dimecres, 28 de gener del 2009

5 TEXTOS LITERARIOS Y III





INTRODUCCION SINFONICA



Gustavo Adolfo Bécquer

Por los tenebrosos rincones de mi cerebro, acurrucados y desnudos, duermen los extravagantes hijos de mi fantasía, duermen por los tenebrosos rincones de mi cerebro, acurrucados y desnudos, esperando en el silencio que el Arte los vista de la palabra, para poderse presentar decentes en la escena del mundo.

Fecunda, como el leche de amor de la Miseria, y parecida a esos padres que engendran más hijos de los que pueden alimentar, mi Musa concibe y pare en el misterioso santuario de la cabeza, poblándolo de creaciones sin número, a las cuales ni mi actividad ni todos los años que me restan de vida serían suficientes a dar forma.

Y aquí, dentro, desnudos y deformes, revueltos y barajados en indescriptible confusión, los siento a veces agitarse y vivir con una vida obscura y extraña, semejante a la de esas miríadas de gérmenes que hierven y se estremecen en una eterna incubación, dentro de las entrañas de la tierra, sin encontrar fuerzas bastantes para salir a la superficie y convertirse, al beso del sol, en flores y frutos.

Conmigo van, destinados a morir conmigo, sin que de ellos quede otro rastro que el que deja un sueño de la medianoche, que a la mañana no puede recordarse. En algunas ocasiones, y ante esta idea terrible, se subleva en ellos el instinto de la vida, y agitándose en terrible, aunque silencioso tumulto, buscan en tropel por dónde salir a la luz de las tinieblas en que viven. Pero ¡ay!, que entre el mundo de la idea y el de la forma existe un abismo, que sólo puede salvar la palabra, y la palabra, tímida y perezosa, se niega a secundar sus esfuerzos. Mudos, sombríos e impotentes, después de la inútil lucha vuelven a caer en los surcos de las sendas, si cae el viento, las hojas amarillas que levantó el remolino.

Estas sediciones de los rebeldes hijos de la imaginación explican algunas de mis fiebres; ellas son la causa, desconocida para la ciencia, de mis exaltaciones y mis abatimientos. Y así, aunque mal, vengo viviendo hasta aquí, paseando por entre la indiferente multitud esta silenciosa tempestad de mi cabeza. Así vengo viviendo; pero todas las cosas tienen un término, y a éstas hay que ponerles punto.

El Insomnio y la Fantasía siguen procreando en monstruoso maridaje. Sus creaciones, apretadas ya como las raquíticas plantas de vivero, pugnan por dilatar su fantástica existencia, disputándose los átomos de la memoria como el escaso jugo de una tierra estéril. Necesario es abrir paso a las aguas más profundas, que acabarán por romper el dique, diariamente aumentadas por un manantial vivo.




¡Andad, pues; andad y vivid con la única vida que puedo daros! Mi inteligencia os nutrirá lo suficiente para que seáis palpables. Os vestirá aunque sea de harapos, lo bastante para que no avergüence vuestra desnudez. Yo quisiera forjar para cada uno de vosotros una maravillosa estrofa tejida de frases exquisitas, en la que os pudierais envolver con orgullo, como en un manto de púrpura. Yo quisiera poder cincelar la forma que ha de conteneros, como se cincela el vaso de oro que ha de guardar un preciado perfume. ¡Mas es imposible!

No obstante, necesito descansar; necesito, del mismo modo que se sangra el cuerpo por cuyas hinchadas venas se precipita la sangre con pletórico empuje, desahogar el cuerpo, insuficiente a contener tantos absurdos.

Quedad, pues consignados aquí, como la estela nebulosa que señala el paso de un desconocido cometa; como los átomos dispersos de un mundo en embrión que aventa por el aire la muerte antes que su Creador haya podido pronunciar el Fiat Lux que separa la claridad de las sombras.



No quiero que en mis noches sin sueño volváis a pasar por delante de mis ojos, en extravagante procesión, pidiéndome con gestos y contorsiones que os saque a la vida de la realidad, del limbo en que vivís semejantes a fantasmas sin consistencia. No quiero que al romperse esta arpa vieja y cascada ya se pierdan, a la vez que el instrumento, las ignoradas notas que contenía. Deseo ocuparme un poco del mundo que me rodea, pudiendo, una vez vacío, apartar los ojos de este mundo que llevo dentro de la cabeza. El sentido común, que es la barrera de los sueños, comienza a flaquear, y las gentes de diversos campos se mezclan y se confunden. Me cuesta trabajo saber qué cosas he soñado y cuáles me han sucedido; mis afectos se reparten entre fantasmas de la imaginación y personajes reales; mi memoria clasifica revueltos nombres y fechas de mujeres y días que no han existido sino en mi mente. Preciso es acabar arrojándoos de la cabeza de una vez para siempre.

Si morir es dormir, quiero dormir en paz en la noche de la Muerte, sin que vengáis a ser mi pesadilla, maldiciéndome por haberos condenado a la nada antes de haber nacido. Id, pues, al mundo, a cuyo contacto fuisteis y quedad en él como el eco que encontraron en un alma que pasó por la tierra sus alegrías y sus dolores, sus esperanzas y sus luchas.

Tal vez muy pronto tendré que hacer la maleta para el gran viaje; de una hora a otra puede desligarse el espíritu de la materia para remontarse a regiones más puras. No quiero, cuando esto suceda, llevar conmigo, como el abigarrado equipaje de un saltimbanqui, el tesoro de oropeles y guiñapos que ha ido acumulando la fantasía en los desvanes del cerebro.





UN UNIVERSO SIN ORGANIZACIÓN
Michael Moorcock (traducción y adaptación libre, por Terraxaman)

De nuevo me encuentro en la frontera entre los mundos.
Sueño y vigilia, realidad e imaginación se extienden inmensos ante mí, infinitos e iguales. Ambos me atraen poderosamente con sus coloreados hechizos, con sus múltiples y rutilantes anuncios de neón, con las iridiscentes posibilidades de sus laberínticos diseños, por los fértiles, alegres, temibles, solitarios caminos que se abren incesantemente a mi albedrío.
Aquella era una noche como cualquier otra. Mi habitual ceremonia de despedida del día, me había conducido al lugar desde el que ya no es posible volver atrás. Aquel terrible promontorio desde el que se divisan las tinieblas, la locura y extraños deberes que los otros no pueden comprender.
Sentí como si el espacio de la habitación se alejase de improviso de mí en todas las direcciones, el universo entero se expandía a mí alrededor, como un desordenado tumulto de fuerzas y energías, sin dirección, sin sentido.
Mi mente, educada en el racionalismo cartesiano, no podía admitir el inconcebible espectáculo que se desarrollaba frente a mí. ¡No!, no podía admitirlo y sin embargo, sin poder evitarlo, fui obligado a adentrarme más y más, en aquella masa trepidante, mientras en mi interior, las opuestas fuerzas de atracción y pavor iniciaban una violenta y desgarradora guerra. Intentaba con todas mis fuerzas, de huir de un conocimiento que no me atrevía a asumir.





Instantes después, no podía esconderme de lo que estaba viviendo, experimentando y percibiendo. Sin transición, tan solo observando atentamente aquella convulsa masa, aquel danzante caos, me permitió intuir entre los erráticos arabescos tridimensionales, una especie de imposible diseño oculto, como una inconcebible geometría orgánica y no euclidiana que imprimía un peculiar y cambiante desorden. Fue como un fogonazo repentino que iluminase desde dentro al universo entero y en ese instante infinitesimal y al mismo tiempo eterno, pude comprenderlo todo.
Repasaba después los diversos aspectos de aquella extraña danza palpitante y recordé que en ella el tiempo no tenía ningún orden. No era como pensaba, un flujo continuo. No avanzaba en ninguna dirección, no iba de atrás hacia delante, tampoco hacia atrás, no giraba en círculos, pero no se mantenía quieto.
La imagen que quedó en mi memoria de aquel universo no tenía lógica, tampoco tenía un propósito, ni principio ni fin…existía tan sólo como una anárquica masa de gases, sólidos, líquidos, formando aquí y allá, algunos contornos accidentales y fragmentarios, inconclusos.
En determinados lugares del conjunto, parecía como si esos perfiles estuvieran a punto de conformar un perfil reconocible, identificable, una imagen caleidoscópica, con sus leyes, sus direcciones, en fin, su sentido.
Pero cuando parecía que iba a poder captar la lógica del detalle, un nuevo movimiento descubría la verdad intrínseca de la realidad de aquel universo, en el que no había sino un caos, un estado de flujo permanente. Era ese fluir en permanente cambio, la única cosa constante que en él pude descubrir.



El tiempo y el espacio no se formaban de acuerdo a unas determinadas leyes físicas, matemáticas o musicales. El universo que se abría ante mi asombrada percepción, el mundo en que vivía, o cualquier otro mundo que imaginar pudiera, en realidad podía desintegrarse con todos sus elementos en cualquier momento, o podía haber aparecido en el instante inmediatamente anterior, incluyendo los recuerdos de todos.
Caos, flujo, muerte eterna. No había allí solución a ningún problema, respuesta alguna para nadie, ninguna verdad, ninguna luz. Ni siquiera la más absoluta obscuridad.
En esos momentos, recuerdo me invadió un terror inexpresable. Desde lo más profundo de mi ser surgió un silencioso grito que se expandió en todas las direcciones. El horror más gélido se asentó en mi corazón… Y mientras más crecía mi terror, mayores eran mi desconcierto, mi desesperación y mi angustia, pronto me hallé en el ojo de un aullante huracán de demencia. No obstante, una fuerza misteriosa me empujaba más allá, más allá, más adentro, más adentro…
El universo sin forma, empezó a desvanecerse a mí alrededor… La materia se desintegraba, desaparecía. Incluso aquello a lo que podía identificar como mi propio cuerpo se disolvió.
En el siguiente instante era como una consciencia pura flotando en el vacío…
Poco a poco, comenzaron a desdibujarse mis sentimientos y pensamientos, mi propia identidad, incluso la sensación de movimiento constante y perpetuo desapareció. De pronto me asaltó el convencimiento de que había muerto…Nada podía sentir, oír, ver o saber…Flotando en el vacío, tan sólo una consciencia pura… No pensaba, no había ningún órgano con el que pensar; no tenía nombre, ni recuerdos, ni cualidades, ni atributos, me limitaba a estar allí, a permanecer allí, consciencia pura…
Igual que la nada…
No había tiempo de ningún tipo, una milésima de segundo duraba exactamente lo mismo que un billón de eras…
No había espacio, arriba, abajo, cerca, lejos no expresaban absolutamente nada.
Después, cuando recordaba aquella experiencia, fui incapaz de saber el tiempo que permanecí en aquel paréntesis de vacío, de vacío absoluto sin matizaciones. Tan sólo pude percibir algo cuando empezó a surgir… Inicialmente era un sentimiento impreciso, algo nebuloso. Más adelante se fueron añadiendo otras cualidades y reapareció el movimiento.
La caótica materia se fue haciendo perceptible…partículas desorganizadas, energías en flujo y líneas ondulantes, vibraciones. De tanto en tanto percibía breves manifestaciones de fugaces aglomeraciones de caos. Sin saber bien porque, enfoque algo a lo que llamaré mi inteligencia en una de aquellas aglomeraciones de partículas y descubrí asombrado que bajo el impacto de mi voluntad ¡se movió!.
En mi mente se formó una imagen, casualmente fue la de una mujer y la ordené en medio de aquel caos sin forma… Instantáneamente, de entre el oscuro y caótico fluido, encendida por desordenados fogonazos de luz, surgió una mujer de entre la caótica materia. Se movió, me miró y me dirigió una dulce sonrisa.




No había dudas. No era sólo una imagen mental, sino que estaba viva, tangible, sensible, perfecta. No se porqué, pero perdí la concentración y dejé escapar aquella imagen que lentamente se desvaneció y fue sustituida por el caos de partículas y energías de antes. Aún por unos instantes, una especie de nube se mantuvo unida, pero después se disolvió con suavidad.
Había descubierto el poder inherente a la condición humana y con ello un gozo inexpresable. ¡Podía hacer cualquier cosa!. Me pasé eras enteras experimentando, creando todo lo que se me ocurrió. En una ocasión creé un universo entero, con sus mundos y civilizaciones que vivían en armonía, colaborando en la construcción de un Paraíso…
Sabía que todas las intenciones, todos los pensamientos por imprecisos o grandiosos que fueran se traducían en la realidad hasta en sus menores detalles.
Después surgió mi nombre en mi propia consciencia, acompañado del pensamiento de: eso soy yo.
La materia se congregó lentamente a mí alrededor. Pronto tuve de nuevo un cuerpo y un conjunto de recuerdos…
¡Volvía a haber tiempo! ¡Volvía a haber espacio!
Pero ahora ya podía aceptar un universo sin organización.


dilluns, 19 de gener del 2009

LA LEYENDA DE LEDA Y EL CISNE EN EL ARTE.


LEDA Y EL CISNE



Nuestra mitología, la griega, como la celta, o la de cualquiera de las otras culturas y civilizaciones que pueblan el planeta, es rica en historias e imágenes que acercan a los lectores, o veedores –como en éste caso- a unos conocimientos y sugerencias que difícilmente podrían encontrar por los caminos tradicionales de la filosofía o de la ciencia.
Así la mitología no pierde importancia como adyuvante de la sabiduría, al ofrecernos la posibilidad de reflexionar sobre aspectos de la realidad a los que no tendríamos acceso por los más trillados de la razón.
Las historias de esos dioses antiguos de la mano de los artistas que a lo largo de los siglos nos las han ido narrando, parece que siempre se dedican a actividades sensuales, juegan y se persiguen unos a otros, despiertos o dormidos, exponían esplendorosamente su desnudez; se bañaban en placeres refinados y una larga serie de etcéteras.
La mayoría de esos juegos, aunque a veces no lo parezca, por su disfraz alegórico o por la discreción del artista, tienen una clara finalidad erótica, aunque hoy ya sabemos que la sexualidad que atribuimos a los dioses, no es sino la prolongación de los deseos inconfesables de los hombres.


Cómo ya hemos visto en otros mensajes la relación entre lo erótico y el arte parece ser una de las constantes fuentes de inspiración de los artistas a lo largo de la historia como podemos ver aquí:






y aquí:






Es muy probable que haya sido así a lo largo de la historia entera de la pintura, desde el antiguo arte rupestre con sus vulvas y representaciones fálicas, significando lo divino, además de un sueño de inmortalidad, una promesa de fertilidad y de poder sexual que compensaba las limitaciones humanas.

Zeus de Ingres.



De entre el espeso bosque sagrado de la mitología griega, es sin duda Zeus el gran protagonista. Sus travesuras se extienden por todas partes, el gran perseguidor, el gran seductor, amante absoluto, villano cósmico que no se detiene ante nada para satisfacer su capricho. Io, Danae, Antíope, Sémele y Leda, entre muchas, muchas otras, serán algunas de las que recibirán las atenciones del desinhibido Zeus y alrededor de cada una de ellas, los grandes autores de la mitología y los no menos grandes artistas de nuestra historia, han ido tejiendo con la palabra y/o la imagen maravillosas y sugerentes historias.


Io

Io de Correggio.




Empecemos con la historia de Io, aquella mujer que erraba por toda la tierra cruelmente castigada a ser hostigada perpétuamente por el tábano al que la había sometido la celosa y vengativa Hera, la esposa-hermana del dios.
El turbador cuadro de Correggio, nos muestra el momento en que el amenazador amante –Zeus- aparece oscuramente –como una niebla- sobre Io, como aplastándola. El espectador no puede dejar de conmoverse ante lo que sucede ante sus ojos, la atracción que ejerce el encuentro entre la violencia y la belleza, algo inconfesado es cierto, pero irreprimible, debe tener algo que ver en relación a nuestra antigua memoria de cazadores, que nos empuja al goce ante el espectáculo del acecho, o destrucción de la belleza, de tal manera, que resulta más tentadora cuanto mayor sea la amenaza que se cierne sobre ella.
Injustamente atrapada entre las maestrías de Leonardo y Rafael, la de Correggio ha pasado más desapercibida cuando, sobretodo en su captación de lo erótico participa de una y de otra. Sus desnudos son extraordinariamente voluptuosos aunque contenidos por una voluntad de mantenerse fiel al clasicismo. Entre los diversos desnudos de éste pintor, sobresale éste: el de Io, sin duda el más perfecto, en el que nos representa a la mujer momentáneamente divinizada por el goce del dios. Y en particular a destacar la expresión del rostro de Io, que anticipa lo que serán los “rostros del éxtasis” de los que hablaremos más adelante.
Correggio posee una gran capacidad para aunar energía y delicadeza, fruto del desarrollo de la pintura italiana, por un lado, el cada vez más contrastado tratamiento de los cuerpos que culmina en la detallada exaltación de la morfología anatómica y que tiene una continuidad en la obra de Massaccio, Piero della Francesca, Mantegna y que culmina con Miguel Ángel, en lo que podríamos denominar una especie de escultura pintada; y del otro, el poderoso impacto de Leonardo y Rafael. Del primero extrae una nueva atmósfera, difuminada y neblinosa, suavizando así una geometría demasiado evidente, del segundo, una delicadeza gracias a la cual los cuerpos pierden el peso excesivo que a menudo ocasionaba la búsqueda de la perspectiva corporal.
Ésta singularidad de Correggio aún se hace más evidente cuando observamos su maestría para la ilusión visual, llevada hasta extremos que nos anuncian la escena barroca; ahondando en la expresión dramática de la luz, convirtiéndose en pionero de la iluminación de la piel, gran contribución del Barroco a la sensibilidad pictórica y que tendría en Caravaggio el maestro definitivo.
Es muy posible que el carácter inquietante, además de incisivamente erótico de ésta obra, esté relacionado con la inédita luz que Correggio incrusta en el cuerpo de la muchacha y que la condena a flotar en una oscuridad, de la que también el espectador se hace partícipe.
Dotada de un aura que no se identifica sólo a través del color, envuelta en una atmósfera que no es el simple fruto de su luz, impregnada de una vida que va más allá de la destreza con que sus líneas han sido trazadas, es irreductible como una obra maestra y peligrosa, como una obra que tal vez, no debió de ser nunca pintada pero que, para irritación de algunos y fortuna de otros, se salvó de su propio naufragio.
La turbación que ésta obra promueve, le ha otorgado una azarosa vida de admiraciones y odios. Así, en el S.XVIII Luis de Orleans propietario del cuadro, tuvo un acceso de puritanismo y ordenó su destrucción dándole, al parecer una primera puñalada. Los restos fueron recompuestos secretamente y ha logrado sobrevivir hasta nuestros días.



Danae


La historia de Danae es quizás una de las que a inspirado una mayor cantidad de obras de arte. En ésta ocasión haremos sólo una pequeña aproximación.
En permanente estado de celo y como participando en un continuo baile de disfraces Zeus se precipitaba ingeniosamente sobre cuanta muchacha se pusiera a su alcance. Tras Io, aparece Danae, sobre la que el padre de los dioses caerá como una fina lluvia de oro. De esa unión nacerá el gran héroe Perseo, otro de los grandes protagonistas de la historia del arte.




Perseo de Cellini.


De entre la multitud de obras que han recreado éste conocido mito destacaríamos la Danae de Tiziano,



o la de Rembrant





o la de Artimisia Gentileschi




Y para poner un ejemplo de pintores contemporáneos, veamos la excelente interpretación que del tema realiza el gran pintor austríaco, contemporáneo de Freud, Gustav Klimt.


Pero la obra que nos gustaría comentar es la del pintor flamenco Jan Gossaert, más conocido como Mabuse




Se trata de una obra inquietante, esa muchacha joven aprisionada en el interior de un templete de características claramente renacentistas que sitúan para el contemporáneo el mito en el terreno de la cotidianidad, que mira sorprendida esa lluvia de oro por la que Zeus se introduce en ella. Mirada, por otra parte, a medio camino entre el deseo y el miedo, como solía suceder a aquellas que se cruzaban en el camino del dios.
La obra de Gossaert borraba cualquier tipo de distanciamiento alegórico y cumplía –para los contemporáneos, ¡claro está!-, la inmediatez temporal que exige el erotismo, para envolver a los sentidos.


Antíope.





Antíope de Watteau.



Con Antíope, el padre de los dioses se muestra menos sutil y en lugar de niebla, como en el caso de Io, o de la lluvia de oro, como en el de Danae, elige aquí la apariencia de sátiro, desgraciadamente al igual que Io, Antíope sufrirá penosamente las consecuencias de la acción del dios, mientras que Zeus desciende sobre las maravillosas formas femeninas sin escrúpulo alguno y permanece siempre ajeno a toda culpa, como si la auténtica condición divina fuera la ausencia absoluta de mala conciencia.
En la obra de Watteau, Zeus bajo el disfraz de un sátiro, tras descubrir el cuerpo de la mujer, se dispone a recrearse en su desnudez. La oscura figura masculina, acentúa la luminosidad de la femenina. Zeus aparece como un intruso, que desnuda y observa, de manera cálida y directa, el cuerpo de Antíope.
El impacto visual de ésta pintura deriva del instante escogido por Watteau, el primer momento de la desnudez de una mujer, domina sobre la desnudez completa. El espectador supone que el brazo del sátiro acaba de desplazar la ropa que cubría el cuerpo de Antíope quien dormida todavía, se expone ahora a la detenida contemplación del sátiro, pero también del observador de la obra. Ambos miran el vientre de la muchacha que con su luz atrae la mirada en un primer instante, para reconocer después el resto del cuerpo.
Nada es comparable a lo que sentimos al observar por primera vez la desnudez de la inminente amante, la revelación de lo nuevo, la eliminación del último velo que cubre lo inédito, siempre supone la irrupción del erotismo, por alejado que nos parezca el ámbito de lo sometido a descubrimiento. La visita a una nueva ciudad, la travesía de una región desconocida, un viaje a un lugar deseado, pero también determinadas emociones estéticas, los descubrimientos astronómicos, los descensos a mundos microscópicos, tienen mucho que ver con ese sentimiento erótico, creando esa atmósfera excitante que nos sitúa más allá del cielo o del infierno, en la antesala de ese erotismo cósmico, universal que según los antiguos griegos mantenía unidos los diversos planos de la existencia.
Gracias a esa atmósfera podemos reconocer la esencial continuidad que se produce entre esferas aparentemente alejadas entre sí y el mundo, puede ser percibido como una especie de cuerpo de cuerpos, en el centro del cual se encuentra la visión de la desnudez primera del cuerpo deseado. La forma de las formas, la metáfora de todas las metáforas. Por eso mismo, los pintores han tratado tan a menudo, convertirla en rehén de su mirada.



Sémele.



Antoine Caro : "La Aphoteosi de Sémele"

Sémele hija de Cadmo, rey de Tebas y Harmonía; es hermana de Ágave, Autónoe, Ilirio y Polidoro, pero se la conoce por ser la madre de Baco o Dionisio. Era la más bella de las doncellas consagradas a Zeus. Se la supone rubia y por ello se la asocia con el vino blanco.
Sémele recibía a Zeus secretamente en sus habitaciones. Recelosa Hera, esposa de Zeus, tomó forma de la vieja Béroe, nodriza de Sémele y acudió junto a ella. Intentó convencerla de que abandonara su relación con Zeus, pero al no conseguirlo decidió castigar a la atrevida amante de su esposo. Para ello empezó a decirle que su amante no era Zeus, sino un hombre corriente que se aprovechaba de su ingenuidad, que le pidiera alguna prueba de su divinidad.
Convencida por fin, Sémele pidió a Zeus que le demostrara su poder, y éste, encantado porque Sémele iba a darle un hijo, le prometió concederle cuanto le pidiera; ella, aleccionada por Hera, le pidió que se le apareciera con todo su esplendor. Aunque Zeus intentó convencerla de que pidiera otra cosa, ella no quiso y Zeus tuvo que cumplir. Al aparecer en todo su esplendor de dios, los rayos que despedía abrasaron a Sémele.
Hermes arrancó del vientre de Sémele al hijo nonato y lo cosió al muslo de Zeus. Varios meses después nació el niño, llamado Dionisio (‘dos veces nacido’) y también Diméter (‘el de dos madres’).



Seleme Gustav Moreau





Se dice que más tarde, Dionisio logró rescatarla del Hades, y la hizo inmortal dándole el nombre de Tione, ‘la ardiente’, hoy adorada como diosa del matrimonio. Para ello descendió por Lerna al Tártaro, donde sobornó a Perséfone con el regalo de un mirto para que dejase en libertad a su madre difunta, quien ascendió con él al templo de Artemisa en Trecén. El nombre lo acordó Dionisio con Zeus para evitar el enojo de Hera y los celos de otras almas. Una parte de la constelación llamada Corona Australis o Carcaj de Sagitario tiene el nombre de Trenza de Tione, en honor a la nueva diosa.
Sémele, en uno de los mitos es la fundadora o diosa de la raza negra, pues subió al cielo ennegrecida por el fuego de Zeus que le causó la muerte.


Leda


Tras Io, Danae, Antíope y Sémele, le corresponde el turno a Leda, la protagonista de estas páginas.
Casi tan representada como la historia de Danae, la leyenda de Leda y el Cisne a proporcionado excusa a una gran multitud de artistas de todo tiempo, desde la antiguedad clásica hasta nuestros días, para representar diversos aspectos del erotismo como podemos ver, ordenados cronológicamente:
http://terradesomnis.blogspot.com/2009/01/leda-y-el-cisne_23.html
Ir al mensaje anterior, allí podreis contemplar una presentación con una buena selección -sin pretensión de ser exhaustiva, ni mucho menos- de las obras que a lo largo de la historia de la pintura y de la escultura han representado ésta leyenda.










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Leda: hija de Testio (rey de Etolia) y Eurítemis. Pertenece a la raza de Deucalión, hermana de Altea e Hipermestra (o Clitia y Melanipa, dependiendo de la tradición). Se contaba que era hija natural de Glauco (hijo de Sísifo) y Pantidía, casada luego con Testio, que adopta a Leda.Se casó con Tindáreo cuando se refugió bajo el brazo de Testio, tras ser expulsado de Lacedemonia por Hipocoonte y sus hijos. Heracles devolvió el trono de Lacedemonia a Tindáreo, que volvió con Leda como su mujer.Tuvo varios hijos, algunos con él y otros de Zeus: Timandra (mujer de Équemo), Clitemestra (esposa de Agamenón), Helena y los Dioscuros (Cástor y Pólux). Los trágicos añaden Febe a esta lista.

Sobre la posesión por Zeus en forma de Cisne, hay varias versiones: en una se cuenta que Helena era realmente hija de Zeus y Némesis. Cuando Némesis se transformó en oca para escapar de Zeus, éste se metamorfoseó en Cisne y la violó, engendrando en ella un huevo, que Némesis abandona. Un pastor –en otras versiones Hermes- lo encuentra y lo entrega a Leda, que lo guarda en un cofre hasta que de aquél nace la hermosa Helena, que Leda adopta.
La otra leyenda, la más corriente y adaptada al arte narra cómo Leda, cuando caminaba junto al río Eurotas, fue violada por Zeus, transformado en cisne y fingiendo ser perseguido por un águila. Como consecuencia, puso dos huevos de los cuales nacieron cuatro hijos: Helena, Clitemnestra, Cástor y Pólux –los Dioscuros-, aunque solo Helena y Pólux son considerados hijos de Zeus. Leda luego es divinizada por Némesis, la diosa del castigo justo.
Entre la enorme cantidad de representaciones artísticas de todo tipo a que ha dado lugar el mito de Leda, me gustaría empezar por una comparación casi imposible, pues coincidieron poco en los temas de sus representaciones, de cuatro de los mejores pintores de la historia Leonardo, Rafael, Miguel Ángel y Tiziano quisieron dejarnos su reflexión sobre éste mito, vale la pena observarlos:



Cópia de Cesto del Original perdido de Leonardo da Vinci



Copia de Francesco Brina del original perdido de Michelangelo Buonarruoti, del que en las diapositivas podemos ver la copia realizada por Ammanati -escultura- uno de los pocos discípulos de Michelangelo y la de J.P. Rubens muy semejante a la del "divino".



Proyecto para Leda y el cisne de Rafael Sanzio










Y finalmente la del veneciano Tiziano, "Leda y el Cisne" aunque quizás no sea su obra más lograda, son evidentes sus similitudes con la llamada Venus de Urbino que si será una de las obras más famosas de ese extraordinario pintor.
Cada cual puede sacar sus propias conclusiones sobre la grandeza de estos verdaderos "monstruos" de la representación pictórica, ya se sabe, sobre gustos...
Pero veamos una versión algo más detallada del mito extraída de la pág.:

http://leopoldoperdomo.com/Afrodisia.html



De la que me he permitido eludir determinados parágrafos demasiados explícitos, quizás por un extraño pudor, habida cuenta de que una parte significativa de los lectores de mi blog son bastante jóvenes, y aunque soy perfectamente consciente de que nada de lo que se dice en aquel texto les sea desconocido o motivo de turbación, en ocasiones, una autocensura me lleva a preferir evitar la publicación de aspectos demasiado evidentes, para todos, en el enlace anterior encontraran el texto completo en castellano.
“Cuenta Herodoto que las únicas dulzuras que se le conocen a Zeus Poderoso son los momentos en que queda dominado por el espíritu de Afrodita. Y ahora mismo empiezo con la historia que es muy poética e instructiva. Había una princesa muy bella llamada Leda que gustaba de tumbarse en un prado de fina yerba, escuchando el canto de las cigarras. Yacía con frecuencia así, con los muslos desnudos al sol y expuestos a las miradas indiscretas de los dioses. Una corneja parlanchina, que volaba por aquellos parajes, empezó a dar escandalosos graznidos al ver a la princesa semidesnuda. De todos es sabido que las cornejas son muy sensibles a la belleza desnuda de las princesas. Atraído por esta algarabía, el divino Zeus, que iba camino de Troya, se acercó para ver lo que pasaba. Y al contemplar la belleza sin par de la princesa quedó prendado de ella en un instante. Pues ya sabéis que las pasiones de los dioses se desatan en cualquier momento impredecible. Así que, temiendo asustar a la princesa, con su figura gloriosa y resplandeciente, tomó la forma de un cisne de gran tamaño y orgullosos ademanes. Pues los dioses saben que las princesas siempre se chiflan por las cosas bien medidas. Y añade la historia que las plumas de este cisne eran blancas como la nieve. Con este disfraz, el dios se acercó para cortejar a la princesa. Ésta a la vista de este bello cisne levantó su cuerpo y quedó sentada sobre la yerba para ver mejor el prodigio. De modo que el cisne divino empezó a pavonearse, con gran excitación, pasando por delante de la princesa, una y otra vez. Y de cuando en cuando, agitaba con fuerza sus alas blancas, provocando con este gesto un huracán de lujuria concupiscente. En otros momentos, el cisne movía con lascivo vaivén su dulce y sensible cola enamorada.





"Andaba el cisne excitado, cuando de pronto estiraba su largo cuello y hacía sonar la dulce trompeta de su voz enardecida por los deseos amorosos. Estos pavoneos y este trompeteo fueron encendiendo una llama de pasión en el corazón de la princesa.
La pasión de la princesa fue subiendo, ya no dudó en echarse sobre la dulce yerba separando sus níveos muslos para aceptar sobre su cuerpo al enorme cisne enamorado. Éste colocó sus palmeadas patas sobre el vientre mullido de la princesa que notó un gran placer al sentir el peso de aquella divinidad alada. Así que vivió aquellos momentos con un gran deleite. Eso le dejo la respiración y todos sus músculos en constantes agitaciones.
Y esto ocurría una y otra vez. Y se generaba en su cuerpo un gozo inmenso que la princesa jamás había conocido. En estas andaba la pareja cuando el cisne enamorado alongó su cuello buscando la boca de la princesa. Ésta abrió sus labios para aceptar el pico divino. Fue en ese instante cuando la divinidad batió con fuerza sus poderosas alas. Y se dice que el divino cisne lanzó un potente sonido por su cuello trompetero. Tanta debió ser la fuerza del sonido que vino a oírse en toda la tierra del Peloponeso. En respuesta a este orgasmo divino, las nubes lanzaron un increíble aguacero de lluvia caliente sobre ellos y enseguida se oyó un trueno que estremeció la tierra. Y dicen que el aire se llenó de excitantes aromas que invitaban al amor. Y estos efluvios penetrantes y placenteros se esparcieron por toda la región durante años. En esas siguieron los enamorados, durante días y días. Y lo hacían ahora y otra vez minutos más tarde. Estos justificados motivos no les dejaban hacer ni pensar en otra cosa que tuviera mayor interés. A los treinta días, y como consecuencia de estas dulces copulaciones, la princesa puso un huevo semi-divino de notorias dimensiones. Y de este huevo sin igual nacieron tres seres maravillosos: Helena, Castor y Pólux. Estos seres encantadores dieron origen a muy bellas historias para que pudieran comer con ellas los poetas que cantan en los banquetes”.
La representación del Mito de Leda la encontramos ya en el período de la Grécia clásica, en pinturas, mosaicos, objetos decorativos, votivos o rituales, o de uso común como podemos ver en la siguiente ilustración de una vasija de cerámica del S.III aC.





O en éste relieve encontrado en Roma del S.I de nuestra era.




Continuando con el texto:
“Algunos dicen que, como premio a los dulces servicios, la princesa Leda fue convertida en diosa.
Pero, la divina Hera, esposa y hermana de Zeus, llevaba muy mal los cuernos. Así que tuvo un justificado ataque de celos. Hacía cuatro semanas que no veía a su marido por el lecho nupcial. Enterada de todo lo ocurrido por una corneja de lengua muy suelta, puso guardias armados a las puertas de bronce del Olimpo y jamás permitió que la princesa pisara los predios sagrados del monte. En consecuencia, Zeus compensó a la princesa con un espacio vacante en el cielo. Y la colocó como una nueva estrella, que brilla con amoroso parpadeo, en la constelación llamada del Cisne. En las noches de verano nos tumbamos perezosamente sobre la dulce yerba y miramos las estrellas del cielo. Al ver el parpadeo de las estrellas del cisne, recordamos la aventura maravillosa de la princesa Leda y el divino cisne enamorado. Y con estos dulces pensamientos reforzamos los fundamentos de nuestra fe sincera”.




La visión de Correggio de Leda…
Tampoco la literatura a escapado a la atracción del mito, podemos leer a continuación un poema del gran escritor inglés Yeats:


Una ráfaga súbita:
las magnas alas desplegadas
sobre la doncella vacilante,
los muslos acariciados
por las negras palmas,
en el cuello el pico preso;
indefensa y sujeta pecho contra pecho.
¿Cómo pueden esos frágiles dedos aterrados
defender los mansos muslos de la gloria alada?
Y ante ese blanco torrente,
un cuerpo así tendido,
¿qué hace salvo sentir el palpitar desconocido?
Un espasmo en la entrepierna concibe
el muro caído, el techo y la torre ardiendo,
a Agamenón y su muerte.
Tan impotente,
tan rendida ante el brutal hijo del aire,
¿unió ella al recibirlos el saber y el poder
antes de que el indiferente pico la dejara caer?





Si sobre Io se cierne la amenaza, si Danae se turba ante la incomprensión de lo que sucede, si Antíope ofrece el instante mágico de la primera desnudez, si Sémele muere abrasada por el amor divino, Leda es la imagen misma del abandono al goce.
La representación de Carroggio anteriormente vista, resulta una de las más delicadamente sensual de las múltiples interpretaciones de ese instante supremo, las muchachas pintadas por Carroggio, de silueta tan equilibrada, conservan una expresión de dulce tensión entre armonía y abandono, vencidas por un poder ajeno pero, al mismo tiempo, extrañamente vencedoras.
El componente onírico de las “hazañas” de Zeus, se manifiesta claramente cuando el cuello del cisne se desplaza entre las piernas de Leda, como se manifiesta en la versión de Miguel Ángel, a la que seguirían muchas otras…
Entre ellas podríamos considerar la de Warren Ford:


O la versión de Rubens:








En la que se recoge con fidelidad, el rostro de Leda en el culminante momento de abandono en el placer inesperado e inevitable que había incluido Miguel Ángel y que será desarrollado en muchas otras pinturas, dando lugar a uno de los mayores desafíos pictóricos a los que ha tenido que enfrentarse la historia del arte: "Los rostros del éxtasis”.

Los “rostros del éxtasis”

Las siguientes palabras de Santa Teresa:
"Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aún harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo al su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento"
Inspiraron al genial Bernini, la famosa escultura el “Extasis de Santa Teresa”, de la que podemos observar un fragmento,








Y que poco tiempo después repetiría, quizás aún con mayor acierto en su Beata Ludovica Albertoni:







De la que podemos ver un detalle:







Ambas constituyen las insuperables cumbres de esos “rostros del éxtasis” que merecerían un tratado completo de su representación a lo largo de la história del arte.
Con la ironía que caracterizaba al mejor Dalí, en 1933 realizó un fotocollage titulado el Fenómeno del Éxtasis:







En el se mezclaban decenas de caras procedentes de esculturas y fotografías, como perfecto conocedor de la tradición pictórica, con esa composición trataba de capturar un instante esencial del arte europeo para someterlo a un giro surreal.
Lo importante es la capacidad de Dalí para registrar una conquista suprema de la expresión artística, pues los “rostros del éxtasis” son desde el renacimiento, una auténtica prueba de fuego para escultores y pintores, dado que en ellos debe exteriorizarse la compleja simbiosis entre vacío y plenitud, entre poder y pérdida, entre dolor y goce. Lo sexual y lo sagrado conviven en una frontera de casi imposible representación.




Éxtasis



Para los que deseen una información detallada sobre las transformaciones físicas y espirituales provocadas por el éxtasis asociado a la culminación de las relaciones sexuales podeis leerlas aquí:


http://terradesomnis.blogspot.com/search/label/Eros%20y%20Tanathos


La aparición de la fotografía condicionó sobremanera la captación de esos instantes a medio camino entre el vacío y la plenitud, las técnicas mecánicas y/o digitales permitieron la precisa reproducción de esa “petite mort”, como podemos observar en la siguiente fotografía:









Incluso una de las pags. Web más vistas de toda la red “Beatiful Agony” se ha especializado en ese intento, hasta el punto –en mi opinión- que desbordando el erotismo se introduce directamente en lo que podríamos llamar pornografía, si bien los límites entre el uno y la otra sólo tienen como barrera la del buen gusto y como sabemos todos, eso del “buen gusto” varía según las culturas, los tiempos y –incluso- de los individuos que a ella se enfrentan.



Por nuestra parte, abandonaremos el tema de la fotografía – o del cine-, a la espera de otro momento, para continuar por el camino del arte más tradicional.
En los “rostros del éxtasis” se encarna la paradoja mística de intentar expresar en piedra, pigmento, palabra o música lo que aparenta ser inexpresable, por su irreductible invisibilidad, cuando se acepta lo divino, por su fulgurante fugacidad, en una de las cumbres sensitivas de la humanidad. La abierta corporeidad, incluso directa sexualidad a la que nos retraen las palabras de la Santa, o de muchos otros místicos es tan congruente con los rasgos místicos que acaban acompañando a toda poesía erótica, porque como hemos podido comprobar reiterativamente, dios irrumpe en los límites del cuerpo, pero en igual medida el cuerpo, en su máxima tensión y abandono, crece en los márgenes de lo divino, hasta llegar a confundirse, a identificarse.
Pero volvamos por un momento a nuestra Leda,





El poeta nicaragüense Rubén Darío, una de las cimas de la poesía en lengua castellana y padre del simbolismo, nos explicaba así el mito:


"El cisne en la sombra parece de nieve;
su pico es de ámbar, del día al trasluz;
el suave crepúsculo que pasa tan breve
las cándidas alas sonrosa de luz.
Y luego, en las ondas del lago azulado,
después que la aurora perdió su arrebol,
las alas tendidas y el cuello enarcado,
el cisne es de plata, bañado de sol.
Tal es, cuando esponja las plumas de seda,
olímpico pájaro herido de amor,
y viola en las linfas sonoras a Leda,
buscando su pico los labios en flor.
Suspira la bella desnuda y vencida,
y en tanto que al aire sus quejas se van,
del fondo verdoso de fronda tupida
chispean turbados los ojos de Pan.




Algunas de las representaciones del mito son de una gran inocencia:
Como la del mayor de los hermanos Ghirlandaio, Ridolfo:



O sencillamente, buscan una interpretación divertida, incluso satírica de la contemporaneidad:






Barks
Pero la mayoría llevan su mensaje hasta el límite, o lo traspasan:








En algún caso, como en el de Fred Einaldi,







Enlaza con aquel intento de representar los “rostros del éxtasis” sometiéndose al mismo principio que utiliza la poesía: expresar lo inexpresable es situar la representación artística en una franja fronteriza, más allá de la cual se anula la posibilidad del lenguaje, puesto que, en un sentido inmediato, acechan el silencio y la muerte.
Más allá de las facciones de Santa Teresa, o de la Beata Ludovica por poner dos ejemplos, no puede haber sino la morfología de la nada. Diversos son los artistas que han intentado dar forma a esos “rostros del éxtasis”, fijémonos en el “Esclavo Moribundo” de Miguel Ángel:
O a otra de las grandes y más conocidas obras de Bernini Apolo y Dafne:







O la no menos conocida de Cánova "Eros y Psiqué".


El famoso "Beso" de Rodin estaría en la misma línea:



O para recurrir a un ejemplo más próximo a nuestros días la “Madonna” d’Edward Munch.







El “rostro del éxtasis”, obstáculo iniciático, prueba de fuego para los artistas, reúne en el momento mágico de la representación dos corrientes antagónicas, plenitud y vacío que luchan entre sí hasta culminar en esa particular extenuación que caracteriza las grandes obras pictóricas y escultóricas. Cima de lo erótico, en el rostro extático se disuelve finalmente el erotismo en una mezcla de seriedad, peligro y melancolía que acaba siendo coercitiva para la sensibilidad del espectador: la amenaza de muerte es demasiado potente y demasiado real.
Otro gran poeta, Rainer María Rilke trata de exponernos su particular visión del mito de Leda:


Cuando el Dios requirió adoptar su cuerpo
casi lo intimidó sentir tan bello al cisne;
se dejó ir, extraviado del todo,
mas pronto su impostura lo hizo actuar,
antes de que pudiera ese desconocido
modo de ser ensayar. Ella, abierta,
reconoció a quien venía en el cisne
y supo de inmediato que él pedía
algo que ella, perdida en la lucha,
no supo defender. Él descendió
y, con su cuello, hizo a un lado la mano
debilitada. El Dios se extravió en ella,
sintiendo sólo entonces su plumaje
y fue de verdad cisne en su regazo.


El simbolismo del cisne






Cisne de plata, autómata del S.XVII





Para acabar, veamos según el diccionario de símbolos cual es el significado del Cisne. Digamos de entrada el Cisne tiene un significado de una gran complejidad. El cisne en el mundo griego estaba consagrado a Apolo como dios de la música, por la mítica creencia de que poco antes de morir, cantaba dulcemente. Aunque el cisne rojo es fundamentalmente un signo solar, la mayoría de los significados del cisne hacen referencia al cisne blanco ave de Venus, por lo que en poesía y literatura, es una imagen de la mujer desnuda, la desnudez permitida, la blancura inmaculada.




El cisne representa la pureza, la vida longeva, pero también el dominio sobre la emoción, pues el lago es su elemento, su cualidad es el discernimiento, pues cuenta la leyenda que una vez el emperador de China dejo caer en el lago leche y los cisnes bebieron la leche sin tomar una sola gota de agua del lago. Se le asocia con la fuente de la juventud, el elixir de la inmortalidad
Más próxima, en la mitología celta y/germànica, el cisne es un símbolo unido siempre a los Caballeros del Grial. El gran Wagner popularizó en Lohengrin la figura del Caballero del Cisne,





Retrat de Lohengrin.


¿Por qué? Porque el cisne es un animal que tiene la particularidad de que puede volar por los aires, puede caminar sobre la tierra, puede nadar en el agua y puede bucear en su interior. Es decir, es un ser capaz de actuar conscientemente en distintos mundos. Por eso se le ha
utilizado siempre como símbolo del Iniciado, capaz, mediante su cuerpo alma, de viajar por los planos superiores, capaz, mediante su cuerpo físico, de actuar en la tierra como un hombre más y capaz, como Auxiliar Invisible, de atravesar inmune el fuego, el agua, el aire y la tierra. Ésta es la primera lección que ha de aprender el Auxiliar Invisible: Que ninguno de los cuatro elementos tiene poder sobre él, de modo que puede atravesar las paredes, puede sumergirse en el agua, puede volar y puede atravesar el fuego sin recibir daño alguno.







Grabado alquímico del S.XVII.
En la Alquimia, el cisne se identifica con el “mercurio filosófico”, el centro místico y la unión de los contrarios, significado que corresponde absolutamente a su valor como arquetipo.
Veamos un poema más, el de Hilde Dolittle

Donde el río lento
se mezcla con la marea,
un cisne rojo alza sus alas rojas
y un pico oscuro,
y bajo el púrpura
de la parte baja de su pecho suave
extiende sus pies de coral.

A través del púrpura profundo
del calor que muere
del sol y la niebla,
a ras el rayo de sol
acaricia
el lirio de pecho oscuro
y empluma con oro más rico
su cresta dorada.

Donde el lento alzarse
de la marea
entra en el río
y lentamente vaga a la deriva
entre los juncos
y alza las banderas amarillas
él flota
donde se encuentran el río y la marea.
Ah! beso real–
no más pena
ni viejas profundas memorias
que arruinen la dicha;
donde la juncia baja crece espesa,
la azucena amarilla
se despliega y reposa
abajo el suave temblor
de alas rojas de cisne
y el tibio estremecerse
del pecho rojo del cisne.

Como puede verse, la observación detenida y el análisis reposado de algunas de las ilustraciones del mito o leyenda de Leda y el Cisne, ofrece muchísimas posibilidades, como suele suceder en el momento del punto y final quedan aún multitud de sugerencias a desarrollar, de interrogantes a desvelar y así ha de ser.
Para acabar quisiera destacar que éste trabajo constituye mi pequeño homenaje y agradecimiento a uno de esos grandes y destacados personajes del pensamiento de nuestro país: Rafael Argullol, catedrático de la Universidad de Navarra, como antes fuera profesor de Estética en la de Barcelona.Todas su obras despiertan en mi alma profundos ecos, en ocasiones he llegado a sentir que lo que él escribe son mis propias palabras y sensaciones, sólo que con mucha mayor altura y profundidad. En particular, por lo que le debo en éste escrito, me gustaría recomendaros la lectura de “Una educación sensorial” publicado por Fondo de Cultura Económica de México.





A continuación os ofrezco una presentación con algunas de las obras más significativas sobre el tema:




Como siempre espero que os sea útiel e interesante.