El simbolismo del caballero.
El caballero es el dominador, el logos, el espíritu que prevalece sobre la cabalgadura (la materia). Pero esta no es posible sino a través de una larga técnica de aprendizaje. Podemos ver ésta, en su aspecto histórico, como un real esfuerzo por crear un tipo humano --el caballero- superior a todos los demás. En consecuencia, la eduación del caballero tendía a fortificar su cuerpo, pero a la vez, paralela y dominantemente, a educar su alma y su espíritu, su sentimiento (moral) y su intelecto (razón) para permitirle un dominio y dirección adecuados del mundo real y una participación perfecta en las jerarquías del universo (feudal, organizado según el modelo de las jerarquías celestes, desde el barón al rey).
Hasta el punto en que los monjes, sacerdotes o seglares, conservan su cabalgadura y la dominan, pertenecen a la caballería espiritual (simbólica) de la que estamos hablando en buscadas interferencias con la caballería del estamento historico-social. Por esta causa, en el claustro de Silos hay, en los bajorrelieves de los capiteles, jinetes sobre cabras. Dado el simbolismo de estos animales (favorable por habitar en los sitios elevados), Mauro señala que los jinetes montados sobre las mismas deben identificarse con los santos.
Naturalmente, la coincidencia del santo y el caballero no hace sino magnificar el espécimen humano y su simbolismo, como en el caso de san Ignacio de Loyola.
Otra convergencia más profunda la tenemos entre el rey y el caballero (rey Arturo) y entre el rey, el caballero y el santo (San Fernando III de España o San Luis IX de Francia).
Este simbolismo del caballero, en general, se halla en todas las tradiciones. Ananda Coomaraswamy dice que «el caballo es el símbolo del vehículo corporal y el caballero es el espíritu; cuando alguien llega al término de su evolución, la silla queda desocupada y la montura muere necesariamente».
Por nuestra parte, considerando que la alquimia es una técnica medieval de espiritualización, en cierto modo y aun cuando en otro orden de cosas comparable a la caballería, y atendiendo a ciertos rasgos basados en el simbolismo del color, hemos establecido un parangón que creemos muy interesante para dilucidar unos extremos del simbolismo concreto del caballero. Con frecuencia, los relatos medievales y leyendas hablan del caballero verde, blanco o rojo; con mucha mayor frecuencia todavía, del caballero negro. ¿Se trata de mera s estimaciones estéticas del matiz, con literal y decorativo sentido? ¿La determinación del color proviene de un fondo forzoso y altamente significante? Nos inclinamos por esta última. Dado que la escala de colores ascendentes (progresivos, evolutivos) en alquimia es: negro, blanca, roja (materia prima, mercurio, azufre) con una etapa final, sólo aludida (dorado, oro), podemos establecer una escala descendente con los otros colores, desde cielo a tierra (azul a verdejo). Estos dos matices son los símbolos del factor celeste y terrestre natural.
Dadas las asociaciones siguientes: negra (culpa, penitencia, ocultación, oscuridad, regeneración en la profundidad, tristeza), blanca (inocencia -natural o recobrada por la penitencia-, iluminación, mostración, alegría) y roja (pasión - moral o material, amor y dolor-, sangre, heridas, sublimación y éxtasis), se puede determinar que el Caballero verde simboliza al pre caballero, al escudero, al aprendiz; el Caballero negro, al que sufre y trabaja, todavía en la oscuridad y en la culpa, en el castigo de la penitencia, para transformarse y aparecer en la gloria (de la fama mundana o del cielo trascendente); el Caballero blanco (sir Galahad) es el triunfador natural, el «escogido» de los Evangelios, o el iluminado; el Caballero rojo es el caballero sublimado por todas las pruebas, ensangrentado por todos los sacrificios, supremamente viril y dominador de lo inferior, quien, lograda la gran obra de su vida, es acreedor al oro de la última metamorfosis: su glorificación.
La caballería se nos aparece como una pedagogía superior tendiendo a la transformación del hombre natural (descabalgado) en hombre espiritual, y en ella tenía parte muy importante la proposición de modelos, como caballeros famosos, míticos cual los de la corte arturiana, o santos patrones como san Jorge, Santiago o el arcángel san Miguel.
Para el logro practico de la finalidad se verificaban los ejercicios corporales, que no se detenían en materialidad por el uso de todas las armas (posibilidades espirituales); finalmente, venía la inversión del mundo del deseo, por la ascética negación del placer físico (esencia de la caballería) y el cuIto casi místico a la dama. La imperfección relativa en el cumplimiento es la causa del color negro, que se ha analizado. Sin embargo, otras asimilaciones a éste han sido dadas, como «guardián del tesoro», en sustitución del monstruo vencido (serpiente, dragón). Es evidente que este simbolismo no niega el anterior, antes lo ratifica exponiendo la misión esencial del caballero en servicio.
Otro aspecto interesante, aunque hasta cierto punto negativo, del simbolismo del caballero lo dan los calificativos de «andante» y «errante» aplica dos en relatos medievales y leyendas o cuentos folklóricos A veces, el apelativo se precisa con intención. Otras veces, el adjetivo tiene mayor imprecisión. En todos los casos, andar o errar expone una situación intermedia entre la del caballero salvado y la del cazador maldito, si bien la intencionalidad es inversa. No se trata, en efecto, de una carrera en pos del deseo, sino de un trabajo para dominaría (lo cual presupone, de otro lado, y a esta nos referimos al decir -hasta cierto punto negativo»). Fácil es advertir que este simbolismo del errar y penar por bosques y veredas ratifica lo dicho antes sobre el caballero negro (como estado de ocultación, penitencia y sacrificio).
W. Langland, en Piers the Plowman (1377), habla ya de Robin Hood, el caballero verde, como del símbolo de la verdad de la naturaleza, en oposición al régimen opresivo (artificial, cultural) del estamento social humano. Hood se ha relacionado con wood (bosque), término del que pudiera ser corrupción. Tenemos así cierta inversión de sentidos y el caballero verde que se aparecía como el estado inferior (alquímicamente) sobre el que se elevan el negro, el blanco y el rojo, seria expresión de la necesidad de un retorno al origen.
El simbolismo del Dragón.
El simbolismo del Dragón.
Animal fabuloso, figura simbólica universal, que se encuentra en la mayoría de pueblos del mundo, tanto en las culturas primitivas y orientales, como en las clásicas. Un examen morfológico de los dragones legendarios nos autoriza a ver en ellos una suerte de confabulación de elementos distintos tornados de animales especialmente agresivos y peligrosos, serpientes, cocodrilos, leones y también animales prehistóricos. Krappe cree que en la génesis de la idea mítica del dragón pudo intervenir el asombro descubrir restos de monstruos antediluvianos.
El dragón es, en consecuencia, «lo animal» por excelencia mostrando ya por ello un aspecto inicial de su sentido simbólico, en relación con la idea sumeria del animal como adversario, en el mismo concepto que luego se atribuyó al diablo.
Sin embargo, el dragón (como cualquier instinto, en las religiones no morales la Antigüedad) puede aparecer entronizado y casi deificado; así aparece los estandartes chino de la dinastía Manchú, fenicio y sajón.
En multitud de leyendas, el dragón, aparte de su sentido simbólico más profundo, aparece con ese significado de enemigo primordial, el cual constituye la prueba por excelencia. Apolo, Cadmo, Perseo o Sigfrido, no sin superar muchas dificultades, vencen al dragón. En la hagiografía, los santos patronos de caballeros, san Jorge y san Miguel arcángel, aparecen en el acto preciso de combatirlo en innumerables obras de arte prodigiosas; bastará que recordemos el san Jorge de Carpaccio, o el de Rafael; y el san Miguel de Taus de Bermejo.
Para DontenviIle, que gusta de una interpretación historicista y sociológica del aspecto simbólico de algunas leyendas, los dragones significan plagas que perturban el país (o a la persona, si el símbolo deviene psicológico). El gusano, la serpiente, el cocodrilo se asocian íntimamente a la idea del dragón, con sus significados particulares. En Francia se relacionan también los dragones con los ogros y con Gargantúa y los gigantes en general. Para Schneider, el dragón es símbolo de enfermedad.
Pero, antes de referirnos a la significación del animal, citaremos algunos datos más sobre su constancia. Los autores clásicos y la Biblia lo mencionan con mucha frecuencia, describiéndolo y dando datos precisos sobre su carácter y costumbres. Surge de ahí una variedad de dragones que Pinedo destaca: «Unos les dan un cuerpo de serpiente con alas, vive en los aires y en las aguas, sus fauces son enormes, devora a los hombres y animales, a quienes mata primero con su enorme cola. Otros, en cambio, lo hacen terrestre, sus fauces son muy pequeñas, su enorme y fuerte cola es un elemento de destrucción, vuela también y se alimenta de la sangre de los animales que mata; no faltan autores que lo creen anfibio; su cabeza es de mujer hermosa, de larga cabellera, y es aún más terrible que los anteriores.
Daniel (14, 22-27), Miqueas (I, 8), Jeremías (14, 6), Mauro (Operum, III). Apocalipsis (12, 7), Isaías (34, 13; 43, 20), aluden a los dragones. También Plinio (VIII, 12), Galiano, Pascal (De Coronis, IX), tratan del fabuloso animal.
Diversos autores atribuyen a los dragones las propiedades simbólicas siguientes: son fuertes y vigilantes, su vista es agudísima y parece ser que su nombre procede de la palabra griega dercein (viendo). Por esta razón, en plena ambivalencia, aparte de su sentido terrorífico, los hicieron -como a los grifos- guardianes de templos y tesoros y también alegoría del vaticinio y la sabiduría, por el lado bíblico, se exagera el carácter negativo del símbolo y es curioso el anagrama de Herodes, que, en lengua siria, se descompone en ierud que "significan dragón ardiendo».
A veces, el dragón multiplica sus cabezas, empeorando con ello su significación dado el sentido regresivo e involutivo de toda aumentación numérica. «Un gran dragón rojo, con siete cabezas, diez cuernos y, sobre las cabezas, siete diademas», dice el Apocalipsis.
En otras ocasiones, el dragón se utiliza para formar un emblema, en el que predomina entonces el esquema sobre el animal; por ejemplo, el dragón que se muerde la cola, u Ouroboros de los gnósticos, símbolo de todo proceso cíclico y en especial del tiempo.
Los alquimistas utilizaron la figura del dragón con cierta frecuencia; varios dragones combatiéndose expresaban el estado de putrefactio (escisión de los elementos, disgregación psíquica). Dragón alado, el elemento volátil; dragón sin alas, el elemento fijo (Albert Poison). En China, es posiblemente el lugar donde el dragón ha alcanzado una mayor difusión y transfiguración incluso. Es el emblema del poder imperial. Mientras el emperador usa el dragón de cinca garras en sus ornamentos, los oficiales de su corte sólo pueden usar el de cuatro garras (. Según Oiel, el dragón genérico chino simboliza la perversión sublimada y superada, pues, implícitamente, se trata de un dragón domado, como el que obedece a san Jorge después de haber sido derrotado por el santo.
Cuenta Frazer que, cuando los chinos desean la lluvia, fabrican un enorme dragón de madera y papel y lo llevan en procesión, pero si no llueve el dragón es destrozado. Esto se debe, según Tchoang Tseu, a que el dragón y la serpiente, investidos de la más profunda y total significación cósmica, simbolizan la «vida rítmica”. La asociación dragón-rayo-lluvia-fecundidad es frecuente en los textos chinos arcaicos, por lo cual el animal fabuloso es el elemento de relación entre las aguas superiores y la tierra. Sin embargo, no se puede generalizar en la mitología china, ya que hay dragones subterráneos, aéreos y acuáticos. La tierra se une al dragón, significa que llueve. Desempeña, pues, un importante papel de intermediario en las potencias cósmicas, entre las fuerzas distribuidas según los tres estadios esenciales (alto, espíritu; medio, vida y manifestación; bajo, fuerzas inferiores y telúricas) del simbolismo del nivel. Asociado a su sentido hay un poderosa componente de fuerza y velocidad. Las más antiguas imágenes chinas del dragón se asemejan a las formas del caballo.
Esotéricamente, hay dragones chinos asimilados a los colores: el dragón rojo es el guardián de la alta ciencia; el dragón blanco es un dragón lunar; los matices se relacionan con los planetas y signos zodiacales.
En la Edad Media, y en Occidente, los dragones tienen el busto y las patas de águila, el cuerpo de enorme serpiente, alas de murciélago y la cola terminada en dardo y vuelta sobre sí misma. Estas partes, según Piobb, significan la fusión y confusión de todos los elementos y posibilidades: águila (calidad celeste), serpiente (cualidad secreta y subterránea), alas (posibilidad intelectual de elevación) y cola en forma del signo zodiacal de Leo (sumisión a la razón).
Pero, en términos generales, la actual psicología define el símbolo del dragón como «algo terrible que vencer», pues sólo el que vence al dragón deviene héroe.
Desde el punto de vista de la tradición esotérica hebrea, el más hondo sentido del misterio del dragón debe quedar inviolado (rabino Simeón ben Lochait, citado por Blavatsky).
EI dragón universal (Katolikos ophis) , según los gnósticos, es el «camino a través de todas las cosas». Se relaciona con el principio del caos (nuestro Caos o Espíritu es un dragón ígneo que todo lo vence. El dragón es la disolución de los cuerpos (textos del pseudo Demócrito).
Entre los símbolos de esa disolución, el hermetismo usa las expresiones siguientes: Veneno, Víbora, Disolvente universal, Vinagre filosofal = potencia de lo indiferenciado (Solve), según Evola. El mismo recuerda que los dragones y toros son los anima1es contra los cuales combaten los héroes solares (Mitra, Sigfrido, Hércules, Jasón, Horus, Apolo) (Mujer=dragón, mercurio y agua) (=Verde y «no digerido») y dice: «Si el dragón aparece de nuevo en el centro de la “Ciudadela de los filósofos" de Khunrath, se trata todavía de un dragón que debe ser vencido y muerto: es aquello que se devora eternamente a sí mismo, el Mercurio como sed ardiente, como hambre e impulso de ciego goce (naturaleza fascinada y vencida por la naturaleza, secreto del mundo lunar de los cambios y del devenir, contrapuesto al uránico o del ser inmutable).
En De Signatura rerum, Bohme habla de una voluntad que apetece sin tener nada, excepto a sí propia, que es la propiedad del hambre para nutrirse a sí misma».
Tomado de Juan-Eduardo Cirlot: "Diccionario de Símbolos", Ed. Labor 1988.
La lucha entre el caballero y el dragón ha sido interpretado en numerosas ocasiones cómo símbolo de la pugna histórica que se dió en el neolítico y los inicios de la Edad de los Metales, entre las sociedades que rendían culto a las Diosas Madre Tierra (matriarcado), representadas por el Dragón, y las religiones solares y los dioses masculinos (patriarcado) que finalmente se impusieron representados por el caballero, tal y como nos explica Robert Graves en su extraordinaria obra: "La Diosa Blanca".
Si quereis ampliar la visión del significado del Caballero i de la Orden de Caballería podeis seguir el siguiente enlace:
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