diumenge, 10 de juliol del 2016

EL CAMINO DEL HÉROE: LOS DOCE TRABAJOS DE HERACLES /1






Los lectores más o menos habituales de éstos mis/vuestros, blogs, saben del interés que sentimos por la mitología.  En varias de las entradas hemos reflexionado sobre algunos de los mitos más significativos: Prometeo, Teseo y otros muchos, los podéis buscar en las etiquetas que tenéis al lado del texto, o bien reunidos en forma de libro aquí:





https://issuu.com/terraxaman/docs/mitos_griegos_e280286c6d3b72


Éste interés manifiesto, se debe a mi opinión de que los mitos, lejos de ser unas fábulas de tiempos pretéritos, dirigidas a hombres y mujeres ya desaparecidos y superadas por las realidades del mundo en que vivimos, mantienen una vigencia absoluta como fuente de conocimiento (autoconocimiento).
Cuando miramos con la suficiente atención el mundo que nos rodea, más allá de los múltiples y gravísimos problemas derivados de la acción de la humanidad sobre la naturaleza y sobre las sociedades, nos sorprende la extraordinaria hermosura de la creación.
Aunque no dispongo de pruebas irrefutables para ofreceros, en mi opinión y es mi más sincera creencia, toda esa Belleza, así como toda esa infinita variedad de especies animales, vegetales, minerales, con toda la multiplicidad de sus relaciones, no pueden sino ser el resultado de una Sabiduría Infinita, inconcebible desde nuestra limitada capacidad mental, pero evidente, con sólo abrirnos a la pura contemplación del ahora y aquí. Podríamos decir aquello que decía San Agustín con respecto al tiempo:   «¿Qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé. Si quisiera explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé.»
En el silencio interior siento la presencia de aquella Sabiduría Infinita, llámesele Dios, lo Absoluto,  Energía Cósmica, “lo que sea”,  o de cualquier otra forma en que prefieras llamarlo,  pero desde la mente racional, no puedo más que esbozar pobres argumentaciones que van llenando  páginas y más páginas de éstos mis/vuestros blogs.
Pero también sé, que aquello que es la causa y el origen de todo lo que nos rodea, no es algo exterior, lejano, distante que está allí afuera, más allá de las estrellas, sino que también se encuentra en el interior de todos y cada uno de los seres humanos, que no somos sino un microcosmos de aquel macrocosmos que percibimos a través de los sentidos.
Según nos dice la ciencia,  lo manifestado, el universo, no son algo acabado, inmóvil, sino que se encuentra en permanente cambio y evolución, también sucede así con la vida y la consciencia.  Aunque los seres humanos actuales, somos muy semejantes a aquellos que fueron en los albores de la humanidad, a poco que nos fijemos, podremos observar como se ha producido un desarrollo en nuestra consciencia colectiva, evidentemente no al mismo ritmo que nuestros cambios físicos, o que nuestros avances tecnológicos, esa evolución tampoco ha sido lineal, progresos, retrocesos, rodeos y circunvalaciones marcan ese desarrollo evolutivo,  como no podía ser de otra forma, pero a pesar de todo, la consciencia de la Humanidad ha conseguido elevarse paulatinamente.
Y en éste desarrollo de la consciencia, han tenido un importantísimo papel tanto los mitos, como las religiones –cuando hablo aquí de las religiones no me refiero a las instituciones supeditadas a los intereses socio-económicos de todo tiempo y lugar – sino a los principios éticos y morales planteados por los grandes fundadores de éstas. También la ciencia, la filosofía, el arte, son otros tantos caminos que han contribuido en mayor o menor medida a esa elevación, evolución y desarrollo.
Podemos considerar que afortunadamente,  los mortales comunes, nunca hemos estado solos. Siempre, en todo momento, hemos tenido a nuestro lado a aquellos que elevándose sobre la mayoría han podido vislumbrar, con mayor claridad, aquello que era necesario, empujando, según sus posibilidades, para que se diese ese avance, ayudándonos a comprender el porqué estamos en éste mundo. 





Hay quien los llama Maestros, o Hermanos Mayores…


En los albores fueron los Mitos. 


Ellos contribuyeron notablemente a fijar una primera evolución en el campo de los sentimientos. Comprender la diferencia entre obrar el bien y  obrar el mal y sus consecuencias, que la guía de nuestras acciones ha de ser el Amor y no el temor, son lecciones que forman parte de casi todos los mitos. Si tratamos de entenderlos, nos ayudaran grandemente a comprender el objeto de la vida.
La compleja estructura de lo que llamamos un ser humano, necesita, para que se produzca el desarrollo de su consciencia, del mundo material, donde tenemos puesta toda – o casi toda- nuestra atención. En este mundo material debemos cubrir una serie de necesidades: alimentarnos, techo, relaciones, sin las cuales no seríamos seres humanos y muy probablemente estaríamos condenados a desaparecer. Pero también de otras cosas que si bien no me atrevería a afirmar que no están relacionadas con el mundo material, tienen un aspecto mucho menos denso, más sutil diría: las emociones, los pensamientos, los ideales, son un buen ejemplo, pero no los únicos.
Necesitamos comprender mejor el mundo que nos rodea, necesitamos crecer interiormente, necesitamos saber el qué, el cómo y el porqué de nuestra existencia, necesitamos reconocer aquella parte de nosotros mismos que va máas alla de nuestra personalidad, aquello que nos une con el Todo. 
Y todas éstas y aquellas otras necesidades, se han de resolver ¡ya!, tras la muerte no hay posibilidades de crecimiento, sólo de asimilación de lo que hemos vivido, el momento presente, éste ahora, es el único que realmente tenemos. Y aquí es donde nos puede ayudar la reflexión sobre los Mitos.
De entrada, digamos que los Mitos se encuentran en todas y cada una de las culturas de la humanidad. Básicamente, los Mitos son muy semejantes en cuanto a su mensaje último, aunque sean narrados de forma diferente, en función de las variables de tiempo, lugar y cultura propios.
Se ha explicado que la Mitología es el tratado, o la parte de la ciencia que estudia las fábulas. Pero desgraciadamente, la palabra fábula ha sido entendida como algo puramente imaginario, como si se tratase de un cuento para criaturas. Si se tratase sólo de eso, ¿cómo explicar que las mejores y más potentes mentes de la humanidad (filósofos, científicos, artistas, escritores) se hallan dedicado durante siglos y más siglos, a estudiarlos e interpretarlos?.  No. No puede ser.
Buen jemplo, veamos éstos bocetos sobre Heracles  de Leonardo da Vinci:



de Miguel Ángel



y de Rafael Sanzio, entre otros muchos.







Los Mitos, son la expresión escrita mediante símbolos (en ocasiones velados) de las grandes verdades existenciales. A diferencia de los relatos históricos, que hacen hincapié en lo que sucedió en un tiempo y condiciones específicas, y que siempre se adapta a los intereses del autor que la escribe (los vencedores son los buenos, los vencidos los malos), el Mito es ahistórico, atemporal, eterno. Como se expresa en símbolos, no puede cambiarse, ni tergiversarse, como les sucede a los mensajes de los grandes fundadores de las religiones, poco después de la desaparición de éstos. 
El objetivo central de todos y cada uno de los grandes mitos, es mostrarnos la evolución de la consciencia de una manera gradual, paso a paso, de manera que puedan servirnos de ayuda y orientación en cada uno de los estadios evolutivos en que nos hallemos, pues generan valores para que despertemos a las verdades superiores.
De entre todos los Mitos, uno de los más comunes es el del Héroe. 
En el caso del que hoy nos ocupa, el del héroe griego Heracles –Hércules en su traducción latina-  su origen es muy anterior a Homero (S.VIII aC) y se fue desarrollando a lo largo de la civilización clásica greco-romana por más de diez siglos (1.000 años) y su vigencia o interés, continúa aún en nuestros días. 
Lo que nos narra el Mito es muy sencillo, el héroe conociendo el objetivo, el camino que da sentido a la vida, a base de superar grandes y difíciles pruebas, se va elevando hasta alcanzar la dignidad.
Al principio se trata de un ser humano normal, con los mismos defectos y virtudes de cualquiera, pero una vez percibida la meta, se enamora de su ideal, piensa y siente: “soy mortal, pero puedo alcanzar la inmortalidad”, por eso luchará hasta la extenuación, caerá numerosas veces, pero se volverá a levantar, cometerá errores que lo retrasarán y tratará, de enmendarlos, y finalmente, con mucho trabajo y coraje, venciendo todas las dificultades, logrará la inmortalidad (realizar al hombre divino).
El Héroe no tiene miedo.  Conociendo la meta, sabe que en éste mundo, aún las cosas más hermosas, las más queridas, son pasajeras. Y por lo tanto, sabe que la felicidad es imposible en él. Sabe que la lucha, por penosa y larga que sea, tiene un final, pero hay que emprender la lucha lo más pronto posible, porque nadie sabe cuál será la duración de su vida mortal.
En la narración del mito, aparecen seres y situaciones fantásticas. 






Nadie en la antigua Grecia creía que existiesen los centauros, o las medusas, o los dioses como los representaban, todo ello no son más que símbolos. Si se nos narraran tal y como podrían ser, tendríamos la tendencia a interpretarlas como situaciones  históricas y cambiarlas, desvirtuando su mensaje. Pero como todo son símbolos, debemos interpretarlos y ver lo universal que hay en ellos. Porqué de alguna manera, los pasos que sigue el héroe, son los mismo que todos debemos pasar. Analizar al héroe, es analizarnos a nosotros mismos (autoanalizarnos).
Todos estamos llamados a recorrer el camino del Héroe, el camino del obrar con justicia, del obrar amorosamente y, debemos hacerlo lo antes posible empezando por lo más sencillo, porque en éste camino todo es importante. Conforme avanzamos por él, vamos creciendo espiritualmente y acumulando fuerzas para enfrentar pruebas mayores –más difíciles y complejas-. En éste camino –al igual que Heracles- tenemos un protector (Zeus) pero ya hemos dicho que seres así no existen, sino que son símbolos de nuestra naturaleza interior,  nuestro Yo Superior, esa voz que sólo podemos escuchar cuando calmamos nuestra mente, cuando fijamos la atención en nuestro si mismo. 


Pues bien empecemos.


Veamos lo que nos explica Robert Graves: “Heracles, a quien los romanos llamarían Hércules, era hijo de Zeus y de Alcmena, una princesa de Tebas.





Hera, enojada porque Zeus había llevado a cabo otro de sus “casamientos” con mujeres mortales, envió dos horrorosas serpientes para que mataran a Heracles cuando aún era un bebé. Heracles y su hermano gemelo Ificles dormían en un escudo que les servía de cuna, cuando las serpientes reptaron hacia ellos. Ificles gritó y rodó fuera del escudo. 





Pero Heracles, un niño inmensamente fuerte, cogió las serpientes por el cuello, una en cada mano, y las estranguló”.
Pero veamos con mayor detalle la historia según las fuentes tradicionales:
“Hércules, hijo de Zeus, es el último héroe que éste engendra en mujer mortal, al enamorarse de Alcmena, la hija de Electrión, a la que encontrándose ella en Tebas, engaña presentándosele con la figura corporal de Anfitrión. Alcmena, establecida en Tebas con Anfitrión, no había consentido en consumar su matrimonio con Anfitrión hasta que éste ejecutara la campaña de castigo contra los Teléboas que Electrión no había podido llevar a cabo. También Anfitrión, tras el episodio de la zorra de Teomeso, había partido hacia Tafos y, había conseguido una total victoria contra Pterelao y los Teléboas. Emprende, pues, Anfitrión su triunfal regreso a Tebas, pero cuando está ya cerca de la ciudad, Zeus, enamorado de Alcmena, se presenta a ella haciéndose pasar por Anfitrión, le cuenta que ha cumplido victoriosamente la misión de castigo contra los teléboas que ella le había exigido (por ser los matadores de los hermanos de Alcmena), y logra así que Alcmena le reciba en su lecho, creyendo que es Anfitrión y consintiendo por fin en la consumación del matrimonio: engaño de los más célebres de toda la mitología clásica.
Zeus, entusiasmado por Alcmena prolonga triplicando la duración de la noche y así estar más tiempo con ella. Al terminar la larga noche y concebir a Hércules, Zeus le regala una copa que dice haber recibido como trofeo de victoria por parte de sus soldados y se marcha. Poco después, el verdadero Anfitrión es recibido por Alcmena, quien lo trata con cierta frialdad, y al contarle sus anécdotas a Alcmena, ésta le dice que ya se las ha contado la noche anterior, lo que alarma grandemente a Anfitrión, que llama a Tiresias para que le ilustre sobre lo que le haya podido suceder.




Tiempo después, Hércules nace y Hera, la reina del Olimpo y esposa de Zeus, le declara una guerra que duraría toda la vida terrestre de Hércules. Inclusive antes de que Hércules venga al mundo, Hera retrasa su nacimiento. Se dice que el nombre de Hércules viene de "La gloria de Hera".
Alkmene, pues, dio a luz, primero a Hércules y, con una noche de diferencia, a Ificles. El primero, hijo de Dios aunque mortal. El segundo hijo de mortales.
Queriendo Zeus conceder la inmortalidad a su retoño, una noche ordenó a Hermes que lo sustrajese de su cuna, lo subiese al Olimpo y, mientras su esposa Hera dormía, lo acercara a uno de sus senos para que Hércules mamase su leche. Hércules, al notar el tibio contacto del pezón, comenzó a chupar, pero lo hizo con tal fuerza que Hera, despertándose, lo rechazó. Y el chorro de leche que se derramó formó la Vía Láctea.




Cuando era un muchacho, Heracles se interesaba más por la lucha que por la lectura, la escritura o la música. También prefería la carne asada y el pan de cebada a los pasteles de miel o de frutas.
En Tebas, Hércules crece y recibe educación: Anfitrión le enseña a conducir carros, Autólico, hijo de Hermes, a luchar con los brazos y cuerpo, Éurito, rey de Ecalia, a disparar el arco, Cástor a luchar con las armas, Lino a tocar la cítara y cantar a sus acordes. A Lino, hermano de Orfeo, lo mata Hércules golpeándole con la lira irritado porque Lino le había a su vez golpeado –por no poner atención a las escalas musicales-. Juzgado por este homicidio, se defendió Hércules alegando una ley de Radamantis –hermano desterrado del Rey Minos de Creta-  que proclamaba inocente a quien repeliese una agresión injusta, y fue absuelto. Pero Anfitrión, temiendo que Hércules repitiese tal actuación, lo envía a cuidar del ganado vacuno en los pastizales. Allí es donde Hércules se hace adulto alcanzando enorme estatura y fuerza. Antes de los 18 años ya medía dos metros y medio y tenía una fuerza extraordinaria. Por entonces comenzó sus hazañas, la primera de las cuales fue la siguiente:
En el Kitairón, montaña entre Ática y Beocia, había un león que estaba acabando con los rebaños, tanto de Amfitrión como del rey Tespios, de Tebas. Deseando cazarlo, fue Hércules al país de Tespios en cuyo palacio se hospedó. Todos los días salía al alba en busca del león y volvía, ya de noche, tras haber caminado toda la jornada.
Cincuenta días transcurrieron así hasta que, al fin, pudo matarlo con sus propias manos. Desde entonces adoptó la piel de aquel león como vestimenta.








A finales de aquel año en que el joven Heracles había cumplido 18 aós, y tras una breve visita a la corte del rey Creonte de Tebas, Heracles y la princesa Mégara se conocieron y se enamoraron, y el rey dio gustoso su consentimiento para que se celebrase la boda después de que Heracles librara a Tebas de un exagerado impuesto que unos emisarios del rey de Orcómenos había establecido en la ciudad. Para ello, les cortó las orejas y las narices y las ató a sus cuellos, diciéndoles “Esto es todo lo que os llevaréis de Tebas”, tras lo cual los emisarios nunca volvieron a reclamar nada más. De esta forma, Heracles desposó a la princesa Mégara, y en la misma ceremonia, su hermano Ificles hizo lo propio con la hermana de Mégara, Pirra.
Pirra quedó embarazada de Ificles al poco tiempo de casarse, y dio a luz a Yolao, que se convertiría con el tiempo en el sobrino favorito de Heracles y en compañero de aventuras. Éste y Mégara, por su parte, vivieron un matrimonio feliz y lleno de amor, y la pareja tuvo tres hijos varones: Terímaco, Creontiades y Deicoonte. Sin embargo, esta felicidad conyugal tocó a su fin cuando Hera, que aún no se había rendido en su afán de causarle todo el mal posible a Heracles, infundió en éste un ataque de locura 





que hizo que una noche matara a sus hijos, aún pequeños, con su espada, y finalmente, a una horrorizada Mégara, que murió estrangulada entre las manos del que hasta el momento había sido su amante esposo. Unos instantes después, Hera retiró el hechizo, y cuando Heracles vio la sangre y los vientres de sus hijos abiertos, y las marcas purpúreas a ambos lados del cuello de Mégara, lanzó un grito al cielo en medio de su terrible dolor, sintiendo una profunda vergüenza por lo que había hecho, a pesar de que no recordaba haber matado a su familia en ningún momento. Incapaz de manejar todo el dolor y la tristeza que sentía, y sintiendo que no era digno de convivir con personas civilizadas, el joven héroe abandonó Tebas llevando únicamente sus pieles de león y sus armas, y se estableció en tierras salvajes, donde a su juicio él debía estar.
Esta locura provocada por los deseos de venganza de Hera, será el orígen de los trabajos de Heracles, para redimirse.
Tras una larga búsqueda, sólo su hermano Ificles logró encontrarlo en el bosque, quien le dijo estar seguro de que los asesinatos que había cometido habían sido instigados por otra persona, y le recomendó visitar el Oráculo de Delfos en busca de respuestas, ya que era el sitio donde dioses y mortales podían comunicarse. Heracles decidió hacer caso a su hermano y pidió audiencia a la sibila, la suma sacerdotisa del Oráculo, quien le confirmó que había sido Hera quien había infundido en él tal locura, pero que eso no impedía que sus manos estuvieran manchadas de sangre por el atroz crimen que había cometido. Como penitencia y forma de apaciguar definitivamente a Hera, la sibila le dijo que la diosa ordenaba que se presentase ante su primo Euristeo, rey de Micenas, para quien debería realizar una serie de trabajos, que fueron originalmente diez pero que luego, como veremos, se ampliaron a doce. Heracles aborrecía a su primo Euristeo, un hombre cobarde y sin escrúpulos al que el poder le gustaba más que cualquier otra cosa, y que ocupaba un trono que realmente le pertenecería a Heracles por vía materna. Sin embargo, aceptó con humildad su penitencia y esa misma noche partió de vuelta a Tebas a despedirse de su hermano. Yolao, su sobrino adolescente de quince años de edad, quiso acompañarlo para ayudar y ver mundo, y pidió permiso a su padre Ificles, quien se lo concedió. Dos días más tarde, con todos los preparativos hechos, Heracles partió a Micenas acompañado de Yolao sin saber qué le depararía el futuro.




En Delfos, recibió de Apolo el nombre de "Hércules" que le ha hecho célebre, en sustitución de su nombre anterior "Alkaides", derivado del de Alkaios, su abuelo. Y recibió también el mandato – como penitencia por un error cometido – de ir a Tirinto y ponerse a las órdenes del rey Euristeo durante doce años.
Fue entonces cuando Euristeo (símbolo del Maestro), por inspiración de Hera, le impuso al héroe los doce célebres trabajos.
Pero antes veamos una reflexión sobre el significado de Heracles:
El estudio y la reflexión sobre esta hermosa narración de la mitología griega es uno de los más apasionantes y completos que puede acometer cualquier estudiante de lo oculto. Porque no deja sin tocar ninguna fase de la vida del aspirante y hasta lo vincula con actividades cósmicas. Su temática es tan inclusiva, que todos nosotros podemos aplicarnos los experimentos y pruebas, las derrotas y logros de esta heroica figura que se esforzó, siglos atrás, hacia la misma meta que perseguimos nosotros.
Hércules representa al encarnado y aún no perfeccionado Hijo de Dios que, con determinación, toma en sus manos la naturaleza inferior y voluntariamente la sujeta a la disciplina, lo que producirá finalmente la manifestación de su interna divinidad. Y, de un descarriado pero sinceramente fervoroso ser humano, conocedor inteligente del trabajo que tiene que realizar, resultará un Salvador del Mundo.





En los doce trabajos de Hércules, están representados, pues, el Sendero del Discipulado y las experiencias preparatorias para el gran ciclo final de la Iniciación,
Podemos definir el Discipulado como la etapa final del Sendero de la Evolución, o como el período en el cual el hombre llega a ser definidamente autoconsciente y, libre y sabiamente, se compromete a imponer la voluntad del espíritu (que es esencialmente la voluntad de Dios) sobre su naturaleza inferior. Ese objetivo se puede alcanzar en dos formas: Puede ser el resultado de un lento y seguro crecimiento evolutivo, bajo las leyes de la naturaleza, ciclo tras ciclo, hasta que gradualmente el Dios oculto pueda ser visto en el hombre y en el universo; o puede ser el resultado de la aplicación sistemática de la disciplina, por parte del aspirante, produciendo un más rápido desarrollo del poder y la vida del espíritu.
Es un proceso de depuración, de sublimación y de transmutación, llevado a cabo progresivamente, hasta que se alcanzan los Montes de la Transfiguración y de la Iluminación. Los misterios ocultos y las fuerzas latentes en los seres humanos, necesitan ser descubiertos y requieren ser utilizados de una manera divina y de acuerdo con un divino propósito, inteligentemente comprendido.
Cuando se hace así, el discípulo se halla en armonía con el universo.
Investigaremos la historia de Hércules a medida que pasaba por los doce signos del zodíaco. Comprobaremos que, en cada uno de ellos, expresaba sus características y lograba algún conocimiento nuevo sobre sí mismo. Y, a través de ese conocimiento, demostraba el poder del signo y adquiría los dones que el mismo confería. En cada uno de los signos lo encontraremos venciendo sus tendencias naturales, controlando y gobernando su destino, y demostrando que las estrellas inciden y nos tientan, pero no nos dominan.




A medida que estudiemos la historia de Hércules y lo sigamos a lo largo de sus doce trabajos, recorriendo el gran zodíaco de los cielos, nos aproximaremos a aquél desde dos ángulos: el del hombre común, aún no despertado a la vida real, y el del aspirante individual; y aún, el de la humanidad en su conjunto. Porque, ahora que el hombre ha desarrollado su mente y coordinado sus aptitudes mentales, emocionales y físicas, ha agotado los intereses del mundo fenoménico y está empezando a buscar una salida a un reino más amplio de conocimiento.
Cada uno de nosotros somos un Hércules en embrión, y hemos de enfrentar idénticos trabajos; tenemos todos la misma meta que lograr y el mismo círculo del zodíaco que abarcar. El trabajo a realizar tiene como objetivo principal la eliminación de todo temor y el control de las fuerzas naturales de la naturaleza humana. Porque las características del hombre, inmerso en la forma de la vida y bajo la regla de la materia, son: temor, individualismo, rivalidad y codicia. Que han de dar lugar a la confianza espiritual, la cooperación, la conciencia de grupo y la carencia de egoísmo.
En realidad, la historia de Hércules es también la historia del Dios encarnado en materia. Ésta es la historia de nuestro sistema solar, la historia de nuestro planeta, la historia del ser humano.
Para este estudio, deberemos tener in mente cuatro pensamientos fundamentales, a saber:
a.- La naturaleza manifiesta energías invisibles a través de formas visibles.
b.-Detrás del mundo objetivo de los fenómenos, humano o solar, pequeño o grande, orgánico o inorgánico, hay todo un mundo subjetivo de fuerzas que es responsable de la forma exterior.
c.- Todo lo exterior y tangible es un símbolo de las fuerzas creativas internas.
d.- Un símbolo es una forma exterior y visible de una realidad interior y espiritual.




Hemos aprendido mucho sobre la vestidura externa de Dios a través de la física, la química, la biología y otras ciencias, pero en una región donde todo aparece como hipótesis e inferencias. Lo único que sabemos con seguridad, tras la fisión del átomo, es que todas las formas son aspectos de la energía; que hay una acción recíproca y un impacto de energías sobre nuestro planeta; que el planeta mismo es una unidad de energías, compuesta por multitud de unidades de energía, y que el hombre mismo es también un manojo compuesto de fuerzas y se mueve en un mundo de fuerzas. Hasta aquí nos ha conducido la ciencia, y es donde el astrólogo, el ocultista, el idealista y el místico también se reúnen y atestiguan una Deidad oculta, un Ser viviente, una Mente Universal o una Energía Central, como quiera llamarse.
En el paso del sol a través de los doce signos del zodíaco, podemos ver la maravillosa organización del plan, el enfoque de las energías y el crecimiento de la tendencia hacia la divinidad. Ahora, por fin, en el siglo veintiuno, lo objetivo y lo subjetivo se han tornado tan estrechamente mezclados y fundidos que es casi imposible decir dónde empieza el uno y termina el otro. El velo que ocultaba a la Deidad se está volviendo transparente y el trabajo de los que han logrado conocimiento está enfocándose en llevar a la humanidad al Sendero del Discipulado, entrenando a muchos de los más avanzados para que puedan llegar a ser los conocedores e iniciados de la nueva era.
El despertar del hombre toma la forma de un autoconocimiento que, cuando es verdaderamente alcanzado, capacita al hombre para descubrir que la Deidad oculta en el universo es idéntica en naturaleza, aunque bastante mayor en grado y conocimiento, a la Deidad oculta dentro de sí mismo. El hombre, entonces, puede convertirse conscientemente en Espectador u Observador. Y dejar de identificarse con el aspecto material, para usarlo sólo como medio de expresión.
En esa situación, el hombre se ve desgarrado en dos direcciones:
El hábito lo tienta a identificarse con la forma, mientras la nueva comprensión lo impulsa a identificarse con el espíritu. Entonces se inician una reorientación, y un esfuerzo nuevo y autodirigido, representados para nosotros en la historia de Hércules. En el momento en que la altura intelectual se ha logrado, el "Observador Silencioso" despierta a la actividad y Hércules empieza sus trabajos.



Euristeo, el gran rey de Grecia, quería desterrar a Anfitrión, rey de Tebas y, ahora, padrastro de Heracles. Pero éste, noblemente, se ofreció a Euristeo para ser su esclavo durante noventa y nueve meses, si permitía que Anfitrión se quedase y conservara el trono. Hera advirtió a Euristeo: —Acepta, pero encarga a Heracles los diez trabajos más peligrosos que puedas elegir, y que los cumpla todos dentro de los noventa y nueve meses. Lo quiero muerto.
Los doce trabajos
Según Robert Graves, el orden de los trabajos sería (entre paréntesis el trabajo según la interpretación esotérica astrológica que seguiremos):
-El León de Nemea. (Trabajo nº 5 en Leo)
-La Hydra de Lerna. (Trabajo nº9 en Escorpión)
-La cierva Cerínia. (Trabajo nº4 en Cáncer)
-El Jabalí de Erimanto. (Trabajo nº 7 en Libra)
-Limpiar los establos del rey Augías. (Trabajo nº11 en Acuario)
-Las aves del Lago Estinfalo.(Trabajo nº 8  en Sagitario)
-El toro de Creta. (Trabajo nº 2 en Tauro)
-Las yeguas del rey Diomedes. (Trabajo nº 1 en Aries)
-El cinturón de Hypólita. (Trabajo nº6 en Virgo)
-Los bueyes del rey Gerión. (Trabajo nº 12 en Piscis)
-Las manzanas de oro de las Hespérides.(Trabajo nº3 en Géminis)
-Capturar al Can Cerbero. (Trabajo nº 10 en Capricornio)
El progreso de Hércules desde el plano material, a través del plano emocional o del deseo, y hacia afuera en la manifestación física, y luego su tránsito a través de los doce signos, y por medio de los doce trabajos, hasta el punto donde se vuelve un inspirado Iniciado, puede ser bosquejado para nosotros brevemente en la siguiente representación:




En Aries (21 marzo - 20 abril*, el Carnero), a través de la captura de las Yeguas Devoradoras de Hombres, lo vemos hacer su partida, reaccionar al impulso del pensamiento, y aprender algo del control de la mente. Como el discípulo inteligente, él empieza su carrera, comenzando con un indefinido impulso espiritual hacia la justicia y terminando como el salvador del mundo.
En Tauro (21 abril - 20 mayo*, el Toro), él tiene que conocer la naturaleza del deseo, tiene que trasmutarla en aspiración, que dominar el sexo, y usarlo rectamente, y así capturar al Toro de Creta. Este fuerte impulso, y la potencia de la atracción, es, como veremos, lo que produce la gran ilusión, pero lo que puede, eventualmente, volverse la causa de la iluminación.




Pasando al signo de Géminis (21 mayo - 20 junio*, los Gemelos), el progreso del discípulo, hasta aquí subjetivo y caracterizado por el pensamiento y el deseo, resulta en la expresión en el plano físico. En este signo él llega al conocimiento de sí mismo como una personalidad y recoge las manzanas de oro del conocimiento, subordinando a su empresa los tres aspectos del yo personal inferior, el cuerpo físico, la naturaleza del deseo-sentimiento y la mente.




En Cáncer (21 junio - 21 julio*, el Cangrejo), la facultad superior de la intuición es puesta en juego, y esto está simbolizado para nosotros en la captura de la elusiva Gama o Cierva, sensible y difícil de encontrar. En sus cielos previos de experiencias de la vida, él ha trasmutado el instinto en intelecto, pero ahora como el discípulo, debe trasmutar el intelecto en intuición. Las correspondencias superiores de todos los poderes inferiores tienen que ser desarrolladas y utilizadas.




Así equipado, en Leo (22 julio - 21 agosto*, el León), emprende el más conocido de sus trabajos, el matar al León de Nemea. Él demuestra en esta prueba el poder de hacer dos cosas y prueba a su vigilante maestro. Euristeo, que su personalidad reenfocada y coordinada se caracteriza por ese decidido coraje que es el don de la gente nacida en este signo, y atestigua también a través de este trabajo que lo inferior puede estar subordinado a lo superior. A través del servicio prestado y de la sensatez de su proceder, da una garantía de la fuerza de su propósito.
Nosotros podríamos considerar a estos cinco trabajos, en Aries, Tauro, Géminis, Cáncer y Leo, como cubriendo todo el período del Sendero del Noviciado y el matar al León de Nemea es el clímax de esa parte de la lucha. Ahora está listo para caminar el Sendero del Discipulado, el morador, se revela gradualmente, la materia es firmemente subordinada a los usos del alma, y el aspecto forma viene a ser considerado simplemente como la madre. Este progresivo conocimiento empieza en Virgo, el sexto signo, el signo del pesebre, y se consuma en Capricornio, el décimo signo, el signo del nacimiento de todos los dioses del sol. En el Sendero del Discipulado, él tiene que demostrar, en segundo lugar, que ha vencido a la ilusión, que el mágico hechizo que impone la materia sobre el espíritu no lo engaña más. Esto es mostrado dramáticamente en el trabajo realizado en Escorpio, al matar a la Hidra de Nueve Cabezas. Después de Capricornio, se vuelve un servidor de la humanidad, consagrado al trabajo de la Jerarquía, y esta dedicación espiritual al servicio, encuentra su expresión en los dos últimos signos del círculo zodiacal, los de Acuario y Piscis.




En Virgo (22 agosto - 21 septiembre*, la Virgen), por lo tanto, el primero de los signos del discípulo, realiza su sexto trabajo, y se apodera del cinturón de Hipólita, la Reina de la Amazonas. Es interesante señalar que el primer trabajo en el sendero probatorio empezó con un fracaso parcial, en Aries, y el primer trabajo en el Sendero del Discipulado en Virgo, es también "hecho, pero mal hecho". El discípulo nunca debe abandonar su guardia, pues siempre está el peligro del error y la equivocación. Sus verdaderas virtudes pueden llegar a ser su problema y se nos dice que es posible aun para un elevado iniciado hijo de Dios desistir del sendero de la Realización. Su fracaso es, sin embargo, sólo temporario. Nuevas oportunidades aparecen. La consecuencia de su equivocación ha sido la demora, pero al día de la restauración y de la renovación se repetirá inevitablemente. En Virgo nosotros hemos descrito la preparación para la primera iniciación. Esto es un acontecimiento en el plano físico como así también muy transcendental, como lo encontramos cuando estudiamos los signos de Virgo y Capricornio.




En Libra (22 septiembre - 21 octubre*, la Balanza), Hércules captura al jabalí y a través de la realización de este trabajo, demuestra su aptitud para tomar la segunda iniciación, la que concierne al cuerpo emocional. El equilibra los pares de opuestos y lo demuestra de una manera divertida y simbólica. Prueba que la estabilidad y el equilibrio tienen ahora características acabadas y que es apto para emprender la tremenda tarea preparada para él en el signo siguiente.





En Escorpio (23 octubre - 22 noviembre*, el Escorpión), entra en su prueba suprema, que es también la prueba suprema para la humanidad, y que, si estudiamos los tiempos y estaciones, aparece como aquella a la que la humanidad está sometida en el presente. El problema que Hércules tenía por delante era su emancipación de la ilusión y la liberación de la percepción de las brumas y miasmas del espejismo y las apariencias detrás de las cuales la Realidad misma se oculta. En este signo él pasa exitosamente a través de su más grande prueba y de allí en adelante su problema cambia. Ha controlado el deseo y ha demostrado su capacidad para vencerlo; está estabilizado y equilibrado en su punto de vista; ahora, porque no es engañado más por las apariencias y porque puede caminar unidireccionalmente en la Luz, él se vuelve un trabajador del mundo.




Esta unidireccionalidad está demostrada para nosotros en Sagitario (23 noviembre - 22 diciembre*, el Arquero), donde tenemos la consumación de la tarea empezada en Aries, que era el uso correcto y el control del pensamiento. En Aries él capturó a las Yeguas Devoradoras de Hombres y la dedicó a su uso. Ahora ahuyenta a las aves de Estinfale, Devoradoras de Hombres y pone fin a todas las inclinaciones a usar el pensamiento destructivo.




En Capricornio (23 diciembre - 20 enero, la Cabra), se vuelve un iniciado y aparece ante el mundo como un salvador, un liberado hijo de Dios, capaz de trabajar en el Infierno, en la Tierra o en el Cielo. Saca a Cerbero del Hades, y a través del simbolismo del perro de tres cabezas, retrata la elevación al Cielo de la personalidad, el triple aspecto material. Así demuestra que ha logrado el desarrollo necesario y experimentado las pruebas fortalecedoras que lo capacitarán exitosamente para pasar a través de la: experiencia de la tercera iniciación, la de la Transfiguración.
Los dos signos siguientes, Acuario y Piscis, nos muestran al liberado Hércules en su trabajo, la salvación del mundo. Sus pruebas no son más personales e individuales, sino que son universales en su aplicación y nos demuestran la inclusividad de la conciencia y la vastedad de los métodos empleados por el discípulo que ha trepado la montaña en Capricornio y no tiene más problemas personales.




En Acuario (21 enero - 19 febrero*, el Aguador), Hércules, limpió los establos de Augías desviando un río a través de ellos. Estos no habían sido limpiados por muchos años. Así él vertió simbólicamente las aguas purificadoras en servicio del hombre. Este es el importante signo en el cual estamos entrando ahora; el más bajo de todos los trabajos cae dentro de este signo, próximo al más culminante de todos los trabajos.




En Piscis (20 febrero - 20 marzo*, los Peces), encontramos por contraste el símbolo más elevado, pues aquí Hércules capturó el Rebaño Colorado, lo colocó en una copa de oro (el Santo Grial), y lo llevó hasta el Templo. Tal es la belleza que corona al signo en que el hombre se vuelve un salvador del mundo, habiendo sido redimido y trascendido todo lo que es animalidad.
Este corto análisis de los doce trabajos, nos dará un cuadro algo sintético del trabajo hecho por cada discípulo que está realmente dispuesto a perseverar a medida que progresa de Aries a Piscis. Es un arduo trabajo, lento y llevado adelante con grandes dificultades, y a menudo en ciega ignorancia de las fuerzas liberadas y de los resultados que se lograrán.
Pero paso a paso el aspirante es conducido a lo largo del sendero del autoconocimiento. Su carácter y su naturaleza han sido probados y ensayados hasta que las cualidades que caracterizan la forma, han sido transmutadas en aquellas que revelan el alma. * Las fechas que se dan son aproximadas, ellas pueden variar de acuerdo a diferentes autoridades.
Pero antes de que diese comienzo a sus doce trabajos, los dioses quisieron pertrecharlo para ello. Y se nos dice que Minerva le dio una túnica, símbolo de la vocación; Vulcano le dio una coraza de oro, que capacitaba al aspirante para emprender los doce trabajos y seguir adelante sin amedrentarse. De Neptuno, el dios de las aguas, recibió dos caballos, la naturaleza emocional, que representan la capacidad de ser arrebatado, ya sea por una línea de pensamiento o por una reacción emocional. Esta naturaleza emocional, cuando es usada correctamente y subordinada a los propósitos de Dios, es una de las más grandes posesiones que el discípulo tiene. Con la ayuda de Neptuno y los rápidos corceles, Hércules podía estar en contacto con la esfera más distante en la cual podían ser ejecutados sus trabajos. Equipado, por lo tanto, con vocación, energía espiritual y sensibilidad, el obsequio de una espada que vino de Mercurio, el mensajero de los dioses, es de profunda significación, pues la espada es el símbolo de la mente que divide en pedazos, separa y destruye. A través de su uso, Mercurio agrega a los otros dones conferidos a Hércules, el del análisis mental y la discriminación. Y se nos termina diciendo que Apolo, el mismo Dios Sol, se interesó por Hércules y le dio un arco de luz y una flecha, simbolizando la capacidad de ir rectamente a la meta; símbolo también de esa penetrante iluminación, que como una flecha de luz podría iluminar la oscuridad de su sendero cuando fuera necesario.




Así equipado, Hércules permanece listo para el gran esfuerzo. Y cuando todos los dones habían sido concedidos y él permanecía con su divino equipo, tuvo lugar la más sorprendente reacción por su parte: se alejó un momento, se internó en el bosque y regresó con un garrote que había cortado. Porque, aunque todos los presentes   divinos eran muy hermosos y magníficos, él no sabía aún cómo usarlos y prefería abrirse camino sólo con lo que sabía y podía usar.


Las yeguas del rey Diomedes. (Trabajo nº 1 en Aries)







El octavo trabajo fue capturar las cuatro yeguas salvajes del rey Diomedes de Tracia. Diomedes alimentaba a estas yeguas con la carne de los extranjeros que visitaban su reino. Hércules parte acompañado de algunos voluntarios, y durante su viaje de ida hace alto en Feras de Tesalia, en el palacio del rey Admeto, a cuya esposa Alcestis libera de los brazos de la muerte.
Heracles viajó hasta Tracia y se acercó al palacio real; fue directo a las cuadras de Diomedes, echó a los mozos y condujo a las yeguas, que se caían y coceaban, hasta la costa. Alertado por el ruido, Diomedes llamó a los guardias de palacio y salió en su persecución. Heracles dejó las yeguas a cargo de su mozo Abdero y volvió para luchar. La batalla fue corta. Dejó sin sentido a Diomedes con su maza e hizo que las yeguas se lo comieran vivo, como venganza por la muerte de Abdero que, poco antes, al no haber podido controlar a las yeguas, había sido devorado por las mismas. Antes de marcharse, Heracles también instituyó unos juegos fúnebres anuales, en memoria de Abdero. Ya de regreso, cuando Heracles vio que su barco era demasiado pequeño para que cupieran las cuatro yeguas, las enjaezó al carro de Diomedes, abandonó el barco y volvió, de este modo, a casa, cruzando Macedonia y lleva las yeguas a Euristeo. Éste las suelta, y las yeguas se encaminan al Olimpo, donde mueren a su vez devoradas por las fieras.

Significado.





Desde el punto de vista cósmico, Aries es el signo de la Creación. Es el signo de los comienzos. En la evolución humana, marca el punto en el que se inicia la conciencia subjetiva de la existencia, el comienzo de la senda de la experiencia. Aries es el signo del poder evolucionante emanado de Dios y del hombre, que es un hijo de Dios. Y ese poder fluye hacia dentro del mundo, hacia la materia, produciendo las formas, y hacia el mundo del ser o del espíritu. El primer flujo se expresa a través de las formas en el sendero del descenso, externo; y el otro representa el sendero de retorno, interior. Y ambos, juntos, completan el recorrido de la evolución toda. En Aries se inicia el camino en el que se toma forma y se aprende a dominarla. Pero también se inicia el desarrollo interior y el dominio de lo interno sobre lo externo. Las características de este período son: reorganización, repolarización, reorientación y regeneración. Todo ello, todo el recorrido depende de la atención mental que el ser divino y humano, que es el hombre, le dedique. Durante millones de años, esa fuerza vital se ha usado para satisfacer deseos. Pero, con el tiempo, durante una serie de recorridos por todo el zodíaco, el atractivo de la materia va desapareciendo hasta que, una vez, precisamente en Aries, nace una nueva visión, un nuevo objetivo. El hombre ha descubierto su naturaleza dual y desea abandonar su aspecto material para empezar a dejarse influenciar por su aspecto espiritual. Y se ve en la necesidad de aprender a usar su fuerza vital, ya no con una finalidad egoísta, sino desinteresada y altruista.




Aries rige la mente. En Aries está la fuerza que construye, con la materia, la forma exterior y visible, que se convertirá en la prisión del espíritu. Más adelante, ese espíritu individual pasará a sentirse integrado en una masa cuando pase por Cáncer y a considerarse un hombre en Leo. Luego, en Escorpio, alcanzará la máxima densidad y, por fin, en Piscis, la forma morirá. En Libra, el signo opuesto a Aries, habrá alcanzado el espíritu el equilibrio y la armonía entre sus dos aspectos, como consecuencia de las experiencias acumuladas durante su recorrido por los cinco signos intermedios.
Aries rige la cabeza y, por tanto, es el signo del pensador y un potente signo mental. El aspirante espiritual da comienzo a su trabajo consciente cuando se convierte en un pensador y toma en sus manos su propio destino, gracias al conocimiento adquirido con la mente. Los caballos negros simbolizan la mente inferior, fábrica de ideas falsas y conceptos errados. Representan la polaridad femenina de la mente como creadora de conceptos, ideas y teorías. Ideas que, luego, se lanzan al mundo, devastándolo y destruyéndolo cuando surgen de la mente inferior, pero construyéndolo y salvándolo cuando proceden del espíritu. Por eso, el caballo blanco representa la mente iluminada del hombre realmente espiritual. Es de notar que, siendo Marte el regente exotérico de Aries, Hércules inició este trabajo como militante, guerrero y líder. Las yeguas eran de Diómedes, hijo de Marte. Pero, como el regente esotérico de Aries es Mercurio, el que “ilumina la mente y media entre el espíritu y la personalidad”, por eso Hércules pudo realizar su trabajo.
Conviene, para la mejor comprensión de los trabajos siguientes, tener claros cuatro conceptos:
a.- Dios. Que es la suma de todas las formas, de todos los estados de conciencia y de toda la vida energizante.
b.- Sexo: Que es la vida en actividad que atrae a la materia y al espíritu; la atracción entre espíritu y materia; el deseo; la tendencia a la creación.
c.- Ley: Que es el conjunto de hábitos nacidos de la eterna acción recíproca entre materia y espíritu, los dos polos opuestos, y que el hombre conoce como leyes naturales; el efecto de la incidencia de la voluntad divina sobre la forma; el reconocimiento de ese efecto por el hombre.
d.- Pecado: Que es la rebelión de la unidad contra el todo; de la individualidad contra el grupo; el egoísmo frente al interés universal. 




Ahora podemos comprender fácilmente el significado de este primer trabajo:
Hércules había de empezar a adquirir control sobre la mente en el mundo del pensamiento. Durante miles de años, las yeguas (que representan a la mente inferior) habían estado produciendo negros caballos agresivos y dañinos, es decir, pensamientos erróneos, juicios equivocados e ideas falsas, que habían devastado la región, es decir, la tierra. Y una de las primeras lecciones que todo aspirante ha de hacer propia es la de convencerse del enorme poder que poseen sus pensamientos y, por tanto, el enorme daño que puede hacer con ellos entre los más próximos, entre sus amigos y en el medio ambiente, mediante esas yeguas madres que, una vez fecundadas, siguen devastando la región. Ha de aprender, pues, a usar correctamente su mente y no dejarla engendrar más caballos guerreros y agresivos. Porque el egoísmo, la falta de bondad, el amor a la murmuración y a la crítica, constituyen gran parte del contenido de su pensamiento; y las yeguas madres de su mente están constantemente siendo fertilizadas por el egocentrismo y la ilusión. Estas yeguas madres, en lugar de dar nacimiento a ideas y conceptos originados en el reino del espíritu, y en vez de ser fertilizadas desde el reino espiritual, se convierten en madres del error, la falsedad y la crueldad, que tienen su origen en el aspecto inferior de la naturaleza humana.


El toro de Creta. (Trabajo nº 2 en Tauro)









El séptimo trabajo fue capturar un toro que aterrorizaba Creta. Perseguía granjeros y soldados, destruía cabañas y almacenes, arrasaba campos de maíz, y asustaba a mujeres y niños. Este animal había aparecido cuando el hijo de Europa, Minos, dijo a los cretenses:
—¡Soy el rey de esta isla! ¡Dejemos que los dioses me envíen una señal para probarlo!
Mientras hablaba, los cretenses vieron cómo un toro muy blanco de cuernos dorados salió nadando del mar. Pero en lugar de sacrificar el hermoso animal a los dioses, como era deber, Minos lo conservó y sacrificó otro. Poseidón, irritado, hizo salvaje al toro, pero, sobre todo, se tomó contra Minos la refinada venganza de hacer que su esposa Pasifae, hija del sol, cayese enamorada del toro, tanto que, llegó a la consumación de este amor bestial, concibiendo del toro el monstruo llamado Minotauro.
Hércules se presenta a Minos y le expone su misión; Minos le autoriza capturarlo si puede.
Heracles siguió al toro hasta un bosque. Allí, se subió a un árbol, esperó que el animal pasara y saltó sobre su lomo. Tras un difícil forcejeo, consiguió clavarle una anilla en la nariz y, cruzando el mar  Egeo a lomos del toro -según Diodoro- con unas riendas atadas a su morro, se lo llevó a Euristeo y, después de mostrárselo, lo deja suelto. El toro recorre el Peloponeso, atraviesa el Istmo y acaba por establecerse en el Ática, en Maratón, donde causa estragos y algún tiempo después será muerto por Teseo en lo que será una de las más famosas hazañas de éste.

Significado.





De acuerdo con la ley universal, Hércules ha iniciado su segundo trabajo en el plano mental. Porque, en la ejecución de cualquier plan creador, primero es el impulso del pensamiento y, luego, el del deseo. Primero el estado de conciencia mental y, luego, el de la sensibilidad, que se desarrolla en el mundo del deseo. En este trabajo, hay que comprender perfectamente el funcionamiento de la Ley de Atracción, que relaciona al que construye la forma (el espíritu) y la forma misma, o sean, el polo positivo y el negativo, el Yo y el no yo, el macho y la hembra, etc. Y aprender el uso correcto y el control de la materia. Así que el aspirante es probado, primero, en su naturaleza animal y sus motivaciones y, luego, en la atracción que experimenta por la materia. La gran ilusión de la materia y el sexo son dos aspectos de la misma fuerza de atracción expresándose, uno, en el plano físico y el otro en el plano del deseo o emocional.
Todo aspirante tiene en el sexo un problema importante que afrontar. Porque, si su mente no puede resistir la atracción del polo opuesto, se convierte en una víctima del sexo y puede llegar a ser controlado por la parte inferior de su animalidad. En cambio, si conoce la finalidad y correcto uso de su fuerza creadora sexual y la posibilidad de transmutarla en palabras y escritos, ideas y actos positivos y altruistas, entonces el aspirante se convierte en un puntal para la sociedad, porque comprende y defiende la familia y la reproducción como medio sagrado de proporcionar posibilidades de renacimiento a otros espíritus hermanos. Y construye y ayuda y progresa y beneficia a la sociedad en la que está integrado. En el trabajo de Hércules, pues, el toro representa el deseo animal, es decir, todos los deseos basados en la materia que, unidos, dan lugar a la gran ilusión que produce el centrar la conciencia en algo que no es real, alejándonos de lo que lo es, que es la vida del espíritu. 






El discípulo es una parte del conjunto humano, separada de ese conjunto y sometida a los vaivenes del deseo material. Por tanto, ese deseo, ese toro, ha de ser perseguido y dominado hasta que se pueda “cabalgar sobre él” y atravesar así las aguas de la pasión, sin peligro alguno, hasta llegar a la tierra firme. El toro, pues, ha de ser montado y conducido por el hombre, el espíritu. Y, para hacerlo, para controlarlo, hay que emplear el sentido común. Recordemos el lema rosacruz: Una mente pura, un corazón tierno y un cuerpo sano, que deben ser utilizados, los tres, como indican las leyes del lugar en que su propio destino lo ha situado. Si el propósito es puro y está libre de la atracción de la materia, la acción será justa y la consecuencia será una vida justa en el plano físico y en todos los planos.
Quizá resulte interesante aquí, en el signo de Tauro, considerar una costumbre y su origen. Me estoy refiriendo a la Corrida de Toros.





Nota previa importante: El que la simbología sea perfecta y el que las corridas de toros, en su origen, en tiempos remotos y con distintas exigencias morales, fueran una representación religiosa, no cambia el hecho de que, para la sensibilidad alcanzada por la Humanidad en nuestros días, se trata de algo innecesariamente cruel y opuesto a los más elementales principios del amor y el altruismo y, por tanto, reprobable desde el punto de vista de la ciencia oculta. Pero resulta ilustrativo meditar sobre sus contenidos ocultos originarios y que han perdurado formalmente.

De la Taurokathapsia minoica a las corridas de toros actuales.





En la entrada dedicada a los mitos cretenses, en particular en la parte dedicada a los trabajos de Teseo –el otro gran héroe griego- hablamos extensamente del culto al toro y a la Taurokathapsia, como podéis ver aquí:


por eso, aquí nos ceñiremos a la evolución de aquellas ceremonias, hasta analizar, en lo que se han convertido en nuestros días. Las corridas de toros.
El mito de la expedición de los Argonautas en busca del Vellocino de Oro - representación simbólica del cuerpo-alma - expresa, sin decirlo, que el acontecimiento relatado tenía lugar cuando se estaba realizando el paso, por precesión de los equinoccios, de la era de Tauro a la era de Aries, y ello supuso que las religiones que habían representado a Dios por un toro (Buey Apis, toros de Asiria y Babilonia, pueblo judío antes de salir de Egipto, civilización minoica de Creta, nuestros Toros de Guisando, etc.) pretendiendo poner el acento en la virtud de la fortaleza divina, estaban pasando a destacar la mansedumbre, la bondad y la humildad del cordero, cambio que tuvo lugar entre el tercero y el segundo milenio antes de Cristo. Pues bien, las actuales corridas de toros tienen su origen en aquella lejana época en que el toro pasó a ser, de representante de la deidad, a representante de las pasiones, los vicios y lo negativo que el aspirante a la vida superior, en la nueva época, había de vencer a toda costa. Baste recordar al efecto la reacción de Moisés cuando, al bajar del Monte Sinaí con el Decálogo, descubrió que su pueblo había vuelto a adorar al becerro de oro, es decir, había regresado a la religión de la era de Tauro. Seguramente, en las Escuelas de Misterios de entonces, existieron las corridas de toros (el mitraísmo, por ejemplo). Vamos, pues, a extendernos un poco sobre este asunto, muy interesante, sobre todo para los españoles, muchos latinoamericanos y algunos franceses, contando con que la “fiesta” ha sufrido muchos cambios y regulaciones pero que, curiosamente, no han hecho, sino destacar sus simbolismos. 
En realidad, una corrida de toros no es sino la escenificación simbólica de lo que supone la subida del Monte de la Evolución por el atajo de la Iniciación, sendero que escogen unos pocos, a diferencia del camino ordinario, elegido por la mayor parte de la Humanidad. Como Cristo dijo, “el camino es angosto y empinado” y “muchos son los llamados y pocos los escogidos”. La simbología, como se comprobará, es perfecta: 






La arena, el ruedo, es la vida. El público son nuestros semejantes, el mundo, en el que hay de todo: Gente avanzada y gente atrasada, gente buena y gente no tan buena, gente que comprende y gente que exige, gente que se emociona y gente que razona, gente ardiente y gente fría... Y todos ellos presencian la corrida y hablan y gritan y opinan y actúan e intervienen, a su manera, en el desarrollo del espectáculo. Y, al final, lo juzgan.
La carrera del aspirante comienza como arenero: Nivelando - antes de iniciarse la corrida - la arena, la materia, es decir, limando las mayores asperezas de su carácter, eliminando los mayores defectos, los más ostensibles, los que, de persistir, harían imposible la lidia y, por tanto, el triunfo.
Cuando se ha dominado ese arte de eliminar los defectos más importantes, cuando ya se carece de ellos, se pasa a “mono sabio”. Entonces ya se está cerca del toro. Cierto que la actuación es mínima, pero el ánimo se va templando al ver al enemigo cara a cara y a su mismo nivel, aunque sea con la protección del picador y del caballo.




Adquirida la destreza suficiente, se pasa a enfrentarse directamente con las pasiones. Pero, débil aún, el aspirante les hace frente desde lejos, hostigándolas mediante una larga pica y subido en un protector caballo que antes era blanco – símbolo del Yo Superior - para ir debilitándolas poco a poco. Se aprende entonces a resistir con brazo firme las embestidas de la fiera y hasta a aprovechar su energía para debilitarla haciéndole perder fuerza. Y se nota que el cuerpo-alma o vehículo espiritual del neófito se está desarrollando, puesto que ya viste un traje de luces; aún modesto, sólo de plata, pero que ya brilla por sí mismo. A medida que progrese en el Sendero, su traje se irá enriqueciendo con nuevos destellos.
Dominado ese estado, se puede uno ya enfrentar a la bestia pie a tierra. Aún no de modo definitivo ni sólo en el ruedo, pero puede hostigar a sus pasiones, mirándolas de tú a tú, a su mismo nivel y sin intermediarios. 





Por eso el banderillero ya no espera la acometida de las pasiones. Ahora se atreve ya a salirles al paso y atacarlas y debilitarlas más aún. Y su traje es más rico y más luminoso que antes.
Cuando se ha logrado dominar el arte anterior, se puede uno ya enfrentar al toro sin más arma que el capote. Antiguamente el capote era color púrpura. Con la ayuda, pues, de su triple espíritu, su voluntad, su sabiduría y su actividad inteligente, el neófito se enfrenta a sus pasiones y aprende a detener sus envites y a desviarlas sin que le afecten.




En un estadio posterior, muleta en mano, aprenderá a dominarlas, a burlarlas, a amaestrarlas, es decir, a "parar, templar y mandar". Y, cuando ya domina ese grado, armado con el estoque de la voluntad, en el momento oportuno, las matará, – como San Jorge mataba el dragón - es decir, las destruirá, las eliminará del propio carácter para siempre.
Y el lidiador, el aspirante, mediante la “alternativa” de un Maestro, es decir, de un ya iniciado, se convertirá también en un iniciado, en un "Maestro". Y, curiosamente, aún se les llama así, "maestros", como a los hierofantes de los Misterios. Por eso el traje del "matador" de sus pasiones, es de oro, o sea, que se ha desarrollado completamente y, como el de todos los Maestros, es luminoso y brillante. Es el "vellocino de oro" de los griegos.
Según el nivel alcanzado por el lidiador en su evolución personal, serán las adquisiciones que su trabajo le proporcione. Y así, terminada con éxito la lidia, para un primer grado de nivel alcanzado, la consecución será el dar la vuelta al ruedo, es decir, tendrá que volver al mundo y vivir en él y mezclarse con los demás hombres. Y éstos le obsequiarán con los objetos que más estiman y se los ofrecerán, es decir, lo tentarán. Pero él, agradeciéndolos, los devolverá, es decir, no caerá en las tentaciones que, de buena o de mala fe le tiendan sus semejantes. O le increparán e insultarán y despreciarán, y él deberá saber dominar las emociones que ello le pueda producir. En un nivel superior de evolución, obtendrá y se le otorgará una oreja del morlaco. Lo cual significa que el iniciado habrá adquirido la clariaudiencia, es decir, la posibilidad de escuchar los sonidos de otros planos de existencia; las voces de los ángeles, denominadas esotéricamente como "el lenguaje de los pájaros"; la Sinfonía de las Estrellas, el concierto que las notas clave de todos los astros interpretan en la caja de resonancia del Cosmos y que, esotéricamente se denomina "la Lira de Apolo"; la “Voz del Silencio” que susurra permanentemente llamándonos por el buen camino.
En un grado más arriba de progreso, recibirá las dos orejas, o sea, que habrá desarrollado, además, la clarividencia, la posibilidad de contemplar los demás planos de existencia; y será capaz de ver a los difuntos en sus vidas post mortem y a los ángeles y a los Luciferes y a todos los habitantes de los mundos superiores e inferiores al mundo físico que todos percibimos.
En un escalón superior evolutivo, la recompensa consistirá en el rabo, lo cual significa que habrá adquirido la facultad de espantar con toda facilidad cualquier intento de cualquier habitante de otro plano que desee influenciarle, de cualquier modo que sea, y que será inmune a los pensamientos y deseos y maquinaciones ajenas que en otras circunstancias podrían afectarle negativamente.
Y, en un último grado de desarrollo, el premio será una pata. Lo cual simboliza la capacidad de poder trasladarse a voluntad por los distintos mundos.





Concluida la faena, si ésta fue lo suficientemente buena, obtendrá la Liberación, representada por la salida a hombros por la Puerta Grande, lo cual significa que se ha elevado sobre el nivel medio de la Humanidad, pero gracias a ella - y por eso se apoya en los hombros de otros hermanos a los que será deudor.-, y que se ha adelantado a sus semejantes en la evolución y por ello, ya que ha sido capaz de vencer a la muerte, es decir, de adquirir la conciencia permanente, o sea, la memoria ininterrumpida entre sueño y vigilia y entre vida y muerte, traspasa a hombros de sus semejantes el Portal que conduce a la inmortalidad.
Sólo desde ésta perspectiva, puedo justificar la fascinación que algunos grandes personajes como Picasso, Goya y otros, sintieron o sienten por un –ahora- espectáculo cruel y sangriento, revestido de una supuesta áurea de cultura.


Las manzanas de oro de las Hespérides. (Trabajo nº3 en Géminis)







Euristeo había planeado dos nuevos trabajos muy peligrosos. El primero era conseguir las manzanas de oro de las hespérides, ninfas que vivían en el Lejano Occidente. Estas manzanas eran el fruto de un árbol que la Madre Tierra le ofreció a Hera como regalo de boda. Las hespérides, hijas del titán Atlas, cuidaban del árbol, y Ladón, un dragón que nunca dormía, lo vigilaba dando vueltas a su alrededor. Heracles viajó al Cáucaso para pedir consejo a Prometeo. Éste le dio la bienvenida y le dijo: —Por favor, ahuyenta a esa águila; no me deja pensar con claridad. Heracles ahuyentó el águila, pero además disparó contra ella y la mató. Luego, pidió a Zeus que perdonara a Prometeo. Zeus decidió que el castigo ya había durado bastante y permitió que Heracles rompiera las cadenas, pero ordenó a Prometeo que llevara siempre un anillo de hierro en un dedo. Así fue cómo los anillos se pusieron de moda por primera vez. Prometeo advirtió a Heracles: le dijo que no recogiera las manzanas él mismo, porque cualquier mortal que lo hiciera moriría en el acto. —Convence a algún inmortal para que las recoja —le sugirió. Tras una fiesta de despedida, Heracles partió por mar hacia Marruecos y, al llegar a Tánger, caminó tierra adentro hasta el lugar donde Atlas, el titán rebelde, sostenía la bóveda celeste. 





Heracles le preguntó: —Si me hago cargo de tu trabajo durante una hora, ¿querrías recoger para mí tres manzanas del árbol de tus hijas? —Claro —dijo Atlas—, si tú matas antes al dragón que nunca duerme. 






Heracles apuntó con su arco por encima del muro del jardín y mató al dragón. Luego, se puso de pie detrás de Atlas y, separando las piernas, se colocó todo el peso de la bóveda celeste sobre la cabeza y los hombros. Atlas trepó por el muro, saludó a sus hijas, robó las manzanas y le gritó a Heracles: —Hazme el favor de quedarte aquí un poco más, mientras le llevo estas tres manzanas a Euristeo. Con mis enormes piernas, estaré de vuelta dentro de una hora. Heracles, que sabía que Atlas nunca entregaría las manzanas a Euristeo y que su idea era la de rescatar a los demás titanes para empezar una nueva rebelión, simuló que le creía. —Encantado —contestó—, pero antes sosténme un momento el peso, mientras doblo esta piel de león y me hago un cojín para la cabeza. Atlas dejó las manzanas en el suelo e hizo lo que le pedía Heracles. 





Éste entonces recogió las manzanas y, antes de irse, le dijo: —Has intentado engañarme —le comentó, riéndose—, pero yo te he engañado a ti. ¡Adiós! Cuando regresaba a casa cruzando Libia, un gigante llamado Anteo, hijo de la Madre Tierra, desafió a Heracles a un combate. Heracles se embadurnó por completo de aceite para que Anteo no pudiera sujetarlo con firmeza. Anteo, en cambio, se restregó el cuerpo con tierra. Cada vez que Heracles tumbaba a Anteo, veía sorprendido cómo el gigante se levantaba más fuerte que antes, porque el contacto con su madre, la Tierra, le renovaba su fuerza. Heracles vio lo que tenía que hacer: levantó a Anteo del suelo, le rompió las costillas y lo mantuvo separado de la Madre Tierra hasta que murió. Un mes después, Heracles le entregó las manzanas a Euristeo sin novedad.

Significado






El problema con el que había que luchar en el signo de Géminis era que el hombre es espíritu y es cuerpo y hay que compensar el yo inferior con el Yo Superior. Esa dualidad de Géminis está representada en muchas escrituras sagradas. Recordemos sino a Rómulo y Remo (matando el primero al segundo), a Caín y Abel (haciendo lo mismo), a Cástor y Pólux (uno mortal y otro inmortal) y a Ismael e Isaac (uno hijo de la carne y el otro hijo de Dios). Y recordemos las dos columnas a la entrada del templo masónico.
Esta historia del tercer trabajo contiene, pues, la primera lección que todo aspirante debe asimilar: que no se puede aprender nada si no se ha pasado antes por los signos de Aries y de Tauro. Porque, de otro modo, se caerá en el deseo de poderes y de presumir y, por tanto, en las garras de los Busiris que prometen la verdad sin poseerla y hacen perder el tiempo y el dinero a todos. O sea, que a la realización mística hay que añadir el conocimiento oculto de la realidad. El encuentro de Hércules con Nereo resulta muy instructivo. Nereo es el símbolo del Yo Superior, el verdadero Iniciado, el Maestro. Una vez puestos en contacto, el Yo Superior se expresará como con un destello fugaz, tan huidizo que el aspirante no será capaz de asirlo. El Maestro, por serlo, no puede hacer el trabajo por el aspirante y es éste el que ha de encontrar el camino. A lo sumo, le dará alguna vaga insinuación, que él deberá juzgar si es sabia o no, y desaparecerá. Pero nunca le dará una instrucción directa y definitiva. Hay dos razones para que los verdaderos Maestros o Hermanos Mayores sólo proporcionen un destello de pensamiento o de atención momentánea, que el aspirante ha de tener muy en cuenta: Primera: El aspirante individual no es de interés personal para el Maestro hasta que haya llegado al punto de haber unido suficientemente su cuerpo y su espíritu, y sea capaz de poder ser utilizado como canal para, a su través, dirigirle pensamientos y sugerencias. 




A medida que esas sugerencias sean seguidas, le dará más, pero sólo en cuanto se refieran al trabajo que el discípulo ha de realizar en servicio del mundo. Hemos de tener presente esto y recordar que sólo llegaremos a maestros dominando nuestra parte mortal mediante los esfuerzos de nuestro propio espíritu, que es un hijo de Dios y ha de saber sobreponerse, poco a poco, a su hermano mortal.. Segunda: Los cuerpos físicos de los aspirantes no están en condición de soportar la elevada vibración de quienes ya se han realizado. El cuerpo sería destrozado y el cerebro sería sometido a demasiado esfuerzo, si uno de los Maestros hiciera constante contacto con un discípulo, antes de que éste hubiera aprendido a conocer a Nereo como el símbolo de su propio yo superior. Cuando, por nuestros propios esfuerzos, estemos empezando a vivir como espíritus y, cuando, por nuestro propio autoiniciado empeño, estemos aprendiendo a servir y a ser canales de energía espiritual, entonces conoceremos a Nereo más íntimamente; y, casi inevitablemente, nuestro conocimiento del trabajo que los Grandes tienen que hacer, será tan vital y tan real, que renunciaremos a nuestro propio deseo por el contacto y buscaremos sólo levantar la carga que ellos llevan.
Cuando los aspirantes hayan aprendido a olvidarse de ellos mismos para servir, y a perder de vista su egoísmo espiritual ayudando a la humanidad, podrán pasar, como iniciados, a través del Portal del Sendero que conduce de la oscuridad hacia la Luz y de lo ilusorio a lo Real. Hércules, el discípulo, había sentido el toque del Yo Superior, pero no lo suficiente para permanecer con Nereo. Por eso hubo de regresar hacia el sur, es decir, al mundo. Tuvo que luchar con Anteo, la serpiente (o gigante). Pero, esta vez, no era la serpiente del deseo, sino la de los hechizos del psiquismo inferior, que aparecen en las primeras etapas y atraen, inevitablemente, el interés de los aspirantes. El aspirante se interesa en la escritura automática, o aprende a sentarse y escuchar "voces" , se vuelve astralmente clarividente y clariaudiente, se une a la confusión del plano psíquico, y así cae dentro de las trampas y peligros latentes del astralismo. Y se vuelve negativo, porque está todo el tiempo tratando de oír o ver lo que no es físico. De un modo u otro, pues, el aspirante que ha dejado a Nereo, se ha de encontrar con la serpiente y tendrá que luchar con ella. Como el mito lo relata, durante largo tiempo Hércules no pudo vencer pero, cuando levantó a la serpiente (al gigante) en el aire, triunfó. Los aspirantes deberían renunciar a todo interés en los fenómenos psíquicos, y a excluir, tan firmemente como puedan, el plano etérico, hasta que hayan desarrollado el poder de ser intuitivos, y de interpretar sus intuiciones por medio de una mente bien desarrollada, bien provista y bien entrenada.





La próxima etapa de la búsqueda de Hércules es igualmente aplicable a la humanidad en su conjunto. El cayó en las garras de Busiris, que pretendía ser un gran maestro. Y, durante un largo período de tiempo Hércules estuvo cautivo de Busiris sin saberlo. El mundo hoy en día está lleno de maestros; de Busiris que afirman que son iniciados, que son los custodios de la verdad, y que tienen un camino seguro y cierto de desarrollo que debe, inevitablemente, capacitar al aspirante para realizarse. Pero el verdadero iniciado es conocido por su vida y sus actos; está demasiado ocupado sirviendo a la raza, para perder el tiempo en interesar a la gente sobre sí mismo; y no puede hacer promesas más allá de decir a cada aspirante: "Éstas son las reglas; éste es el camino que todos los santos y Maestros de Sabiduría han recorrido; ésta es la disciplina a la cual has de someterte; y, sólo si tratas de resistir y tener paciencia, alcanzarás la meta." Y esto es, precisamente, lo que ofrece la Filosofía Rosacruz que, desde al principio, anuncia al estudiante que, en su seno, no hay Busiris y que cada cual ha de ser sus propio Maestro.
Hércules se liberó, como lo hacen todos los buscadores sinceros; y habiendo escapado del mundo psíquico y seudoespiritual empezó a servir. Primero, se liberó a sí mismo bajo el símbolo de Prometeo, el que significa Dios encarnado, liberándolo de la tortura de los buitres de lo antiguo. Hércules se liberó a sí mismo de los buitres del deseo, que por largo tiempo lo habían torturado. Dejó de ser egoísta, y de buscar su propia satisfacción. Prometeo, el Dios interior, podría adelantarse al servicio del mundo y levantar la carga de Atlas. Después del sacrificio viene la recompensa, y Hércules recibió su gran sorpresa después de liberar a Prometeo. Habiendo abandonado su búsqueda para ayudar al mundo, Atlas fue en su lugar al jardín y le trajo las manzanas de oro, poniéndole en contacto con las tres hermosas doncellas, los tres aspectos del espíritu. No debemos, pues, olvidar que el camino hacia nosotros mismos discurre, siempre y exclusivamente, a través de actos de amor a los demás.


La cierva Cerínia. (Trabajo nº4 en Cáncer)



El tercer trabajo fue capturar la cierva de Cerinia, una cierva blanca con pezuñas de bronce y cuernos de oro, que pertenecía a la princesa Artemisa. Su tamaño era el de los toros. Artemis utilizó cuatro de ellas para hacerse una cuadriga y la otra la dedicó a Hera y la situó en el bosque de Cerinia. Era, por tanto, un animal sagrado y nadie podía tocarla si no quería ser acusado de impiedad.
Heracles tardó un año entero en encontrarla. La persiguió por montañas y valles de toda Grecia, hasta que al final le disparó una flecha sin veneno, en el momento en que la cierva estaba pasando el río Ladón cuando pasó corriendo cerca de él. La flecha se clavó entre el tendón y el hueso de sus patas delanteras, que quedaron ensartadas, sin derramar una sola gota de sangre. Cuando tropezó y cayó, Heracles la apresó, le extrajo la flecha y se la llevó a Euristeo sobre los hombros. Durante este viaje de retorno con la cierva a cuestas, se encuentra Hércules con Apolo y Ártemis; ésta le echa en cara su intento de dar muerte a un animal que le estaba consagrado, e intenta, a su vez, arrebatárselo a Hércules; pero éste se disculpa alegando la necesidad en que se encuentra de obedecer a Euristeo, con lo que la diosa calma su ira y le permite llevársela, Artemisa se habría enfurecido si Heracles hubiera dañado a su cierva y, además, lo perdonó por su certero flechazo. Después, Euristeo liberó a la cierva.


Significado





A Cáncer podemos considerarlo como el último de los signos “preparatorios”. Y ello, tanto si se considera la involución o introducción del espíritu en la materia, como si se trata de la evolución o predominio gradual del espíritu sobre la materia, hasta llegar al reino humano. El hombre medio, que se ha dotado de una mente en Aries y de un deseo en Tauro y luego se ha concienciado de la dualidad de su naturaleza en Géminis, penetra en el reino humano atravesando el Portal de Cáncer. El aspirante, ya despierto a lo superior, por su parte, en Aries se ase fuertemente a su mente y la hace trabajar para sus intereses, aprendiendo así a controlarla. En Tauro, recibe el primer destello de luz espiritual, cada vez más fuerte, mientras se aproxima a su meta. En Géminis, no sólo percibe los dos aspectos de su naturaleza, el material y el espiritual, sino que el aspecto espiritual o inmortal empieza a crecer a costa de la parte material o mortal.
Para pasar el Portal de Cáncer hay que haber pasado antes por el estado de conocimiento animal hasta llegar al humano. Se trata de un proceso inevitable, subconsciente, potencial y ordenado por las leyes naturales. Más adelante en la evolución, habrá que pasar el Portal de Capricornio. Pero a éste se entra mediante la iniciación, que es siempre un proceso voluntario, libre y poderoso. Cáncer, pues, supone la conciencia del conjunto, de la masa, el espíritu colectivo, mientras que Capricornio representa al grupo, al espíritu Universal. En Aries y en Tauro, percibimos los mundos de los contactos físicos y de las emociones; en Géminis, el mundo de las ideas convirtiéndonos en humanos. Tenemos, pues, ya instinto e inteligencia. Entonces se nos indica, mediante una iluminación momentánea, que hay más mundos que descubrir y conocer.





Cáncer representa la mente subconsciente, la imaginación colectiva, el instinto hereditario. El hombre no evolucionado está inmerso en la masa. El aspirante, en cambio, se eleva, en este signo, por encima de la masa, a la que le suma el instinto, y empieza a desarrollar la intuición. Los términos instinto, intelecto e intuición son tres distintos modos de conocimiento. El instinto es la conciencia de la materia y la vida celular. Por eso Artemisa, la Luna, que gobierna la forma material, le reclamaba a Hércules la cierva. Pero el hombre es racional, sabe analizar y posee una mente y esa nueva capacidad de percepción de un mundo nuevo, es lo que lo diferencia del animal que era, y le ofrece un nuevo campo de conocimiento y experiencia. Y el instinto se transforma en intelecto. El primero le informa del mundo físico y de las emociones que suscita y el otro pone a su alcance el mundo de las ideas y lo hace humano. Entonces es cuando el Maestro le dice que hay aún otro mundo, un mundo con su propio método de contacto.




Expone el mito que, además de Artemisa, le reclamaron a Hércules la cierva de oro Apolo, el dios sol y por Diana, la cazadora celeste. ¿Por qué? Porque, así como Artemisa pensaba que la cierva era el instinto, Diana pensaba que era el intelecto y Apolo pensaba que era la intuición. Y ése es un problema que aún no hemos resuelto del todo porque, como discípulos, hemos de aprender a utilizar el instinto como Artemisa, a su estilo, y el intelecto siguiendo la influencia de Diana, hija del sol; y, a través de él, ponernos en contacto con el mundo de las ideas y de la investigación; y, luego, llevar esa facultad al tempo del Sol y transmutarla en intuición que nos permita conocer las cosas del espíritu.

El León de Nemea. (Trabajo nº 5 en Leo)






Éste es el más conocido de los 12 trabajos del héroe. Como veremos en la serie, al león y al dragón, hay que matarlos dos veces, tan arraigados están en nuestro interior. 
Según Graves, el primer trabajo que Euristeo ordenó a Heracles fue matar al león de Nemea, una enorme bestia, cuya piel era resistente a la piedra, al cobre y al hierro. Aquel monstruo vivía en una cueva en las montañas. Primero, Heracles le lanzó flechas, pero éstas rebotaron sin hacerle daño. Luego, cogió su gran maza de madera de olivo y le golpeó en la cabeza, pero lo que se rompió fue el arma. El león sólo movió su cabeza, porque había oído un ligero ruido, bostezó y volvió a su gruta. Esta cueva tenía dos entradas. Heracles tapó la más pequeña con una red de bronce, entró por la grande y cogió al león por la garganta. Aunque el animal le arrancó el dedo corazón de la mano izquierda de un mordisco, Heracles consiguió meter la cabeza del león bajo el brazo derecho y aplastarla hasta que la bestia murió. Heracles despellejó al león usando una de las garras del mismo animal como cuchillo y luego se cubrió con la piel. Después, se fabricó una nueva maza de madera de olivo y se presentó ante Euristeo.


Significado







Este trabajo es el número cinco. Cinco es el número del hombre, compuesto de un espíritu inmortal y cuatro vehículos mortales: el físico, el vital, el de deseos y el mental.
a) En Aries, el espíritu tomó para su uso el tipo de materia que le serviría para relacionarse con el mundo de las ideas. Esa materia, luego, se vistió de materia mental, agregando así, a su individualidad, la materia mental que le permitiese expresarse mejor y convertirlo en un espíritu pensador.
b) En Tauro, contactó con el mundo del deseo, siguiendo un procedimiento similar y así entro en contacto con el mundo de los sentimientos y las emociones. Y llegó a ser un espíritu consciente.
c) En Géminis, se construyó un nuevo vehículo como canal para las energías del espíritu y de la materia, manteniendo en armonía los dos polos de su ser. Y así nació el cuerpo vital.
d) En Cáncer, que es el signo del nacimiento físico y de la identificación con la masa, el espíritu inmortal se manifestó en la cuádruple naturaleza, y el hombre se convirtió en el protagonista de su propia vida, vivida en el plano físico.
e) Pero es en Leo donde llegamos, realmente, a ser la estrella de cinco puntas, el ser que se reconoce a sí mismo como un individuo y, al mismo tiempo, como un Yo. En este signo es donde empezamos a utilizar palabras como “Yo” y “mi” y “mío.”
La numerología nos dice que el número diez es el de la perfección y el de la consumación humana, el número de un hombre perfectamente desarrollado y manifestado. Y el número del equilibrio entre la materia y el espíritu, puesto que el uno (que es el espíritu, la polaridad positiva) junto al cero (que es la materia, la polaridad negativa), en plan de igualdad, representan el equilibrio.
Pero en el número cinco el espíritu aún no domina la materia. Es el número del aspirante espiritual, que tiene por meta someter la materia al espíritu. Y esa lucha, de momento, rompe el equilibrio del diez que, al final del recorrido, se alcanzará. Y hemos de recordar que estamos aquí voluntaria y libremente y que hemos elegido elevar la materia al cielo.
Leo es uno de los cuatro signos fijos, que forman la cruz en la que tanto el dios Cósmico como el dios individual interno están crucificados, dificultados, impedidos de manifestarse y, definitivamente sacrificados.




Veámoslo:
a).- En Tauro, la fuerza creadora a través del deseo, aparece en su aspecto inferior, el deseo sexual, que hay que transmutar en, o sacrificar, a su aspecto superior.
b).- En Leo, la mente cósmica actúa sobre el individuo como mente razonadora, y también su aspecto inferior ha de ser sacrificado y la mente del hombre ha de subordinarse a la mente universal.
c).- En escorpio, que es el tercer brazo de la cruz fija, el amor cósmico o atracción cósmica se muestra en su aspecto inferior, produciendo la gran confusión de creer que la materia es lo importante y lo real. Por eso, en Escorpio, el aspirante está crucificado, supeditando la ilusión de la materia a la realidad del espíritu.
d).- En Acuario, la luz de la conciencia universal ilumina al ser humano y sacrifica la vida individual volcándola en la vida universal. Se supedita así, pues, lo imaginario, lo irreal a lo real, el aspecto inferior al superior y la unidad a la suma total.
Dícese que, antiguamente, sólo existían diez signos en el zodíaco. Y que Leo y Virgo formaban un solo signo con un único símbolo. Y, si se reflexiona un poco, pronto se ve en ello el origen y la interpretación de la esfinge, del león con cabeza de mujer: las dos polaridades, positiva y negativa, el espíritu como león y la materia como mujer o madre de toda forma.
En el signo de Leo, el hombre se reconoce a sí mismo como un individuo y empieza su recorrido por el mundo de las experiencias que le han de proporcionar conocimiento. Pero también en Leo el hombre consciente de sí mismo empieza su aprendizaje para la Iniciación. Y es en Leo donde enfrentamos la última prueba del sendero del probacionismo.
Y, cuando ese trabajo lo concluimos, llega el definitivo adiestramiento para la Iniciación, en Capricornio. 







Porque:
a).. En Aries, hemos aprendido el control del pensamiento.
b).- En Tauro, hemos aprendido a transmutar el deseo.
c).- En Géminis, hemos recolectado las manzanas de la sabiduría y hemos aprendido a distinguir entre conocimiento y sabiduría.
d).- En Cáncer, hemos aprendido que es necesario transmutar el instinto y el intelecto en intuición, elevándolos de categoría.
El aspirante Hércules, en Leo, intuye con claridad lo que se le avecina porque:
a).- Ya sabe que el futuro depende de las causas puestas en funcionamiento en el pasado.
b).- Y sabe que, antes de llegar a Capricornio y escalar el Monte de la Transfiguración, ha de matar a la Hidra en Escorpio.
c).- Y sabe sobre la lucha que habrá de enfrentar en los signos próximos de Virgo, Libra y Escorpio.
d).- Y sabe que sólo matando al león (el rey de las bestias) en su propia naturaleza, merecerá la victoria sobre la Hidra en Escorpio.
O sea que él, que ha salido de la masa y que ha creado su personalidad, ha de matarla, volviendo a ella y sustituyendo el egoísmo por el altruismo y subordinando el yo al todo.
Resulta interesante y significativo que, en todas las escrituras sagradas, los acontecimientos más importantes tengan siempre lugar o en una cueva o en una montaña: Recordemos que Jesús nació en una cueva; que la personalidad se vence en la cueva de nuestro interior; que la voz de Dios se escucha en la cueva interna; que el dios interno está en la cueva de nuestro corazón… Y recordemos también que hemos de escalar los montes de la Transfiguración, la de la Crucifixión, y la de la Ascensión.





¿Y qué significa, en este mito, la cueva con las dos entradas, una de las cuales hay que cegar para poder matar al león? Partiendo de que los pioneros de la humanidad poseen un desarrollo metal agudo y de que el resto de los humanos está desarrollándose mentalmente muy deprisa, la residencia de las emociones se está trasladando desde el plexo solar hasta la cabeza. Porque tenemos en nuestra cabeza una “cueva” muy especial, que alberga la pituitaria, una de las más importantes glándulas del ser humano. Esa glándula está protegida por una estructura ósea o cuerpo pituitario, que consta de dos partes o lóbulos, uno frontal o antepituitario, que es el asiento de la mente razonadora, de la intelectualidad, y el otro, postpituitario, que es el asiento de la naturaleza emocional e imaginativa. Así que ese cuerpo pituitario con sus dos partes simbolizaría la cueva con sus dos entradas, en la que Hércules sostuvo su lucha. Y se nos dice claramente que, sólo cuando hubo bloqueado la entrada de la emociones (la postpituitaria), desechando hasta su familiar garrote (lo que simboliza el abandono de una vida egoísta), pudo, utilizando la otra entrada, la de la mente razonadora, someter al león de la personalidad solo y con sus propias manos.



El cinturón de Hypólita. (Trabajo nº6 en Virgo)





En esta tarea Hércules debe traer el cinturón de Hipólita, reina de las Amazonas. Hércules se embarca, en compañía de aliados y voluntarios, y tras algunas escaramuzas en Paros y en Misia, arriba al país de las Amazonas, fondeando en Temiscira.
Allí Hércules recibe la visita de la reina la reina Hipólita, quien, después de enterarse por el propio Hércules del motivo de su visita, le promete darle el cinturón. Mas entretanto Hera, tomando la apariencia de una Amazona, se presenta ante la multitud de éstas y les miente, diciéndoles que su reina ha sido hecha prisionera por los extranjeros; las Amazonas entonces se lanzan a caballo contra el navío. Hércules, creyendo que se trata de una emboscada previamente dispuesta, da muerte a Hipólita, le quita el cinturón, y luchando con las otras Amazonas leva las anclas y se hace a la mar, arribando, no mucho después, a las costas de Troya.
Al llegar Hércules, Troya se encontraba afligida por una calamidad sumamente parecida, aunque no en su origen, a la que en Etiopía había remediado Perseo al liberar a Andrómeda, pues también en Troya estaba la hija del rey, llamada Hesíone, encadenada a una roca para ser devorada por un monstruo marino; pero el origen de tal desgracia había sido la perfidia del rey Laomedonte contra los dioses Poseidón y Apolo. Habían venido estos a Troya para ponerse al servicio de Laomedonte, ya fuera en figura humana y para probar a Laomedonte, ya sin disimular su condición de dioses y como castigo impuesto por Zeus por haberse rebelado contra él.




Una vez llegado Hércules, Hesíone estaba encadenada esperando la llegada del monstruo que ha de devorarla. Allí Hércules salva a Hesíone matando al mounstruo marino y mediante un pacto con el padre de la joven. Hércules, pues, se ofrece a salvar a Hesíone, pactando con Laomedonte que recibirá en recompensa los caballos divinos que en otro tiempo entregara Zeus a Tros, abuelo de Laomedonte, como reparación por el pacto de su hijo Ganímedes. Hércules, espera la llegada del monstruo y le da muerte, tras de lo cual libera a Hesíone y se la entrega a su padre, pero, hay otra versión en la que la liberación es anterior a la matanza del monstruo, y después de la matanza Hércules da a escoger a Hesíone entre quedarse con su padre o irse con él, escogiendo la joven esto último, por temor a volver a ser entregada a cualquier nuevo monstruo; tras de lo cual Hércules se la deja en depósito a Laomedonte, juntamente con los caballos, hasta que él regrese con los Argonautas; y es en ese momento cuando Laomedonte se niega a entregarle los caballos. Hércules por el momento se limita a amenazarlo con la guerra, y se hace a la mar. Y tras algunas escaramuzas en Eno, en Tasos y en Torone, llega a Micenas y entrega a Euristeo el cinturón de Hipólita.

Significado





Se dice que Virgo es el más antiguo de los signos zodiacales. A través del tiempo, ha habido Isis, Evas, Astartés, y otras, hasta llegar a María. Todas ellas reverenciadas como madres del mundo. Porque en este signo es en el que concebimos y nutrimos el conocimiento de lo espiritual que, tras el período de gestación, en su signo opuesto, Piscis, nace como Salvador del Mundo.
La experiencia de Virgo es, como la de Leo, una experiencia de cueva, si bien se trata de “la cueva del tiempo”, que se caracteriza Por el calor, la quietud, las experiencias profundas y las crisis lentas y hondas.
Todos pasamos por todos los signos pero, en el de Virgo, sus especiales energías se diversifican para generar mil nuevas ideas en todos los aspectos de la vida como el arte, el comercio, la industria y la ciencia, pero todas exigen un período de incubación, de reflexión y, luego, de lucha para imponerlas o compartirlas.
Es interesante resaltar que las amazonas adoraban a la Luna - es decir, a la forma – y a Marte – es decir, a la guerra – y eso demuestra que, como le dijo el Maestro a Hércules, ellas tampoco habían entendido su verdadero cometido en la vida. Ellas eran mujeres, traían en su seno la esperanza de futuro para espíritus anhelantes de renacer, pero los eliminaban si eran hombres y, además, en guerra permanente con los pueblos vecinos, mataban sin miramiento a los que consideraban sus enemigos. De modo que las que debían dar origen a la vida se habían convertido en adoradoras de la muerte.





Virgo y su signo opuesto, Piscis, junto con Géminis y su opuesto Sagitario forman la que se denomina “Cruz Común o Mudable”, que es la de los que están pasando por la probación. En ella alcanzamos la resignación y desarrollamos la aspiración que nos prepararán para la Cruz Fija del Discipulado. Cuando nuestra personalidad está crucificada en la Cruz Mudable nos dedicamos a sus fines materiales, para que adquiramos así la habilidad necesaria para dedicarla a fines más elevados.
Es conocido en ocultismo el llamado “pecado contra el espíritu”, que no es otra cosa que la prostitución de la energía creadora y su utilización para fines perversos. Y éste es el pecado, el más grande de todo su recorrido zodiacal, que, en este signo, cometió Hércules. Y lo cometió cuando mató a la reina de las amazonas en vez de redimirla mediante la unión con ella, que es lo que ella le estaba ofreciendo. Pero también lo cometían las amazonas, como hemos visto antes, aunque su reina murió tratando de rectificar su error.  Hay que tener presente que, como la rueda del zodíaco la recorre el hombre ordinario en el sentido contrario al de las agujas del reloj, pero el discípulo la recorre en el sentido contrario, cuando entran en Virgo, uno lo hace a través de la vibración de Venus, pero el otro llega bajo la influencia de Mercurio.
El signo de Virgo nos permite cultivar la tolerancia, la compasión y la caridad, de modo que, poco a poco, nuestra capacidad de amar se va ampliando y haciéndose más inclusiva. Sin embargo, lo que exige su signo opuesto, Piscis, es coraje. Porque el espíritu del pisceano es un verdadero campo de batalla, ya que ha de obtener la liberación y la libertad no se regala, sino que se conquista.





Hay un símbolo que representa, unificándolos, a Virgo y a su opuesto Piscis, y es la sirena. La meta del nativo de Virgo consiste en tener claro que ninguna verdad es completa, ni siquiera real, si no incluye a su opuesta.
Los principios fundamentales de este signo de Virgo que: para el hombre común se resumen en la frase: “Y el Verbo dijo: que reine la materia.”
Pero, para el discípulo es la Virgen misma la que le dice: “Yo soy la madre y el Hijo, Yo soy Dios y soy la materia.” Porque fuimos nosotros mismos los espíritus que pronunciamos la primera palabra y los que descendimos al tiempo y al espacio hace eones. Pero debemos ya, si lo queremos, reconocer y proclamar nuestra identidad con ambos aspectos de Dios, la materia y el espíritu, la madre y el hijo.



El Jabalí de Erimanto. (Trabajo nº 7 en Libra)






El cuarto trabajo fue apresar al jabalí de Erimanto que devastaba la Psofide, una enorme criatura con unos colmillos como los de un elefante y una piel resistente a las flechas. Heracles lo persiguió por las montañas de aquí para allá, en invierno, hasta que quedó atrapado en un gran montículo de nieve. Allí, saltó sobre él y le ató las patas delanteras a las traseras. Cuando Euristeo vio a Heracles cargando el jabalí a su espalda por la avenida de palacio, huyó y se escondió en una gran vasija de bronce.
Este trabajo es poco significativo o importante en sí mismo, pero célebre en cambio por un episodio accesorio, que es el siguiente. En su camino hacia el Erimanto (montaña de Arcadia) Hércules se hospeda en Fóloe, en casa del centauro Folo, hijo de Isleño y de una ninfa Melia. Folo ofrece a Hércules carne asada, mientras él mismo la toma cruda. Hércules pide vino, a pesar de su amabilidad (sólo él y Quirón son buenos entre los Centauros), le dice que le parece peligroso abrir el tonel que es propiedad común de los Centauros; pero Hércules insiste, Folo lo abre, y al olor del vino acuden los Centauros armados de rocas y abetos. 





Hércules rechaza a los dos primeros, Anquio y Agrio, con tizones encendidos, y a los demás los persigue a flechazos hasta el promontorio Malea, en el extremo Sur del Peloponeso. Los Centauros se amparaban detrás de Quirón, y una flecha lanzada contra uno de ellos, Élato, le atraviesa el brazo y va a clavarse en la rodilla de Quirón, causando enorme disgusto a Hércules, que corre a sacársela y le aplica un remedio que le proporciona el propio Quirón. Pero la herida era incurable por ser Quirón inmortal, y éste, agobiado por los terribles dolores que le producían, pide a Zeus que le haga morir para que cesen sus sufrimientos. Parecía esto imposible, pero se consigue gracias a la intervención de Prometeo, que se ofrece en lugar de Quirón. De los restantes Centauros, la mayoría de los que lograron escapar fueron acogidos por Poseidón en un monte próximo a Eleusis; uno de los supervivientes, llamado Euritón, se refugia en Fóloe, y luego veremos como muere al fin también en manos de Hércules.
Pero el más famoso de esos supervivientes es Neso, que llega al río Eveno, en Etolia, y allí permanecerá hasta que al fin lo aniquile igualmente Hércules, ya hacia el fin de la vida de éste. En cuanto a Folo, arranca de uno de los muertos una flecha y se pone a examinarla, maravillándose de que siendo tan pequeña pueda dar muerte a seres tan gigantescos como son ellos, los Centauros; pero mientras la está observando se le resbala de la mano, le cae en un pie y lo mata en el acto. 






Hércules regresa a Fóloe donde da honrosa sepultura al buen Centauro Folo, luego de lo cual por fin busca al jabalí, lo persigue y acosa hasta hacerlo meterse en un paraje donde la nieve es muy profunda, estando ya el animal fatigado, lo captura a lazo, y lo lleva vivo a Micenas.

Significado





El signo de Libra ofrece muchas paradojas y extremos acusados que dependerán de si uno está recorriendo el zodíaco como el hombre ordinario, en sentido contrario al de las agujas del reloj, o lo transita como aspirante, en el sentido de éstas. Es éste uno de los signos más difíciles de comprender e interpretar. Es el primero que no tiene ni símbolo humano ni animal, si se hace caso omiso de la mujer que sostiene la balanza, la Justicia, a la que se representa con los ojos vendados, significando que la visión externa no es nada comparada con la intuición o visión interna, que es la que nos conduce al equilibrio y a la Justicia y, consecuentemente, a la Verdad. Libra es como un compás de espera, un período de silencio. Y, mientras el hombre ordinario entra en este signo a través de Escorpio, con lo que la balanza oscila salvajemente arriba y abajo, el hombre más avanzado, que ya tiene la conciencia crística agitándose en su corazón, entra en este sigo proviniendo de Virgo, y tiene mucho más fácil lograr el equilibrio entre materia y espíritu y entre todos los pares de opuestos.
Por eso, en este signo, aparecen como principales los problemas del sexo y el dinero. Los dos pueden conducirnos por el buen camino o por el malo, según el uso que de ellos hagamos. Por eso, el sexo puede ser un sacramento, una compensación, una recuperación del equilibrio cósmico perdido en el momento de la separación de los sexos para la producción de cuerpos y para llevar adelante la evolución humana, o puede ser un medio de degradarse hasta la animalidad inferior. Y al dinero le ocurre lo mismo: que puede, bien usado, ser una fuente de bendiciones para los demás y para uno mismo pero, mal empleado egoístamente, puede llevarnos a la ambición, la injusticia y la crueldad más abyecta. Así que la balanza de Libra puede oscilar desde la prevaricación hasta la justicia; desde la parcialidad hasta el discernimiento; o desde la inutilidad hasta la sabiduría.
Se le había dicho a Hércules que se tomara su tiempo para alimentarse. Y, en vez de ello, se entregó a una orgía con vino que no le pertenecía y acabó matando a quien le había invitado. Y eso, mientras se preocupaba de no matar al jabalí y llevarlo vivo ante el Maestro. Ésos son los vaivenes de Libra, que hacen que la tentación reaparezca cuando creíamos haberla dominado definitivamente.
Los dos centauros buenos que Hércules mató, son conocidos como Quirón (el pensamiento positivo) y Folos (la fuerza física). Esta prueba nos muestra la necesidad del control de la naturaleza emocional, en cualquier forma que se presente. Porque no se puede controlar la naturaleza del deseo por medio de la fuerza física ni sólo con el pensamiento; se puede tener éxito temporalmente, pero pronto resurge con todo su vigor inicial. La única manera consiste en apresar al jabalí del deseo en la montaña. Es en la cima de las montañas, como sabemos, donde se dan todas las grandes revelaciones, donde la niebla del valle desaparece y llega la iluminación. Hércules no usa la fuerza bruta para capturar al jabalí. Coloca una trampa, espera y permite que la bestia caiga por sí sola en ella, cuando el jabalí, acosado, tropieza y cae por los ventisqueros. Entonces él aprovecha la ocasión. Porque eso es típicamente libriano. El nativo de este signo tiende a evitar el enfrentamiento directo y a ahorrar energía. Nunca fuerza las cosas, sino que actúa con suavidad y constancia.





Es característico de Libra el encontrar soluciones nuevas y hacer ver lo incongruente de las cosas. Por eso tomó al jabalí por las patas traseras y lo hizo bajar del monte sobre las delanteras. Y por eso causó la risa de todos. A veces, un detalle inusitado cambia la historia. En este sentido se recuerda que un antiguo jefe tártaro viéndose en trance ser vencido en una batalla, hizo producir un gran incendio a espaldas de sus tropas que, sin otra posibilidad de salvar la vida, ganaron la batalla. Recordemos también a Hernán Cortés, quemando sus naves e impidiendo así el regreso a España de sus soldados que, ante el peligro de morir, no tuvieron más remedio que iniciar la conquista de México. Se cuenta igualmente de Escipión que, ante el peligro que suponían los elefantes del ejército de Aníbal y el terror que producían entre sus soldados, ordenó a sus cornetas que las hiciesen sonar todo lo fuerte que pudieran, lo más cerca posible de las orejas de aquéllos que, espantados, produjeron una matanza en las tropas enemigas. Son actitudes típicamente librianas. Hércules, conduciendo al jabalí del modo descrito, simboliza al cuerpo siendo conducido por el espíritu, que es una característica del hombre evolucionado.
El libriano no es nuca un extremista. Sabe que hay una gradación entre el blanco y el negro, entre la verdad y al mentira, entre lo bueno y lo malo. Y está siempre calculando, reflexionando, ponderando. Sabe que los que pasan por modelos entre los hombres, tienen defectos ocultos y que los depravados tienen también aspectos positivos. Y que los humildes y los modestos pueden ser la sal de la tierra. Y que los juicios mundanos pueden ser revocados por un tribunal superior. Y que la verdad tiene multitud de caras y todas participan de ella. Esto conduce al desarrollo del discernimiento y de la tendencia a elevarse un nivel buscando en él coincidencias entre lo que más abajo parece antagónico. En Libra estamos suspendidos entre el cielo y la tierra. Arriba, la belleza, la perfección, la felicidad; abajo la podredumbre, la mentira, la muerte. Arriba los hermosos ideales. Abajo su olvido y su descrédito. Si descendemos, perdemos las vistas y las perspectivas de lo alto y, si nos elevamos, perdemos contacto con la realidad de aquí. Es, por tanto, la de Libra una situación de permanente inestabilidad y duda y reflexión y maduración y, poco a poco, de síntesis, que incluye lo superior y lo inferior, lo bueno y lo malo, la materia y el espíritu y que produce la compasión.
¿Y qué efecto producen todas esas reflexiones en los librianos? En primer lugar, los atractivos de lo material disminuyen a sus ojos. Además, Se da cuenta de que la vida no es un fin en sí misma, porque se acaba de modo inevitable y, en cambio, el hombre se engaña a sí mismo aferrándose a la vida.






No le atrae tomar parte en la lucha por la vida, pero es sensible a quienes necesitan ayuda, aunque sabe que no la agradecerán y hasta quizás le ataquen o desprecien o insulten después de recibirla. Sabe ponderar la necesidad y la dosis de ayuda que debe prestar y su oportunidad.
Ese constante reflexionar y medir y pesar da por resultado el equilibrio. El libriano comprende que el mundo está sostenido por el equilibrio. Que todo está y ha de seguir estando equilibrado. Que lo que sobra por un sitio, falta por otro; que el bien hecho a alguien, revierte a su autor; que la Ley de Retribución es la justicia perfecta. Y que ese equilibrio no es algo estático, sino radicalmente dinámico, en continuo movimiento, desequilibrándose y reequilibrándose todo sin interrupción. Estas conclusiones hacen que el libriano utilice la persuasión, la cortesía y la cooperación y se sienta atraído por el trabajo en grupo y los programas que propugnan la hermandad y la fraternidad. Y, cuando ha asimilado las energías de Venus, se hace sensible a las de Urano, que están representadas por la frase: “Mira. Yo hago todas las cosas nuevas.” Porque son vibraciones para cambiar lo viejo por lo nuevo, lo inútil y anticuado y cristalizado por lo útil y lo joven y lo ágil.
Pero ese cambio no se puede hacer desde arriba. Ha de desarrollarse en cada hombre, en la cueva de su interior y, desde allí, ir subiendo hasta cambiar la sociedad toda, expresando en ella el amor, la fraternidad, la amistad y todas las maravillas de la vida divina manifestada.
A Libra se la denomina “la puerta abierta a la consecución” y es el signo en el que se encuentra “el sendero angosto como el filo de una navaja ”, que conduce al hombre al reino del espíritu. Y al libriano se le denomina "el maestro de la tierra de nadie".
La gran Verdad no es que nosotros seamos espíritu sino que todo es Dios en manifestación; que todo es energía de diferentes categorías la perfecta expresión de la divinidad en la forma. Él equilibraba perfectamente el espíritu y la materia. Y ése es el trabajo que todos nosotros hemos de realizar.

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