma” acabó siendo “El espíritu está en calma y entonces…”



La impresión después de finalizada la pieza, colgada en la pared y fotografiada es que es una de aquellas obras que de vez en cuando “ocurren”. Lograr el pleno sentido con lo mínimo. 





Alcanzar la plenitud gracias al vacío. Y un sentimiento de alivio, una distensión… el fin de lo que era perfecto nos permite relajarnos y acercarnos con familiaridad. Reconocer en nosotros lo imperfecto sugiere ternura y buen humor.



ESCOBA, abril 24, 2015

Ya está acabada la escoba. Una escoba a tamaño natural, que recuerda el trabajo humilde de la vida diaria. Cuando era un adolescente y trabajaba de aprendiz en la carpintería, el viejo jefe me decía: “Cuando no sepas qué hacer, barre.” Montones y montones de serrín y virutas al pie de las máquinas, movidos a base de escoba y recogedor. La escoba es una de las herramientas más importantes del taller. Aún hoy cuando, durante la jornada, me quedo en blanco o necesito poner mis ideas en orden, me pongo a barrer.
Leo en un libro lo siguiente: El Budismo Zen considera que la escoba es uno de los emblemas del sabio, y representa el contacto con el mundo que acompaña necesariamente a la pureza de pensamiento. La escoba sugiere simplicidad mediante la eliminación de lo innecesario, el barrido de las ilusiones, anhelos y apegos que embotan la conciencia y hace alusión al vacío en el que pueden emerger de manera espontánea, posibilidades no previstas de Iluminación.
Recuerdo la historia de un monje que se iluminó al barrer una piedra que salió disparada e impactó contra un bambú. El sonido que produjo abrió la cabezota de aquel monje a la comprensión plena.




He de confesar que simpatizo con la escoba usada como vehículo de locomoción, que ha llevado desde hace siglos por los aires de la noche a brujas y hechiceras hacia encuentros mágicos y misteriosos, aunque me parece que este tema es demasiado amplio para tratarlo aquí.
El haiku caligrafiado por Mio Takada es de Hawai Sora, que vivió entre 1649 y 1710. Lejos del sentimiento heroico, dice así:

El monje enfermo
barre el jardín
Cerezos en flor


DRAGÓN, mayo 3, 2015

La pieza que presento en esta entrada está fuera de la línea que habitualmente sigue El zen de las cosas. Obedece al deseo de exploración de técnicas nuevas para mí. Inspirado en los biombos japoneses, en las artes decorativas del Modernismo o el Art Decó e intentando comprender las técnicas que usaba mi admirado Klimt, llegamos al dorado.
Éste no quiere ser un dorado suntuoso y no es lujo lo que quiere transmitir. El oro tiene aquí la función de aliado de la luz. Ya hablé de ello en una antigua entrada del blog. Allí contaba algo del contenido del imprescindible libro de Junichirô Tanizaki, El elogio de la sombra. Decía lo siguiente:
“Diríjanse ahora a la estancia más apartada, al fondo de alguna de esas dilatadas construcciones; los tabiques móviles y los biombos dorados, colocados en una oscuridad que ninguna luz exterior consigue traspasar nunca, captan la más extrema claridad del lejano jardín, del que le separan no sé cuántas salas: ¿No han percibido nunca sus reflejos, tan irreales como un sueño? Dichos reflejos, parecidos a una línea del horizonte crepuscular difunden en la penumbra ambiental una pálida luz dorada, y dudo que en ningún otro sitio pueda el oro tener una belleza más sobrecogedora.
Algunas veces, al pasar por delante, me he vuelto para mirarlos de nuevo una y otra vez; pues bien, a medida que la visión perpendicular va dando paso a la visión lateral, la superficie del papel dorado se pone a emitir una suave y misteriosa irradiación. No es un centelleo rápido, sino más bien una luz intermitente y nítida, algo así como la de un gigante cuya faz cambiara de color. A veces, el polvo de oro que hasta entonces sólo tenía un reflejo atenuado, como adormecido, justo cuando pasas a su lado se ilumina súbitamente con una llamarada y te preguntas, atónito, cómo se ha podido condensar tanta luz en un lugar tan oscuro”
Poco más cabe decir. Es la búsqueda de aquel resplandor fantástico lo que me ha llevado a una pieza como esta y pensando en un motivo que le hiciese justicia me decidí por el dragón.
Durante la dinastía Sung vivió en China un pintor llamado Chen Rong. Rong pintó los Nueve Dragones, considerada la mejor pintura de dragones de todos los tiempos. En esta obra pretendía mostrar la naturaleza acuática en el Tao. Chen Rong extendió un rollo de papel de quince metros y pintó escupiendo agua, mojando su gorra en tinta y embadurnándola a lo largo del rollo para formar remolineantes nubes de lluvia. Sobre este fondo nebuloso dibujó a sus dragones con las “nueve semejanzas” establecidas por los cánones de la caligrafía china: un par de cuernos de venado, una cabeza de camello, el cuello de una serpiente, el vientre de una almeja, las escamas de una carpa, patas de tigre, orejas de vaca y garras de águila extendidas que buscan alcanzar una esquiva luna-perla, que cautiva los resplandecientes ojos de los dragones.
De todas las semejanzas, me he decidido por representar sólo una, es así como surge este panel con escamas y oro. En la ventana inferior derecha la caligrafía dice “Tatsu”, dragón en japonés, por Mio Takada.




Tatsu al menjador (5)
Esta incursión en terreno no conocido, da un resultado sorprendente y de momento la consideraré como pieza apócrifa. No la incluiré en la página de Zen of Things y no está previsto que se exponga. De momento descansa sobre la chimenea de casa.


PASEO BAJO LOS PINOS (UNA NOCHE DE VIENTO Y LUNA LLENA), junio 24, 2015

Imaginé, o quizás viví, una noche clara, límpida, perfecta. Una noche sin pensamientos, ligera, situada entre el ayer y el mañana. Un paseo bajo los pinos, con el ruido de los pasos amortiguado por la pinaza e inmerso en una brisa liviana y fresca, salobre. Una noche regida por la luna que baña con luz espectral un paisaje irreal.







Exento de preocupaciones, libre de responsabilidades; todo se ha conseguido y no queda nada por lo que luchar. Sólo observar cómo caen las agujas de los pinos, fuera del tiempo, en un momento perfecto.


HOJAS EN UN RINCÓN, julio 13, 2015


La corriente aparta un puñado de hojas a un rincón, del mismo modo que muchas personas se ven arrinconadas por las circunstancias de la realidad. Un revés, una mala decisión o una enfermedad pueden llevar a alguien a la ruina. Nacer en el lugar equivocado o en una condición poco propicia, lleva a una vida con demasiado sufrimiento. Lo he visto muchas veces. Lo que digo es una obviedad. Todo el mundo lo sabe. Pero qué fácil es olvidarlo cuando todo va bien. Cuando el barco navega en un día luminoso nadie se acuerda del naufragio. 





Es fácil ignorar los restos, los que están al margen, las hojas arrinconadas.


Todo cambia. Noviembre 2015

Empecé este trabajo con el afán de emular a los grandes artistas barrocos e incluir en mi producción un “Vánitas” o “Memento mori”. Este recuerdo de la muerte es un fantástico antídoto contra la soberbia y la prepotencia y ayuda a dotar de plenitud los sencillos momentos de la vida.
Parece ser que había un general romano que solía tener cerca un esclavo cuyo único cometido era recordarle este hecho ineludible. Se acercaba discretamente por detrás y le decía: ¡Mira tras de ti! Recuerda que eres un hombre, recuerda que vas a morir… Esto le servía al general para constatar lo perecedero de su cargo y alejarle de los delirios de grandeza.
Junto con los esbozos preliminares para esta pieza, también me ayudé de fotografías, de un libro de anatomía y de un modelo de un cráneo a tamaño real. Pese a toda esta ayuda, acabé palpándome mi propia cabeza. Pasando los dedos con fuerza por los pómulos, presionando alrededor de los ojos para delimitar con precisión las cuencas, apretando la nuca y el lugar donde se junta con el cuello. 




Ese proceso me ha sido muy útil para tomar conciencia de lo poco en que se diferencian esta cabeza habitada y un cráneo polvoriento.

ESTUDIO DEL AGUA – HOMENAJE A MA YUAN, diciembre 9, 2015

En la antigua China de los Sung vivió un pintor excepcional llamado Ma Yuan. Y, como hacen los artistas de verdad, trató de comprender en profundidad aquello que pintaba. Entre todas las obras que dejó se encuentra una serie de doce láminas, sus conocidos “Estudios del agua”. En esos esbozos Ma Yuan dibujó de manera precisa y delicada, con trazos finos y muy calculados, los movimientos que observó en el agua, en los mismos lugares, bajos diferentes circunstancias.




La claridad y simplicidad de su método y su resultado extraordinariamente poético y vivamente descriptivo, me dejaron profundamente cautivado. 


Silencio Enero 2016-10-30


El silencio actúa en el  sonido como el vacío en el espacio. El silencio no es algo que exista, es algo que está ausente y sólo se manifiesta con la falta de sonido.
Inexistente pero indispensable.
El silencio total no existe. En una ocasión estuve unos minutos dentro de una pequeña cueva, dentro de la tierra, un profundo agujero sin eco. El silencio era total y la oscuridad absoluta, no importaba tener los ojos abiertos o cerrados, no se escuchaba nada excepto el pulso de la sangre dentro de las venas.
El silencio de la nieve me impresiona especialmente… Tan frío y puro…
En cambio no conozco el silencio del espacio… No lo puedo imaginar.




En el silencio de la meditación, en una ocasión escuché la carcoma roer la madera y en otra ocasión escuché los ratones correr por el interior de la pared.

AL CIERRE, enero 19, 2016

La simple contemplación de una obra de arte debería servir para disfrutarla (o aborrecerla) pero nuestra educación racional, alejada de la intuición y basada en el intelecto, a menudo necesita más pautas y claves para así poder “entender” el trabajo del artista.
Así pues, al cierre de la exposición en la Casa del Tíbet, la conferenciante Veronique Michel y Karine Heckmann de 3PGallery me pidieron una charla explicativa sobre mi obra para un grupo de interesadas.





Desparramé durante una hora un montón de conceptos que podrían estar en el fondo de mi trabajo. Describí íntimos procesos creativos nunca antes contados y así me quedé como si hubiese esparcido mi ropa por el suelo, desnudo, con la boca seca, y con la sensación de que lo verdaderamente importante no se puede explicar.



LIBÉLULAS, febrero 12, 2016


La libélula es un bellísimo animal veraniego, pero por arte de magia, se me ha presentado durante este invierno. Dos encargos consecutivos, de dos personas sin vinculación entre sí que me pedían libélulas.
Podría atribuirlo a la casualidad, que es lo que se dice cuando no se quiere profundizar en algo. Encoger los hombros y decir: casualidad, banalizar la cuestión y seguir cómodamente narcotizados por la ignorancia. En cambio, yo tiendo a escrutar la sinrazón y me resisto a obviar el misterio y las causas ocultas. Mi parte intuitiva se impone y alberga la esperanza de un motivo secreto, de una sincronía olvidada y unas normas antiguas que rigen lo que no se puede explicar.
Creo que hay corrientes que fluyen en la oscuridad, que no percibimos, pero que actúan de manera firme. Me reconforta pensar en una conciencia común que une todas las cosas y las conecta.





Prefiero sentir a esas pequeñas libélulas como un tótem determinado a nutrirme durante el invierno y así poder sentirme profundamente agradecido.


ESTUDIO DE GAUDÍ 1 y 2, febrero 21, 2016.

En la ciudad de Barcelona hay una calle llamada Passeig de Gràcia. En el número 43 de esa calle hay un edificio peculiar llamado Casa Batlló. Si nos situamos en el salón principal de dicha casa y miramos hacia arriba veremos que el techo de la habitación tiene la forma de una espiral de varios brazos, como una galaxia. Esa forma y toda la construcción es obra del gran maestro Gaudí.
De Gaudí se dijo en su época que estaba loco, pero eso no era cierto. Lo que pasaba es que era un visionario, clarividente, ultraconectado e hiperconcentrado, que dedicó toda su vida a comprender en profundidad los mecanismos que rigen la naturaleza y el cosmos para más tarde aplicarlos a su obra. Un místico que buscaba a Dios en todas las cosas de la creación.
Además dio con una época en que los industriales y burgueses eran hombres arrojados y valientes, orgullosos y románticos, que no tenían miedo de poner sus fortunas a disposición de la creación y la fantasía, y demandar edificar construcciones cada vez más audaces e inverosímiles, para ponerles su nombre y así pasar a la Historia.
Dicho esto y después de declarar mi amor por el maestro Gaudí, haré caso del viejo consejo de Bashô que dijo: “No busques el camino de los antiguos, busca lo que ellos buscaban”
Y eso haré yo, dedicarme, pasmado, a comprender en profundidad los mecanismos que rigen la naturaleza y el cosmos y aplicarlos a mi obra.




sin título-19 

Siguiendo con el estudio del genio Gaudí me fijé en el tejado de la casa Batlló, donde proyectó una superficie ondulante llena de escamas. Hizó visible el sistema que los humanos llevan usando desde la antigüedad para construir cubiertas, como una simple imitación de la naturaleza. De paso, encaramó a las alturas a un animal enorme y colorido, quizá un dragón… dejando un motivo para la poesía y la imaginación.




No es la primera vez que tallo escamas, un motivo que me gusta. Todas iguales, una al lado de la otra, pero en realidad todas únicas y diferentes.
sin título-24 


PRESENCIA, mayo 12, 2016

Lleno hasta el borde de vacío, permanece quieto, inmóvil, este bodegón austero. Un cuenco, concentrando toda su presencia, atrapando la luz que le rodea… toma conciencia de sí mismo, de su peso, de su masa. Ejerce una atracción gravitatoria. Mínimo pero presente.




No siempre estuvo en silencio este cuenco. Surgió entre golpes, astillas, cortes, desgarros y abrasión, hasta llegar a un equilibrio. Existe gracias a una firme voluntad de ser.


HAGAKURE, octubre 14, 2016


Hagakure significa “Oculto bajo las hojas” en japonés. También es un tratado de caballería para samurais escrito en la Edad Media. Habla de cómo sacrificarte por tu Señor y de cómo morir con honor y de toda esa mierda que sumió a Japón en siglos de guerra y sufrimiento. También habla de cómo vivir en el aquí y el ahora. El caso es que, en su momento, fueron unas escrituras sólo aptas para iniciados, un código secreto para uso exclusivo del clan Nabeshima. De ahí su enigmático nombre.




“Oculto bajo las hojas” me parece una buena forma de plasmar aquello que no se puede plasmar. Buscar el vacío en su contrario. Una acumulación de hojas.


Creo que con ésta pequeña representación de la obra de Jesús Reigosa, podéis perfectamente haceros una idea de sus capacidades exquisitas.
Poca cosa puedo añadir, sino recomendaros que si podéis os paséis por la exposición que se inauguró el dia 4 de noviembre tenéis tiempo hasta el 8 de diciembre- en la Casa del Tibet de Barcelona.




Para finalizar, me gustaría ofreceros ésta presentación, con una amplia selección de su obra.



Si deseais poneros en contacto con Jesús Reigosa, podéis hacerlo aquí:

http://zenofthings.com/

Como siempre, espero que os haya sido útil e interesante.

3 comentaris:

laura lorente ha dit...

Hola Xus!, no sé si te'n recordes de mí, vaig estar fent zen amb tú, al grup de Mataró, cap a l'any 2008. M'alegrat de veure't. Un treball magnífic, zen total. Felicitats i enhorabona! Ja sé que aquest blog no és per el Xus, però potser li ho diràs...

terraxaman ha dit...


Hola Laura,

Ja li he fet arribar el teu missatge a en Txus.
De tota manera al final de l'entrada tens una adreça web, per a comunicar-te directament amb ell.
Gràcies per seguir les entrades d'aquest blog.
Me'n alegro que t'hagi agradat l'obra del nostre amic.

Una abraçada

terraxaman ha dit...

Maite diu;
M'ha agradat el treball del teu amic. És molt net i conceptual.