La Tradición es de esencia doble, religiosa y
metafísica; puede calificarse muy exactamente de exotérico el lado religioso de
la doctrina, que es en efecto el más exterior y el que está al alcance de
todos, y de esotérico su lado
metafísico, que constituye el sentido profundo de la misma, y que es,
por otra parte, considerado como la doctrina de la élite; y esta distinción
conserva bien su sentido propio, dado que son éstas las dos caras de una sola y
misma doctrina».
Conviene
añadir que, para Guénon, el esoterismo es siempre y por todas partes el mismo,
cualesquiera que sean los nombres que se le dan según la variedad de los países
y tradiciones. Si el conocimiento verdadero de la última Realidad es el objeto
final de la búsqueda esotérica, los métodos utilizados, aunque frecuentemente
análogos, no son forzosamente idénticos; pueden variar como varían también las
lenguas y los individuos. «La diversidad de los métodos, escribía Guénon el 3
de octubre de 1945, responde a la diversidad misma de las naturalezas
individuales para las cuales están hechos; es la multiplicidad de las vías
conducentes todas a una meta única». Renée Guenon
El Tao te King es el más fácilmente amable de todos los
grandes textos religiosos, divertido, agudo, tranquilo, modesto,
indestructiblemente provocador e inagotablemente refrescante. Ursula K. Le Guinn.
El Tao Te King me acompaña desde la juventud. Desde entonces, he intentado primero comprender y luego practicar los principios enunciados por Lao-Tsé, aunque deba reconocer que no siempre me resultó fácil. La primera traducción que leí, la de Carmelo Elorduy, aunque excelente, me cogió demasiado jóven e inexperto, no la aproveché como la obra se merecía. Pienso que fueron las obras de Alan Watts el Camino del Tao
y sobretodo el Camino del Zen,
los que me abrieron las puertas para la comprensión del pensamiento oriental. En esta apertura, no quisiera dejar de citar, otras pequeñas obras, ahora desaparecidas "La Paraula del Buda" de las publicaciones de la Abadia de Montserrat, y "La Meditación budista" de Amadeu Solé-Leris que me encantaría ofreceros, pero de los que no encuentro enlaces en la red.
Hacia mediados de los 80, me creí capaz de escribir alguna cosa sobre el taoísmo, aunque, afortunadamente me limité a aquellos aspectos más políticos y/o sociales de las relaciones e influencias entre taoísmo y anarquismo, que publiqué en el blog en el 2008 y que podéis leer aquí:
http://terradesomnis.blogspot.com.es/2008/01/sobre-el-anarcotaoismo.html
es bueno leer aquellas cosas que escribiste hace 20 o 30 años atrás, en ellas puedes encontrar los dos aspectos del Tao: lo que constantemente cambia y aquello que se mantiene eternamente inmovil.
Pero bueno, vayamos a la entrada de hoy. En ella quisiera ofreceros un conjunto de materiales y reflexiones que puedan serviros de manera teórica, pero también práctica, para acercaros a esa maravillosa obra que es el Tao Te King, y sobre todo, al Tao, eso que no puede ser nombrado, pero si experimentado, solo con poner toda nuestra atención en el "Aquí y Ahora" que cantaban los pájaros de "la Isla" de Aldous Huxley.
Pongámonos a ello.
y sobretodo el Camino del Zen,
los que me abrieron las puertas para la comprensión del pensamiento oriental. En esta apertura, no quisiera dejar de citar, otras pequeñas obras, ahora desaparecidas "La Paraula del Buda" de las publicaciones de la Abadia de Montserrat, y "La Meditación budista" de Amadeu Solé-Leris que me encantaría ofreceros, pero de los que no encuentro enlaces en la red.
Hacia mediados de los 80, me creí capaz de escribir alguna cosa sobre el taoísmo, aunque, afortunadamente me limité a aquellos aspectos más políticos y/o sociales de las relaciones e influencias entre taoísmo y anarquismo, que publiqué en el blog en el 2008 y que podéis leer aquí:
http://terradesomnis.blogspot.com.es/2008/01/sobre-el-anarcotaoismo.html
es bueno leer aquellas cosas que escribiste hace 20 o 30 años atrás, en ellas puedes encontrar los dos aspectos del Tao: lo que constantemente cambia y aquello que se mantiene eternamente inmovil.
Pero bueno, vayamos a la entrada de hoy. En ella quisiera ofreceros un conjunto de materiales y reflexiones que puedan serviros de manera teórica, pero también práctica, para acercaros a esa maravillosa obra que es el Tao Te King, y sobre todo, al Tao, eso que no puede ser nombrado, pero si experimentado, solo con poner toda nuestra atención en el "Aquí y Ahora" que cantaban los pájaros de "la Isla" de Aldous Huxley.
Pongámonos a ello.
Es el Tao Te King considerado por los
estudiosos como una de las grandes joyas en lo que a espiritualidad oriental
se refiere, figura en todo ranking entre los primeros puestos de los
libros más importantes del mundo, siendo cada vez más apreciado por
occidente.
Considerado por los estudiosos como uno de los
más valiosos textos confiados a la humanidad, su mensaje es fresco
e imperecedero, de una vigencia absoluta.
Es el Tao Te King un compendio de pensamientos
en forma de sentencias en ocasiones o aforismos impactantes por lo
concisos.
Se estima que data del siglo IV a. de C. y le
es atribuida la autoría a Lao-Tsé, que como se verá más adelante es
un personaje tan impactante y misterioso como la obra en sí, de todos modos
respecto a la autoría del Tao Te King aún hoy los entendidos tienen
discusiones sobre el tema.
En cuanto a estructuras el Tao Te King posee
81 capítulos, y este número (8+1=9) considerando el valor simbólico que tiene
en la tradición y cultura china está lejos de ser casual, están en el
representadas las ideas de unidad, armonía e integración de contrarios, de
balance.
Breve digresión sobre el
simbolismo del número 9.
En los escritos homéricos este
número tiene un valor ritual. Deméter recorre el mundo durante nueve días en
busca de su hija Perséfone; Leto sufre durante nueve días y nueve noches los
dolores del parto para dar a luz a los gemelos Apolo y Artemisa; las nueve
Musas han nacido de Zeus en nueve noches consecutivas de amor con Mnemosine. El
nueve parece ser así la medida de las gestaciones y las búsquedas fructuosas, y
por tanto simboliza el coronamiento de los esfuerzos, el término de una
creación.
También el nueve interviene frecuentemente en la imagen del
mundo descrita en la Teogonía de Hesíodo. Nueve días y nueve noches son la
medida del tiempo que separa el cielo de la tierra y ésta del infierno: “Un yunque de bronce cae del
cielo durante nueve días y nueva noches antes de alcanzar, al décimo día, la
tierra; y asimismo un yunque de bronce cae de la tierra durante nueve días y
nueve noches antes de alcanzar, al décimo día, el Tártaro”. También
advierte Hesíodo que el castigo de los dioses perjuros es permanecer nueve años
lejos del Olimpo, apartados del lugar donde se asienta el consejo y se celebra
el banquete de las divinidades.
Según Dioniso Areopagita, los ángeles están jerarquizados en
nueve coros, o tres tríadas: la perfección de la perfección, el orden en el
orden, la unidad en la unidad.
Nueve es uno de los números de las esferas celestes y,
simétricamente, también el de los círculos infernales. Esta es la razón de los
nueve nudos del bambú Taoísta y la de los nueve grados del trono imperial
chino, ya que, según todas las tradiciones, tanto orientales como occidentales,
el microcosmos está hecho a imagen del macrocosmos. Los cielos budistas son
igualmente nueve, y el cielo chino tiene nueve alturas y 9999 esquinas. Nueve
es el número de la plenitud y también la medida del espacio chino. No es casual
que el Tao-te King cuente con 81 capítulos (9 por 9; 8+1= 9).
Según el esoterismo islámico, descender nueve escalones sin
caerse significa haber dominado los nueve sentidos. También el nueve es el
número que, correspondiendo a las nueve aberturas del hombre, simboliza las
vías de su comunicación con el mundo.
Entre los aztecas, el rey Nezahualcoyotl construyó un templo de
nueve plantas para designar las nueve etapas que debía recorrer el alma antes
de alcanzar el reposo eterno. Para ellos el nueve es la cifra simbólica de las
cosas nocturnas e infernales. Entre los mayas, nueve es la cifra sagrada de la
diosa luna y Bolon Tiku (diosa nueve) es la diosa de la luna llena.
Al nueve se le ha llamado el número del hombre, pues su
gestación dura nueve meses, tras los cuales el bebé está listo para iniciar una
vida con nuevas posibilidades en el mundo manifestado. Al sumar todos los
números de nuestro sistema se obtiene la cifra 45 (1+2+3+4+5+6+7+8+9=45) que
sumada da 9, de ahí que se le llame “el perfecto”.
En resumen, el nueve es el símbolo de la multiplicidad que,
finalizada una etapa, retorna a la unidad y es, por extensión, el de la
solidaridad cósmica y la redención para emprender un nuevo ciclo de
perfeccionamiento.
Continuemos con el Tao Te King
Tao Te King significa libro del Tao y del Te, más
adelante se analizarán estos dos términos.
El Tao Te King está estructurado en dos
libros, el libro del Tao y el libro del Te, el primero abarca del capítulo 1 al
37 y el segundo del 37 al 81.
Es el primero de carácter más bien metafórico
y filosófico y el segundo más práctico, no es un libro que un no
versado mínimamente en filosofía y cultura oriental pueda entender
fácilmente, porque en él son muy comunes las imágenes, simbolismos y
metáforas muy difíciles de asimilar para la mente de un occidental
promedio.
Es probablemente el libro que más ha
influenciado la espiritualidad china, la primera traducción que se conoce a una
lengua de occidente data del siglo XVII y fue hecha por misioneros
jesuitas, es considerado como el libro mas traducido después de la
Biblia.
El lenguaje que utiliza el Tao Te King es en
extremo polisémico, los significados son siempre múltiples, por lo cual,
las interpretaciones sobre el mismo no dejan de surgir, siempre un pasaje
tiene más "jugo" para extraer de él.
Se preguntaba, no sin cierta ironía, Ursula K.
LeGuinn, que dada la gran cantidad de versiones del Tao Te King que existen en
el mercado, si Lao-Tsé no tendría más traductores que lectores.
Es el Tao Te King amén de lo espiritual un
libro interesantísimo en muchos otros niveles, ya que se lo puede
interpretar también desde lo metafísico, lo personal e íntimo, lo
político, lo social.
La idea del Tao no es original del Taoísmo.
Dentro del alma de los filósofos chinos, desde las épocas más remotas, estaba
extendida la idea de cierta realidad superior que trascendía lo mundano. Ya se
relacionara con la ley universal del universo, ya con la ley ética en la vida
individual, familiar y social de los seres humanos, ya fuera con la misma
esencia metafísica del universo (en el Taoísmo), la verdad es que se refería al
mismo concepto, a la idea del Tao.
Lao-Tsé invita al ser humano a superar el
mundo exterior empírico y vivir el mundo de la esencia pura, del Tao, del cual
emanan todas las cosas y donde se encuentra la fuente real de lo absoluto. En
muchos elementos, la filosofía de Lao-Tsé en relación con el Tao se parece
mucho a la del Advaita Vedanta, la filosofía de Sankaracharya. La vivencia del Tao
dentro de nosotros equivale a la vivencia vedántica del Atma, que permite la
unión con el Brahman absoluto, exactamente lo mismo que la iluminación o realización del Buddha para el budista, o el Satori en el budismo zen. Para Lao-Tsé, el Tao dentro del ser humano, así
como dentro de cada ser, es uno y el mismo que el Tao, lo presente en todas
partes dentro del Todo, uno y universal. Universal y supra-universal a la vez.
Podríamos decir, de manera claramente
intuitiva y como un primer acercamiento, que el Tao es la esencia absoluta, el
no-ser que no entró aún en el espacio-tiempo, que no obtuvo aún definición. Su
manifestación constituye el Te. La palabra Te tiene en el Tao Te King
distinto significado del que tenía en la filosofía pre-Taoísta y en la
confucionista, donde significa virtud y camino. Sin embargo, para Lao-Tsé, Te es
la energía del Tao, la posibilidad latente de que pueda hacerse visible,
manifestarse en el mundo. Sin Te el Tao no puede manifestarse, no puede
existir. El Tao guía el universo, y por medio de Te existe. La
movilización de la energía de Te dentro del hombre es lo que lo hará
ético y virtuoso, es decir, de acuerdo al Tao.
Sería imposible, para el objetivo y la
extensión de esta entrada, hacer un análisis exhaustivo de todas las ideas
metafísicas y filosóficas que se exponen con gran profundidad en el Tao Te
King. Nos bastará con la observación de que para Lao-Tsé, como así se expresa
en el primer capítulo del Tao Te King, tanto el ser como el no-ser tienen la
misma fuente: el Tao Es, pero como carece de toda definición, es denominado misterio o
el misterio de los misterios, concepto de igual significado que el de Parabrahman entre
los iniciados vedantas.
Iremos introduciendo unos videos de Eckhart Tolle sobre el Taoísmo, que nos permitirán acercarnos al contenido del Tao Te King, de acuerdo a su particular y excelente aproximación:
1
Lao-Tsé caracteriza también al Tao como
madre del universo cuando dice: “Existe algo indiferenciado (no-ser) pero
pleno, que existió antes que el cielo y la tierra (que el espíritu y la
materia). Insonoro y sin forma. No depende de nada y nada lo cambia. Puede
considerarse la madre del universo (sin existencia de padre). No sé su nombre.
Lo denomino Tao”.
En relación con la aplicación del Tao en el
ser humano, Lao-Tsé refiere la wu wei, que es la acción por medio de la
energía espontánea de la naturaleza y no por medio de las limitadas fuerzas de
la voluntad, que están conducidas por la semipenumbra del conocimiento
empírico. La voluntad del ser humano debe llegar a ser una fuerza viva de la
naturaleza y no la suma de sus disposiciones egoístas, porque si no, su acción
no estará de acuerdo con el Tao, no movilizará, no activará el Te y obrará
erróneamente.
Pero, ¿que es el Taoísmo? es difícil también
abordar el tema por la gran variedad de significados del término y como
en muchos casos a través de la historia fue deformado y pervertido este
concepto.
Cabe decir que si hablamos de la fuente más
pura el Taoísmo es una vía filosófico espiritual pura de China. El autor
Geoffrey Parrinder definió una vez al Taoísmo como "la religión
auténticamente nativa y personal de China y su contribución al desarrollo
de la humanidad", sin embargo incluso esta aseveración dista de ser
correcta ya que el seguidor más puro del Tao Te King no hace del mismo una
religión sino una vía de búsqueda tanto espiritual como filosófica, pero
definitivamente no hay en él ninguna tentativa de formación de
"iglesia" alguna, es sí una vía mística sin lugar a dudas que permite
encontrar respuesta a profundas inquietudes espirituales e incluso para el
religioso que lo lee, religiosas también.
Es el Tao Te King un libro Místico (del griego
mistos, misterio sagrado), hay en él principalmente una faceta
intelectiva, así como esotérica (entendida la palabra en su primigenia
significación y sin ninguna de las connotaciones actuales de la palabra esotérico).
Los antecedentes del Tao Te King
Es usualmente aceptado
como fundador de la filosofía a Lao-Tsé, pero siendo estrictos es mucho mas
antigua la filosofía a la figura del sabio incluso, hablamos de tiempos
donde la historia y el mito se funden. Afirma Pierre Frison (una de las mas
grandes autoridades en el estudio de las tradiciones espirituales en su
dimensión esotérica, entendido esotérico como interno) "el origen del
Tao es intemporal. Se puede pues, en lo que concierne a la China y a su antigua
historia, ser más afirmativo que en muchos otros casos; y se sabe así que este
origen de la Tradición que puede llamarse propiamente china se remonta a
alrededor de 3700 años antes de la Era Cristiana.
El
I – Ching o Libro de las Mutaciones.
La
historia de la China, o de lo que se llama así hoy día, no comienza propiamente
más que en Fo-hi, que se considera como su primer emperador; y es menester
añadir de inmediato que este nombre de Fo-hi, al cual está vinculado todo el
conjunto de los conocimientos que constituyen la esencia misma de la Tradición
china, sirve en realidad para designar todo un periodo, que se extiende sobre
una duración de varios siglos. Fo-hi, para fijar los principios de la
Tradición, hizo uso de símbolos lineales tan simples y al mismo tiempo tan
sintéticos como es posible: el trazo continuo y el trazo quebrado, signos
respectivos del yang y del ying, es decir, de los dos principios
activo y pasivo que, procediendo de una especie de polarización de la suprema
Unidad metafísica, dan nacimiento a toda la manifestación universal. De las
combinaciones de estos dos signos, en todas sus disposiciones posibles, son
formados los ocho koua o
«trigrammas», que han permanecido siempre como los símbolos fundamentales de la
Tradición Extremo-Oriental. Se dice que, «antes de trazar los trigrammas, Fo-hi
miró el Cielo, después bajo los ojos hacia la Tierra, observó las
particularidades de ésta, consideró los caracteres del cuerpo humano y de todas
las cosas exteriores».
Este texto es particularmente interesante porque
contiene la expresión formal de la Gran Tríada: El Cielo y la Tierra, o los dos
principios complementarios de los que son producidos todos los seres, y el
hombre que, participando de uno y otro por su naturaleza, es el término medio
de la Tríada, el mediador entre el Cielo y la Tierra. Conviene precisar que se
trata del «hombre verdadero», es decir, del que, llegado al pleno desarrollo de
sus facultades superiores, «puede ayudar al Cielo y a la Tierra en el
mantenimiento y la transformación de los seres, y, por eso mismo, constituir un
tercer poder con el Cielo y la Tierra».
Toda
la Tradición fue pues contenida primero esencialmente y como en germen en los
trigrammas, símbolos maravillosamente aptos a servir de soporte a posibilidades
indefinidas: no quedaba más que extraer de los mismos todos los desarrollos
necesarios, sea en el domino del puro conocimiento metafísico, sea en el de sus
aplicaciones diversas al orden cósmico y al orden humano. Para eso, Fo-hi
escribió tres libros, de los cuales el último, llamado Yi-king (I-Ching) o «Libro de las mutaciones»,
es el único llegado
hasta nosotros; y el texto de este libro es todavía de tal modo sintético que
puede ser entendido en sentido múltiples, por lo demás perfectamente
concordantes entre ellos, según que uno se atenga en ello estrictamente a los
principios o que se quiera aplicarles a tal o cual orden determinado. Así,
además del orden metafísico, hay una multitud de aplicaciones contingentes, de
desigual importancia, que constituyen otras tantas ciencias Tradicionales:
Aplicaciones lógica, matemática, astronómica, fisiológica, social, y así
seguidamente; hay inclusive una aplicación adivinatoria, que por lo demás es
considerada como una de las más inferiores de todas, y cuya práctica es
abandonada a los juglares errantes. Por lo demás, hay ahí un carácter común a
todas las doctrinas Tradicionales al contener en sí mismas, desde el origen,
las posibilidades de todos los desarrollos concebibles, comprendidos los de una
variada multiplicidad de ciencias de las que el occidente moderno no tiene la
menor idea, y de todas las adaptaciones que podrán ser requeridas por las
circunstancias ulteriores.
El gran escritor argentino Jorge Luis Borges escribió un poema dedicado al I-Ching:
El porvenir es tan irrevocable
Como el rígido ayer. No hay una cosa
Que no sea una letra silenciosa.
De la eterna escritura idescifrable
Cuyo libro es el tiempo. Quien se aleja
De su casa ya ha vuelto. Nuestra vida
Es la senda futura y recorrida
El rigor ha tejido la madeja
No te arredres. La ergástula es oscura,
La firme trama es de incesante hierro
Pero en algún recodo de tu encierro
Puede haber una luz, una hendidura
El camino es fatal como la flecha
Pero en las grietas está Dios, que acecha.
No hay pues lugar a sorprenderse de que las
enseñanzas encerradas en el Yi-king,
y que Fo-hi mismo declaraba haber sacado de un pasado muy antiguo y muy difícil
de determinar, hayan devenido a su vez la base común de las dos doctrinas en
que la Tradición china se ha continuado hasta nuestros días, y que, sin
embargo, en razón de los dominios totalmente diferentes a que se refieren,
pueden parecer a primera vista no tener ningún punto de contacto: el Taoísmo y
el confucianismo.
Veamos el segundo de los vídeos de Tolle:
El
chamanismo ancestral y su influencia en el Taoísmo
Hemos
hablado en otras ocasiones acerca del aporte del chamanismo a las diferentes
culturas y prácticas. La conexión entre el Taoísmo y el chamanismo es muy
directa. De hecho, hay quien afirma que el Taoísmo es una síntesis de prácticas chamánicas de la
China antigua.
Se mezclan en algún punto
las historias con el chamanismo, este punto también se ha prestado para que
mucha confusión se genere y se diga que el Tao es una forma de Chamanismo,
lo cual es desconocer por un lado lo que el chamanismo es y por otro lo
que el Tao es.
En sentido amplio
chamanismo es toda práctica religiosa que necesite de un hombre o sacerdote que
se sienta poseído por el espíritu, en sentido estricto toda forma en la
que se considere necesaria para la práctica religiosa la intervención de
un hombre particular, el chamán a cargo.
Por un lado en el Tao como
vía primigenia no hay ritos ni liturgia por otro lado no existe esta figura
antes descrita.
Desde
hace algunas décadas van apareciendo cada vez más y más pruebas que indican la
importancia que tuvo el chamanismo en la cultura de la China antigua, al menos
hasta los tiempos de la unificación política llevada a cabo durante la dinastía
Qin, y la cultural que le siguió durante la dinastía Han. Pero un tema
tan controvertido y tan alejado de las esferas habituales del conocimiento s
habitualmente tocado con un exquisita asepsia, pues en realidad no hay nada más
opuesto al modo de conocimiento académico que el propio modo de conocimiento
chamánico. Las evidencias que continuamente se presentan ante los
investigadores han forzado a admitir que el chamanismo fue tremendamente importante
en el neolítico y durante la formación de las primeras dinastías chinas.
En el interesante artículo
de Weisheu se hace un exhaustivo repaso a los materiales dispersos sobre el
chamanismo, las experiencias extáticas y las ascensiones al cielo por parte de
los chamanes, proporcionando al lector en español con una de las interesantes
reinterpretaciones de la antigua historia china. Ella asegura que “la
experiencia extática fue el elemento principal tanto en el período prehistórico
como en la etapa protohistórica e histórica inicial.”
Repasando la evolución de
estas experiencias estáticas, comprueba cómo a partir de las transformaciones
sociales que sucedieron durante la dinastía Han, los chamanes pierden su
función social, reservada entonces a funcionarios que ocasionalmente convocan a
médiums para comunicarse con los espíritus si así lo requieren los rituales,
pasando esos conocimientos a los santos “inmortales del Taoísmo, como queda
caracterizado en sus vuelos mágicos, recordándonos que se ha sugerido “que los
inmortales Taoístas eran originalmente chamanes quienes habían sido figuras
prominentes en culturas regionales del sur de China.”
Entre las pruebas que
Weisheu aporta sobre la extensión de estas experiencias extáticas, están los
rituales de sacrificio realizados por miembros de la aristocracia durante los
servicios funerarios para comunicarse con los espíritus de los muertos, muchas
veces facilitados por el ayuno prolongado (de hasta siete días) y la ingestión
masiva de alcohol.
Existe pocas dudas de que
los reyes de la dinastía Shang actuaban como chamanes en jefe, y que asistidos
por otros especialistas, monopolizaban los rituales extáticos con un objetivo
político. Los numerosos bronces desenterrados en sus tumbas, y la sacralidad de
los mismos, sugiere que son un homenaje a sus ayudantes animales (participantes
en las experiencias chamánicas), que jugarían un papel clave en los actos
chamánicos de ascensión al cielo y descenso a la tierra.
La reinterpretación de
numerosas obras del arte más antiguo de China como una representación de “la
transformación mágica del hombre al ámbito animal” característica de las
experiencias chamánicas, o de imágenes de las máscaras que utilizarían los
chamanes que simbolizarían su acceso a los ancestros, ya está presente en las
culturas neolíticas más antiguas de China, como la de Liangzhu, “que floreció a
lo largo del tercer milenio a.C. en la costa oriental del Sur de China”, desde
donde podrían haber influido a esa dinastía Shang en la que los motivos
chamánicos son tan prominentes.
Este breve sumario de
algunas de las ideas surgidas en los últimos años respecto al chamanismo y las
practicas extáticas en la antigua China puede ser un buen punto de partida para
observar el arte, la cultura, la religión y la historia de China desde un nuevo
ángulo, un ángulo que empezara a liberarse de una vez de la estandarización de
las ideas antiguas llevada a cabo durante la dinastía Han. No olvidemos que esa
estandarización sólo supuso, de hecho, la división del universo chino en dos
mundos distintos y a veces opuestos, el de los rituales y creencias respaldados
por la corte y el de las religiones populares. (Walburga Ma.
Wiesheu. Ascensos al cielo y descensos a la tierra. El chamanismo en la
cosmovisión de la China antigua).
Se mezclan en algún punto
las historias con el chamanismo, este punto también se ha prestado para que
mucha confusión se genere y se diga que el Tao es una forma de Chamanismo,
lo cual es desconocer por un lado lo que el chamanismo es y por otro lo
que el Tao es.
En sentido amplio
chamanismo es toda práctica religiosa que necesite de un hombre o sacerdote que
se sienta poseído por el espíritu, en sentido estricto toda forma en la
que se considere necesaria para la práctica religiosa la intervención de
un hombre particular, el chamán a cargo. Por un lado en el Tao como vía
primigenia no hay ritos ni liturgia por otro lado no existe esta figura antes
descrita.
Desde hace algunas décadas van apareciendo
cada vez más y más pruebas que indican la importancia que tuvo el chamanismo en
la cultura de la China antigua, al menos hasta los tiempos de la unificación
política llevada a cabo durante la dinastía Qin, y la cultural que le siguió
durante la dinastía Han. Pero un tema tan controvertido y tan alejado de
las esferas habituales del conocimiento es habitualmente tocado con un
exquisita asepsia, pues en realidad no hay nada más opuesto al modo de
conocimiento académico que el propio modo de conocimiento chamánico. Las
evidencias que continuamente se presentan ante los investigadores han forzado a
admitir que el chamanismo fue tremendamente importante en el neolítico y
durante la formación de las primeras dinastías chinas.
¿Cuáles son las
circunstancias que, al cabo de alrededor tres mil años, hicieron necesaria una
readaptación de la doctrina Tradicional, es decir, un cambio incidiendo, no
sobre el fondo que permanece siempre rigurosamente idéntico a sí mismo, sino
sobre las formas en que la doctrina en cuestión es en cierto modo incorporada?
En todo caso, lo que parece cierto, es que la doctrina, tal como había sido
formulada en la época de Fo-hi, había cesado de ser comprendida generalmente en
lo que la misma tiene de más esencial; y sin duda, tampoco las aplicaciones que
de la misma habían sido extraídas antaño, concretamente bajo el punto de vista
social, correspondían ya a las condiciones de existencia.
Se estaba entonces en el
siglo VI antes de la era cristiana; y es de destacar que en ese siglo se
produjeron cambios considerables en casi todos los pueblos, de suerte que lo
que pasó en China entonces parece deber ser vinculado a una causa, quizás
difícil de definir, cuya acción afectó a toda la humanidad terrestre. Ya hemos
hablado en otras entradas de éste blog, sobre la trascendencia de los siglos
VII a V a.C., no puede ser achacado exclusivamente a la casualidad, la
aparición en poco más de 150 años de Maestros espirituales de la categoría de
Lao-Tsé, Confucio, Buddha, Mahavira, Pitágoras, Zoroastro y tantos otros.
El "no - hacer" o Wu Wey
Para adentrarnos un poco más en el Tao es importante saber que éste es una
sensación, la cual se cultiva. Dentro del chamanismo existen muchas prácticas
referentes que pueden servir para tener una sensación de esa fuente inagotable
que alimenta todo lo que existe.
Basta con aprender a sentir el vacío que dejamos al caminar o movernos, prestando atención a las partes huecas como la parte superior de las pantorrillas, la parte lumbar de la espalda y también en los brazos.
Esa sensación de vacío la ampliamos hasta que abarque el cuerpo y la usamos cada vez más para que los movimientos sean impulsados por esa fuerza. Con esto de a poco vamos a lograr sentir una fuerza que es como potencia impulsora.
Basta con aprender a sentir el vacío que dejamos al caminar o movernos, prestando atención a las partes huecas como la parte superior de las pantorrillas, la parte lumbar de la espalda y también en los brazos.
Esa sensación de vacío la ampliamos hasta que abarque el cuerpo y la usamos cada vez más para que los movimientos sean impulsados por esa fuerza. Con esto de a poco vamos a lograr sentir una fuerza que es como potencia impulsora.
La intención es que nuestros actos sean
enervados por esta fuerza, tanto que de hecho podemos aprender a dejar que la
energía fluya a través de nosotros y luego ser conscientes de las acciones, que
son naturales cuando la fuerza guía nuestros actos. Esto es conocido como wey
wu wey o hacer sin hacer. Que es la base del Taoísmo.
Esta fuerza, a medida que la vas atesorando puedes llegar a un estado de consciencia el cual te permite entrar tu mente en un punto centrado tan delgado como el filo de una navaja bien afilada. En ese espacio se encuentra una sensación contenida de vacío y potencia, la cual generalmente se manifiesta cuando meditamos en la sensación del cuerpo.
Cuanto más tratas de comprender o contener esta fuerza, se disipa, mientras tratas de pensarla o razonarla se pierde, pero cuando está, sólo eres. A esa sensación generalmente se le llama Tao. Esa fuente inagotable cuando la dejas ser y sigues ese estado de desvanecimiento es como encontrar el big bang que se reproduce dentro de uno y fluye, y genera una explosión interna que se retroalimenta a si misma.
Esta fuerza, a medida que la vas atesorando puedes llegar a un estado de consciencia el cual te permite entrar tu mente en un punto centrado tan delgado como el filo de una navaja bien afilada. En ese espacio se encuentra una sensación contenida de vacío y potencia, la cual generalmente se manifiesta cuando meditamos en la sensación del cuerpo.
Cuanto más tratas de comprender o contener esta fuerza, se disipa, mientras tratas de pensarla o razonarla se pierde, pero cuando está, sólo eres. A esa sensación generalmente se le llama Tao. Esa fuente inagotable cuando la dejas ser y sigues ese estado de desvanecimiento es como encontrar el big bang que se reproduce dentro de uno y fluye, y genera una explosión interna que se retroalimenta a si misma.
En las tradiciones chamánicas existe el mismo idéntico concepto
del No-Hacer y quizás, si lo analizamos, en el fondo tenga el mismo significado
que tiene en el Tao. En ambos caso, por cierto, su significado está muy lejos
de la inercia o de la resignación ante las circunstancias.
Entre las tradiciones chamánicas, el No-Hacer consiste en hacer cosas que uno regularmente no haría en su vida cotidiana o asumir un papel que uno no tiene en su vida. Este cambio, este “salirse de uno mismo” durante horas o días, obligaría al practicante a estar más alerta de su entorno, de las cosas que ocurren y que le son dichas a su alrededor, es decir, le impondría casi que por obligación concentrarse en estar en el aquí y en el ahora, no sólo a nivel físico sino también a nivel mental, a nivel de auto-examinar y escuchar el discurso interior de la mente (eso que conocemos como nuestro monólogo interior).
Por ejemplo, Don Juan, el chamán yaqui que aleccionó a Carlos Castaneda, sugería que el No-Hacer era un ejercicio conveniente para acumular energía y no dispersarla en el inútil discurso mental cotidiano. Ejercicios prácticos para ello serían, por ejemplo, vestirse como un mendigo e ir a pedir limosna en algún semáforo durante unos 2 o 3 días, no exactamente para hacer “conciencia social”, sino para ver qué pasa cuando uno “es” algo que “no es” normalmente. Otros ejercicios de No-Hacer serían por ejemplo, caminar hacia atrás (dentro de tu casa) por una hora (o más, si es posible); si se es diestro, hacer las cosas con la mano izquierda; no emitir palabra ni sonido alguno durante un día completo (lo cual implicaría además no leer ni escribir, ni mandar mensajitos ni ninguna otra forma de comunicación escrita).
Volviendo al Tao Té King, la utilización del No-Hacer es diferente, pero al final me parece que tiene un objetivo similar al chamánico. Entiendo este No-Hacer como un no oponerse al fluir de las cosas, como no anteceder el deseo propio ni la importancia personal (obrar en función de uno mismo) a los acontecimientos o a las cosas que quieran realizarse. Es decir, no dejarse llevar por eso que creemos ser (un nombre, un rol social, una profesión, una función dentro de un grupo familiar), abstraerse de eso, callar el monólogo interior (que no es más que el enfermizo parloteo del ego), escuchar en el silencio y reconocer lo que desde ahí, se es y se debe hacer.
Al final, me parece que ambos conceptos del No-Hacer llevan a la misma conclusión: un obligado estar en el aquí y el ahora y por ende, a la reconexión con la verdadera esencia de lo que somos que nos lleva a escuchar la voz del Ser (de Dios, del Universo, de la Conciencia o de como usted lo quiera llamar).
Percibir esta fuente es el fundamento de la vida, pues desde allí tienes una sensación de que es el universo y todo es igual que ese flujo, todo lo material y visible simplemente sigue ese principio y es lo que da un sentido a todas las cosas, y quizás sea tan difícil en las sociedades actuales comprender el hacia dónde vamos o de dónde venimos, pues no podemos sentir en nosotros el flujo del Tao. De otro modo esta cuestión, aunque no sea fácil de colocar en palabras, sería interiormente entendible para nosotros.
Así que simplemente volver a esa sensación es la base de lo que somos, es el principio de nuestro camino como seres humanos y que en las culturas ancestrales esta sensación era la base del comportamiento así como de todas las decisiones. Tal como afirmaba Lao-Tsé una vez existió una sociedad que veneraba al Tao y seguía sus leyes.
Quizás esta sociedad no fue una utopía para tratar de explicar sus enseñanzas sino que simplemente muchas de las prácticas de aquel entonces fueron el recuerdo de lo que una vez fue una sociedad más equilibrada.
Con esto no solo quiero afirmar la unión de las prácticas chamánicas con el Taoísmo, sino además dar un sentido a esta forma de vida, que para muchos, todavía es la forma básica para establecer su camino como personas, pero muchas veces se agotan en el formalismo de lo que podría ser y no en la sensación plena del Tao. Que esta sensación es más que algo somero, sino que es la base de quien somos y desde esta se establecen hasta los patrones de convivencia útiles para compartir y hacer cualquier actividad en conjunto o para aclararse como individuos. (Tomado de Albert Suazo)
Entre las tradiciones chamánicas, el No-Hacer consiste en hacer cosas que uno regularmente no haría en su vida cotidiana o asumir un papel que uno no tiene en su vida. Este cambio, este “salirse de uno mismo” durante horas o días, obligaría al practicante a estar más alerta de su entorno, de las cosas que ocurren y que le son dichas a su alrededor, es decir, le impondría casi que por obligación concentrarse en estar en el aquí y en el ahora, no sólo a nivel físico sino también a nivel mental, a nivel de auto-examinar y escuchar el discurso interior de la mente (eso que conocemos como nuestro monólogo interior).
Por ejemplo, Don Juan, el chamán yaqui que aleccionó a Carlos Castaneda, sugería que el No-Hacer era un ejercicio conveniente para acumular energía y no dispersarla en el inútil discurso mental cotidiano. Ejercicios prácticos para ello serían, por ejemplo, vestirse como un mendigo e ir a pedir limosna en algún semáforo durante unos 2 o 3 días, no exactamente para hacer “conciencia social”, sino para ver qué pasa cuando uno “es” algo que “no es” normalmente. Otros ejercicios de No-Hacer serían por ejemplo, caminar hacia atrás (dentro de tu casa) por una hora (o más, si es posible); si se es diestro, hacer las cosas con la mano izquierda; no emitir palabra ni sonido alguno durante un día completo (lo cual implicaría además no leer ni escribir, ni mandar mensajitos ni ninguna otra forma de comunicación escrita).
Volviendo al Tao Té King, la utilización del No-Hacer es diferente, pero al final me parece que tiene un objetivo similar al chamánico. Entiendo este No-Hacer como un no oponerse al fluir de las cosas, como no anteceder el deseo propio ni la importancia personal (obrar en función de uno mismo) a los acontecimientos o a las cosas que quieran realizarse. Es decir, no dejarse llevar por eso que creemos ser (un nombre, un rol social, una profesión, una función dentro de un grupo familiar), abstraerse de eso, callar el monólogo interior (que no es más que el enfermizo parloteo del ego), escuchar en el silencio y reconocer lo que desde ahí, se es y se debe hacer.
Al final, me parece que ambos conceptos del No-Hacer llevan a la misma conclusión: un obligado estar en el aquí y el ahora y por ende, a la reconexión con la verdadera esencia de lo que somos que nos lleva a escuchar la voz del Ser (de Dios, del Universo, de la Conciencia o de como usted lo quiera llamar).
Percibir esta fuente es el fundamento de la vida, pues desde allí tienes una sensación de que es el universo y todo es igual que ese flujo, todo lo material y visible simplemente sigue ese principio y es lo que da un sentido a todas las cosas, y quizás sea tan difícil en las sociedades actuales comprender el hacia dónde vamos o de dónde venimos, pues no podemos sentir en nosotros el flujo del Tao. De otro modo esta cuestión, aunque no sea fácil de colocar en palabras, sería interiormente entendible para nosotros.
Así que simplemente volver a esa sensación es la base de lo que somos, es el principio de nuestro camino como seres humanos y que en las culturas ancestrales esta sensación era la base del comportamiento así como de todas las decisiones. Tal como afirmaba Lao-Tsé una vez existió una sociedad que veneraba al Tao y seguía sus leyes.
Quizás esta sociedad no fue una utopía para tratar de explicar sus enseñanzas sino que simplemente muchas de las prácticas de aquel entonces fueron el recuerdo de lo que una vez fue una sociedad más equilibrada.
Con esto no solo quiero afirmar la unión de las prácticas chamánicas con el Taoísmo, sino además dar un sentido a esta forma de vida, que para muchos, todavía es la forma básica para establecer su camino como personas, pero muchas veces se agotan en el formalismo de lo que podría ser y no en la sensación plena del Tao. Que esta sensación es más que algo somero, sino que es la base de quien somos y desde esta se establecen hasta los patrones de convivencia útiles para compartir y hacer cualquier actividad en conjunto o para aclararse como individuos. (Tomado de Albert Suazo)
Budismo, Taoísmo y Zen.
En los países de nuestra
cultura occidental, cada vez hay más personas interesadas en el conocimiento
del taoísmo original o filosófico. Hay quienes se acercan al taoísmo
a partir del conocimiento del budismo Zen; hay quienes se acercan al Zen a
partir del estudio del taoísmo. Las corrientes de espiritualidad de la Nueva
Era y hasta la proliferación de escuelas de artes marciales de Oriente, entre
otros, han popularizado también plurales aspectos del taoísmo.
Es natural que, si observamos las diferencias, el budismo y el taoísmo se encuentran tan distantes como la luna y el río. Pero si examinamos sus semejanzas, podemos comprender el motivo por el cual los sabios budistas y taoístas de la antigüedad fueron capaces de realizar un poderoso sincretismo que ha perdurado hasta el momento actual, inspirando a culturas tan diversas.
Es natural que, si observamos las diferencias, el budismo y el taoísmo se encuentran tan distantes como la luna y el río. Pero si examinamos sus semejanzas, podemos comprender el motivo por el cual los sabios budistas y taoístas de la antigüedad fueron capaces de realizar un poderoso sincretismo que ha perdurado hasta el momento actual, inspirando a culturas tan diversas.
En efecto, el taoísmo es
una filosofía milenaria de progenie china, que se desarrolló a partir de los
escritos atribuídos a los patriarcas Lao Tsé, Chuang-Tsé y Lieh Tsé. Las obras
de estos sabios constituyen un cuerpo de enseñanzas que ha inspirado diversas
escuelas de pensamiento, corrientes artísticas y prácticas espirituales,
trascendiendo a nuestros días como una especial visión de la naturaleza y del
sentido existencial.
Cuando
la mente China entró en contacto con el pensamiento hindú, en la forma del
Budismo, alrededor del siglo I d.C, dos desarrollos paralelos sucedieron. Por
un lado, la traducción de los sutras budistas estimularon a los pensadores
chinos y los llevó a interpretar las enseñanzas del Buda hindú a la luz de sus
propias filosofías. De esta manera surgió un muy fructífero intercambio de
ideas, que culminaron, en la escuela Hua-yen -sanscrito: Avatamsaka- de budismo
en China y la escuela Kegon de Japón.
Por otro
lado, el lado pragmático de la mentalidad china respondió al impacto del
budismo hindú, concentrándose en los aspectos prácticos y desarrollándolos en
una forma especial de disciplina espiritual que recibió el nombre de Ch’an, una
palabra normalmente traducida como “meditación”. Esta filosofía Cha’an fue
eventualmente adoptada por Japón, alrededor del año 1200, y ha sido cultivado
allí bajo el nombre de Zen, una tradición que se mantiene viva hasta la
actualidad.
Zen es una
mezcla única de filosofías e idiosincrasias de tres culturas diferentes. Es una
forma de vida típicamente japonesa, y aún así refleja el misticismo de la
India, el amor de la naturalidad y espontaneidad del Taoísmo y el pragmatismo
profundo de la mente Confucianista.
A pesar de
su carácter tan especial, Zen es puramente budista en su esencia pues su
objetivo no es ni más ni menos que el de Buda: el lograr la iluminación, una
experiencia conocida en Zen como Satori. La experiencia de la iluminación es la
esencia de todas las escuelas de filosofía orientales, pero el Zen es la única
que se concentra exclusivamente en esta experiencia y no está interesada en
ninguna interpretación más allá de ésta. En las palabras de Suzuki, “Zen es la disciplina en iluminación”. Desde el punto de vista del Zen, el
despertar de Buda y el enseñar de Buda, que todos tenemos el potencial de
lograr la iluminación son la esencia del Budismo. El resto de la doctrina,
incluido en los voluminosos sutras, es visto solamente como suplementario.
La
experiencia del Zen es, por lo tanto, la experiencia de la iluminación, de
satori, y ya que esta experiencia, finalmente, trasciende toda categoría de
pensamiento, de hecho podríamos asegurar que el ser humano que experimenta el satori, no es diferente al Hombre Sabio del Tao.
Zen no se interesa en ninguna abstracción ni conceptualización. No
tiene ninguna doctrina o filosofía especial, ningún credo ni dogma formal y
enfatiza su libertad de todo pensamiento fijo, esto la hace verdaderamente espiritual.
Más que
cualquier otra escuela de misticismo oriental, Zen está convencido de que las
palabras nunca expresarán la verdad última. Debe haber heredado su convicción
del Taoísmo, que mostraba la misma actitud sin compromisos. “Si
alguien pregunta sobre el Tao y otro le responde, ninguno de ellos lo conoce”. Dijo Chuang Tzu.
La
iluminación en Zen no significa retirarse del mundo, sino al contrario, una
activa participación en la vida cotidiana. Este punto de vista atrajo mucho a
la mentalidad china que le daba mucha importancia a una vida práctica y
productiva y a la idea de la perpetuación de la familia, por lo que no podía
aceptar el carácter monástico del Budismo hindú. Los maestros siempre hacían
hincapié que Ch’an, o Zen, estaba en nuestra experiencias diarias, “la mente de todos los días”, como proclamaba Ma-Tsu. Se enfatizaba
el “despertar” en el medio de las actividades diarias y dejaban muy en claro
que veían a la vida diaria, no sólo como la forma de lograr la iluminación,
sino como la iluminación misma.
En
Zen, satori significa la inmediata experiencia de la naturaleza Buda de todas
las cosas. Lo primero y más importante entre éstas, están los objetos, hechos y
personas involucradas en la vida cotidiana, de tal manera que aunque enfatiza
las cosas prácticas de la vida, Zen aun así es profundamente mística. Al vivir
enteramente en el presente, dándole atención completa a los asuntos diarios,
alguien que ha logrado satori, experimenta la admiración y misterio de la vida
en cada situación.
La
perfección del Zen es por lo tanto vivir la vida diaria de forma natural y
espontánea. Cuando a Po-chang se le pidió que definiera Zen, dijo: “Cuando
tengo hambre, como, cuando estoy cansado, duermo”. Aunque esto suene a simple y obvio,
como tantas otras cosas en Zen, es de hecho una tarea bastante difícil.
Recobrar la naturalidad de nuestra naturaleza original requiere de un largo
entrenamiento y constituye un gran logro espiritual. En las palabras de un
dicho Zen muy famoso:
Antes de estudiar Zen, las montañas son montañas y
los ríos son ríos; mientras estás estudiando Zen, las montañas ya no son
montañas y los ríos ya no son ríos; pero una vez que alcanzas la iluminación
las montañas son nuevamente montañas y los ríos nuevamente ríos.
El énfasis
sobre la naturalidad y espontaneidad muestra claramente las raíces Taoístas,
pero la base para este énfasis es estrictamente Budista. Es la creencia en la
perfección de nuestra naturaleza original, la realización de que el proceso de
iluminación consiste meramente en transformarnos en lo que ya somos desde un principio.
Hay
dos escuelas principales de Zen en Japón actualmente, difieren en sus métodos
de enseñanza. La escuela Rinzai o “repentina”, utiliza el método koan, se da
prominencia a entrevistas formales periódicas con el maestro, llamadas sanzen,
durantes las cuales se le pregunta al estudiante su visión actual sobre el koan
que ha estado tratando de resolver. La resolución de un koan involucra largos
periodos de intensa concentración que lleva a una revelación repentina de
satori. Un maestro con experiencia sabe cuando un estudiante ha llegado al
borde mismo de la iluminación repentina y le es posible adentrarlo a una
experiencia satori con acciones inesperadas, tales como un golpe con una
varilla o un grito fuerte.
La escuela
Soto o gradual evita los métodos de shock de Rinzai y apunta hacia la
maduración gradual del estudiante Zen, “como la brisa de primavera que acaricia la
flor, ayudándola a florecer”. Propugna “el
sentar tranquilo” y el uso
de su propio trabajo común como dos formas de meditación.
Ambas
escuelas le confieren la mayor importancia a zazen, o meditación sentado, que
es practicado en los monasterios Zen todos los días durantes muchas horas. La
postura correcta y la respiración son las primeras cosas que debe aprender un
estudiante de Zen. En el Zen Rinzai ¡, zazen es usado para preparar la mente
intuitiva para poder manejar el koan, y la escuela Soto lo considera la forma
más importante para ayudar al estudiante a madurar y evolucionar hacia satori.
Más que eso, es considerado como el logro visible de la naturaleza Buda de uno
mismo; cuerpo y mente siendo fusionada en una unidad armónica que no requiere
ninguna mejoría. Como dice un poema Zen:
Sentado
tranquilo, haciendo nada,
la
primavera llega, y el pasto crece por sí solo.
Desde una perspectiva espiritual, el taoísmo y el budismo han tenido temas
comunes, sincréticamente resueltos, desde que el budismo penetró en China, y su
influencia se ha sentido también en lo cultural en otros países asiáticos.
Aunque suele ponerse como ejemplo del anotado sincretismo el budismo Zen, lo
cierto es que su huella puede encontrarse también en otras escuelas de budismo,
incluyendo el Vajrayana.
Desde una determinada perspectiva, podemos decir que el taoísmo rinde culto al Tao, la vacuidad que es el origen de todos los fenómenos, y que, desde esta perspectiva, podemos identificar el concepto con lo que en el budismo Zen se ha denominado la Mente Única. Sin intentar mezclar el caldo con el arroz, más bien, esa perspectiva es parte fundamental de la comprensión del núcleo de la cuestión. La coincidencia ha sido explicada por diversos Maestros bajo la sencilla afirmación de que a la cumbre de la montaña se puede llegar por diversos caminos: no se trata de arrimar el agua a ningún molino, sino que desde hace tiempo el agua y el molino se arrimaron. Algunos comentaristas de ambas tradiciones espirituales han visto otros puntos coincidentes: entre la no-acción del taoísmo y el nirvana budista y entre el Te, la virtud del sabio taoísta y el Camino del Medio del budismo. Pero lo cierto es que hoy, en su consideración religiosa, ambas tradiciones siguen su propio camino, de modo que el taoísmo y el budismo poseen sus particulares formalizaciones. Si apreciamos que, más que un culto, el taoísmo filosófico es una forma de vida en la que el adepto, además de sus percepciones de alquimia interior, aprende el comportamiento del Tao observando la naturaleza y la experiencia, es desde esta perspectiva que podemos hablar con propiedad del cultivo del Tao. Es cierto que el mundo moderno entiende que la sabiduría es acumulación de conocimientos. Pero la percepción del Tao no llega por allí. Debemos ir con cautela, como quien camina sobre el hielo quebradizo. Los sabios taoístas no tienen todas las respuestas; incluso a veces parece que no tienen ninguna. Pero podemos aprender de sus detalles, de sus metáforas. La lectura de los clásicos, Lao Tsé, Chuang Tsé y Lieh Tsé, son una buena pesca.
Si nos llenamos de objetos y de deseos, cada uno de ellos puede ser una pesada ancla. Lo mismo ocurre si nos llenamos de prácticas y ocupaciones. El proceso de acumular cosas puede hacer sonar la campana de las emociones por un rato, pero lo que precisa nuestra mente es la quietud. La receptividad es algo importante. ¿Cuál es la precisa atmósfera para nuestra quietud? Se suele hablar de la alquimia interior, del refinamiento de nuestras emociones. Pero también es importante la alquimia exterior. Nuestro entorno, nuestras relaciones, nuestro bullicio, son consecuencia de nuestras afinidades. Emplazando nuestra mente en la quietud observaremos lo innecesario. Todo cuanto es innecesario en nuestros hábitos, deseos y posesiones. Sentarnos solos, cómodamente, sin pensar, es un buen comienzo. No es sencillo, porque a veces pareciera que si no pensamos no existimos. Si observamos nuestros pensamientos como cadenas de palabras, notaremos que rompiendo un eslabón se desahace la cadena, y que a fin de cuentas esa sarta de palabras no éramos nosotros.
Algunas personas relacionan una tradición espiritual con la práctica en un recinto cerrado, como un templo o un monasterio.
Sin embargo, los antiguos taoístas encontraron en los espacios abiertos, en las cumbres y en los hermosos parajes, la mejor fuente de inspiración, haciendo de cada paisaje un sitio sagrado, un templo en el camino. La fluida espontaneidad del taoísta le aleja de prácticas preestablecidas. El encuentro con la quietud es más bien una alquimia emocional, sentir nuestra naturaleza, lo que es no es equivalente a "pensar en nuestra naturaleza". El concepto del vacío, que es la naturaleza del Tao, es siempre algo controvertido y el que causa más extrañeza. Si abandonamos la comprensión conceptual, es posible aproximarnos a la experiencia. Acercarnos a la mesa no es comer, pero puede ser el primer paso.
Dijo Lao Tsé:
"El Tao que puede ser expresado
no es el verdadero Tao.
El nombre que se le puede dar
no es su verdadero nombre.
Sin nombre, es el principio del universo;
y con nombre, es la madre de todas las cosas.
Desde el no-ser comprendemos su esencia;
y desde el ser, sólo vemos su apariencia.
Ambas cosas, ser y no-ser, tienen el mismo
origen, aunque distinto nombre.
Su identidad es el misterio.
Y en este misterio
se halla la puerta de toda maravilla".
El lenguaje nos permite formalizar la realidad. Lo que concebimos como real es la apariencia del Tao, sus plurales manifestaciones. En su esencia carece de nombre; es el gran origen, la Fuente de lo que llamamos realidad. El Principio y sus manifestaciones no son cuestiones distintas. Es nuestra ignorancia lo que nos hace ver una separación. Somos capaces de comprender que las manifestaciones tienen un origen, pero una comprensión racional del Tao es como adivinar el pensamiento de una ardilla. El Gran Camino es la experiencia y en esa percepción directa nos quedamos sin palabras.
¿De qué trata, entonces, el vacío, la naturaleza original, el Tao de Lao Tsé?
"No persigas las marañas externas,
mora en el vacío interno;
sé sereno en la unidad de las cosas,
y el dualismo se desvanecerá por sí solo".
Estas palabras, que parecen salidas de un texto taoísta, son de Sosan, tercer patriarca del budismo Zen.
El practicante, como expresó Tozán, el cuarto patriarca Zen, es
"Íntimo con el Origen,
familiar con la Vía".
O como lo describió Yoka Daishi,
"¿No ves a este hombre sereno caminando,
que está más allá del saber y no persigue nada?
No evita pensar vanamente ni busca la verdad".
Eno, el sexto patriarca Zen, resolvió el poema de Jinshu
"Nuestro cuerpo es el árbol de la Bodhi
nuestra mente como el resplandor de un espejo
nos pasamos la vida limpiando esa luna
sin dejar que sobre ella el polvo se pose",
del siguiente modo:
"No existe el árbol de la Bodhi
ni marco para la luna del espejo;
pues todo es vacío,
¿dónde podría posarse el polvo?".
El Sutra del Corazón (Prajnaparamita Hridayan Sutra) enseña:
"la forma es vacío
y el vacío mismo es forma".
Desde una determinada perspectiva, podemos decir que el taoísmo rinde culto al Tao, la vacuidad que es el origen de todos los fenómenos, y que, desde esta perspectiva, podemos identificar el concepto con lo que en el budismo Zen se ha denominado la Mente Única. Sin intentar mezclar el caldo con el arroz, más bien, esa perspectiva es parte fundamental de la comprensión del núcleo de la cuestión. La coincidencia ha sido explicada por diversos Maestros bajo la sencilla afirmación de que a la cumbre de la montaña se puede llegar por diversos caminos: no se trata de arrimar el agua a ningún molino, sino que desde hace tiempo el agua y el molino se arrimaron. Algunos comentaristas de ambas tradiciones espirituales han visto otros puntos coincidentes: entre la no-acción del taoísmo y el nirvana budista y entre el Te, la virtud del sabio taoísta y el Camino del Medio del budismo. Pero lo cierto es que hoy, en su consideración religiosa, ambas tradiciones siguen su propio camino, de modo que el taoísmo y el budismo poseen sus particulares formalizaciones. Si apreciamos que, más que un culto, el taoísmo filosófico es una forma de vida en la que el adepto, además de sus percepciones de alquimia interior, aprende el comportamiento del Tao observando la naturaleza y la experiencia, es desde esta perspectiva que podemos hablar con propiedad del cultivo del Tao. Es cierto que el mundo moderno entiende que la sabiduría es acumulación de conocimientos. Pero la percepción del Tao no llega por allí. Debemos ir con cautela, como quien camina sobre el hielo quebradizo. Los sabios taoístas no tienen todas las respuestas; incluso a veces parece que no tienen ninguna. Pero podemos aprender de sus detalles, de sus metáforas. La lectura de los clásicos, Lao Tsé, Chuang Tsé y Lieh Tsé, son una buena pesca.
Si nos llenamos de objetos y de deseos, cada uno de ellos puede ser una pesada ancla. Lo mismo ocurre si nos llenamos de prácticas y ocupaciones. El proceso de acumular cosas puede hacer sonar la campana de las emociones por un rato, pero lo que precisa nuestra mente es la quietud. La receptividad es algo importante. ¿Cuál es la precisa atmósfera para nuestra quietud? Se suele hablar de la alquimia interior, del refinamiento de nuestras emociones. Pero también es importante la alquimia exterior. Nuestro entorno, nuestras relaciones, nuestro bullicio, son consecuencia de nuestras afinidades. Emplazando nuestra mente en la quietud observaremos lo innecesario. Todo cuanto es innecesario en nuestros hábitos, deseos y posesiones. Sentarnos solos, cómodamente, sin pensar, es un buen comienzo. No es sencillo, porque a veces pareciera que si no pensamos no existimos. Si observamos nuestros pensamientos como cadenas de palabras, notaremos que rompiendo un eslabón se desahace la cadena, y que a fin de cuentas esa sarta de palabras no éramos nosotros.
Algunas personas relacionan una tradición espiritual con la práctica en un recinto cerrado, como un templo o un monasterio.
Sin embargo, los antiguos taoístas encontraron en los espacios abiertos, en las cumbres y en los hermosos parajes, la mejor fuente de inspiración, haciendo de cada paisaje un sitio sagrado, un templo en el camino. La fluida espontaneidad del taoísta le aleja de prácticas preestablecidas. El encuentro con la quietud es más bien una alquimia emocional, sentir nuestra naturaleza, lo que es no es equivalente a "pensar en nuestra naturaleza". El concepto del vacío, que es la naturaleza del Tao, es siempre algo controvertido y el que causa más extrañeza. Si abandonamos la comprensión conceptual, es posible aproximarnos a la experiencia. Acercarnos a la mesa no es comer, pero puede ser el primer paso.
Dijo Lao Tsé:
"El Tao que puede ser expresado
no es el verdadero Tao.
El nombre que se le puede dar
no es su verdadero nombre.
Sin nombre, es el principio del universo;
y con nombre, es la madre de todas las cosas.
Desde el no-ser comprendemos su esencia;
y desde el ser, sólo vemos su apariencia.
Ambas cosas, ser y no-ser, tienen el mismo
origen, aunque distinto nombre.
Su identidad es el misterio.
Y en este misterio
se halla la puerta de toda maravilla".
El lenguaje nos permite formalizar la realidad. Lo que concebimos como real es la apariencia del Tao, sus plurales manifestaciones. En su esencia carece de nombre; es el gran origen, la Fuente de lo que llamamos realidad. El Principio y sus manifestaciones no son cuestiones distintas. Es nuestra ignorancia lo que nos hace ver una separación. Somos capaces de comprender que las manifestaciones tienen un origen, pero una comprensión racional del Tao es como adivinar el pensamiento de una ardilla. El Gran Camino es la experiencia y en esa percepción directa nos quedamos sin palabras.
¿De qué trata, entonces, el vacío, la naturaleza original, el Tao de Lao Tsé?
"No persigas las marañas externas,
mora en el vacío interno;
sé sereno en la unidad de las cosas,
y el dualismo se desvanecerá por sí solo".
Estas palabras, que parecen salidas de un texto taoísta, son de Sosan, tercer patriarca del budismo Zen.
El practicante, como expresó Tozán, el cuarto patriarca Zen, es
"Íntimo con el Origen,
familiar con la Vía".
O como lo describió Yoka Daishi,
"¿No ves a este hombre sereno caminando,
que está más allá del saber y no persigue nada?
No evita pensar vanamente ni busca la verdad".
Eno, el sexto patriarca Zen, resolvió el poema de Jinshu
"Nuestro cuerpo es el árbol de la Bodhi
nuestra mente como el resplandor de un espejo
nos pasamos la vida limpiando esa luna
sin dejar que sobre ella el polvo se pose",
del siguiente modo:
"No existe el árbol de la Bodhi
ni marco para la luna del espejo;
pues todo es vacío,
¿dónde podría posarse el polvo?".
El Sutra del Corazón (Prajnaparamita Hridayan Sutra) enseña:
"la forma es vacío
y el vacío mismo es forma".
Decíamos, en el primer
párrafo, que algunas personas se interesan por el taoísmo y por el budismo, en
el camino de la comprensión de los puntos esenciales de alguna de las dos
tradiciones. Es normal que esto pueda causar dificultades. Nuestra mente
clasifica y discrimina; es capaz de crear cualquier enredo. ¿Cómo
remediarlo? Como enseñó Padmasambhava a su discípulo Nanam Yeshe, el joven
mendicante de Shang: "deja la atención libre de toda acción dualista; no
afirmes ni niegues y reposa en la no acción espontánea sin aceptar ni rechazar
nada".
Aún podríamos añadir algunas diferencias más, para facilitar a nuestros lectores la diferenciación entre budismo y taoísmo. El budismo expone la universalidad del sufrimiento, como elemento constituyente de la condición humana, vencer al sufrimiento mediante la práctica de las normas o reglas derivadas de su enseñanza es el objetivo fundamental. Para ello la privación y la represión del deseo, las prácticas hasta cierto punto ascéticas, la meditación se muestran como el camino hacia Nirvana -despertar-. Además, existe la idea del Karma, el peso de las acciones cometidas a lo largo de la multitud de vidas pasadas, que nos condiciona en ésta. Por si todo ello fuera poco, la vida humana aparece encadenada a la rueda de las eternas reencarnaciones, siempre vinculadas al sufrimiento.
El taoísmo se presenta de forma mucho más amable, ofreciendo una serie de enseñanzas, pautas para hacernos disfrutar de la vida, considerada hermosa, agradable. El objetivo del Hombre del Tao es vivir una vida lóngeva, llena de salud y vitalidad, feliz. En armonía con la Naturaleza y con el Kosmos.
Aún podríamos añadir algunas diferencias más, para facilitar a nuestros lectores la diferenciación entre budismo y taoísmo. El budismo expone la universalidad del sufrimiento, como elemento constituyente de la condición humana, vencer al sufrimiento mediante la práctica de las normas o reglas derivadas de su enseñanza es el objetivo fundamental. Para ello la privación y la represión del deseo, las prácticas hasta cierto punto ascéticas, la meditación se muestran como el camino hacia Nirvana -despertar-. Además, existe la idea del Karma, el peso de las acciones cometidas a lo largo de la multitud de vidas pasadas, que nos condiciona en ésta. Por si todo ello fuera poco, la vida humana aparece encadenada a la rueda de las eternas reencarnaciones, siempre vinculadas al sufrimiento.
El taoísmo se presenta de forma mucho más amable, ofreciendo una serie de enseñanzas, pautas para hacernos disfrutar de la vida, considerada hermosa, agradable. El objetivo del Hombre del Tao es vivir una vida lóngeva, llena de salud y vitalidad, feliz. En armonía con la Naturaleza y con el Kosmos.
Poco se conoce acerca de la vida de Lao
Tsé. Tanto su existencia histórica, como su autoría del Dào Dé Jing (Tao Te
King), son objeto de controversia. Sin embargo, se convirtió en un importante
héroe cultural para generaciones del pueblo chino. La tradición asegura que
nació bajo un ciruelo en una aldea de la Prefectura de Ku (Kǔ Xiàn) del estado
de Chǔ, actualmente
distrito de Lùyì de la provincia de Henan, durante los últimos años del Período
de Primaveras y Otoños, y tuvo como primer nombre Li-Er (orejas de ciruelo),
aunque otras versiones sostienen que él era Po Yang-Li, proveniente de una
familia de pescadores.
Algunas leyendas sostienen que la gestación
de Laozi requirió 81 años (la cantidad de capítulos que tiene su obra Dao De
Jing) y cuando por fin nació, ya tenía el cabello blanco, arrugas en su rostro
-propias de un anciano- y orejas bastante más grandes que las normales.
Lao-Tsé es un título honorífico compuesto
de dos sinogramas: el primero (lǎo) significa "anciano" y el
segundo (zǐ), que quiere decir
"maestro", es un antiguo título reservado a eruditos. Algunas
historias relatan que su nombre propio era "Ĕr", su apellido Lĭ (su
nombre completo sería Lĭ Ĕr) y su nombre de cortesía Boyang. Dān es un nombre
póstumo por lo que también es llamado Lao Dan.
Existen varias transcripción al alfabeto latino. En español es muy utilidada la adaptación tradicional "Lao-Tsé" (con las variantes Laotsé, Lao-Tse, etc.), similar a la transcripción EFEO francesa "Lao-Tséu" y a la Wade Giles inglesa "Lao Tzu". "Laozi" (técnicamente Lǎozǐ) es la transcripción por el sistema pinyin, oficial en China, Taiwán y en la ONU, por ello esta forma es cada vez más utilizada, especialmente en otros idiomas europeos. Finalmente, la adaptación "Laocio", aunque infrecuente, es la más coherente con los nombres de otros filósofos chinos con el título de "zi" como Confucio y Mencio.
Durante la Dinastía T'ang (618-907) fue honrado como antepasado de ésta, ya que las religiones Taoístas afines a la dinastía T'ang relacionaron el apellido de la familia reinante con el nombre póstumo atribuido a Lao-Tsé (Lao-Tang), pero esa visión no era compartida por los sectores Taoístas opositores a la monarquía, como lo eran los Taoístas filosóficos de las sociedades secretas. Las clases gobernantes de ese período le atribuyeron a Lao-Tsé el título de Taishang Xuanyuan Huangdi, que significa Misterioso y Primordial Emperador Supremo. "Xuanyuan" y "Huangdi" son el nombre propio y el título del Emperador Amarillo.
Existen varias transcripción al alfabeto latino. En español es muy utilidada la adaptación tradicional "Lao-Tsé" (con las variantes Laotsé, Lao-Tse, etc.), similar a la transcripción EFEO francesa "Lao-Tséu" y a la Wade Giles inglesa "Lao Tzu". "Laozi" (técnicamente Lǎozǐ) es la transcripción por el sistema pinyin, oficial en China, Taiwán y en la ONU, por ello esta forma es cada vez más utilizada, especialmente en otros idiomas europeos. Finalmente, la adaptación "Laocio", aunque infrecuente, es la más coherente con los nombres de otros filósofos chinos con el título de "zi" como Confucio y Mencio.
Durante la Dinastía T'ang (618-907) fue honrado como antepasado de ésta, ya que las religiones Taoístas afines a la dinastía T'ang relacionaron el apellido de la familia reinante con el nombre póstumo atribuido a Lao-Tsé (Lao-Tang), pero esa visión no era compartida por los sectores Taoístas opositores a la monarquía, como lo eran los Taoístas filosóficos de las sociedades secretas. Las clases gobernantes de ese período le atribuyeron a Lao-Tsé el título de Taishang Xuanyuan Huangdi, que significa Misterioso y Primordial Emperador Supremo. "Xuanyuan" y "Huangdi" son el nombre propio y el título del Emperador Amarillo.
El encuentro de Confucio con Lao-Tsé.
Una de las anécdotas preferidas por los biógrafos taoístas de Lao-Tsé, es la que nos narra el supuesto encuentro de éste con Confucio.
Una de las anécdotas preferidas por los biógrafos taoístas de Lao-Tsé, es la que nos narra el supuesto encuentro de éste con Confucio.
El maestro Kong (Confucio) saludó a la multitud de sus discípulos, que habían acudido para asistir a su partida, y su carro partió veloz en medio de una nube de polvo. Al llegar a la capital del reino de Zhou, el cochero detuvo el carruaje ante la biblioteca real. El maestro Kong (Confucio) bajó de su cuadriga, se limpió el polvo de su vestido de seda púrpura, reajustó su birrete de letrado y subió los escalones del edificio. Había venido a pedir audiencia al conservador de los archivos, cuyo nombre era Lao Tan. Aunque dicho anciano era tan discreto como un tigre de caza entre hierbas altas, se rumoreaba que poseía la más alta comprensión del Tao y que era el maestro secreto de algunos altos dignatarios. El Maestro Kong (Confucio), el príncipe de los eruditos, quería salir de dudas. Estaba impaciente por medir su ciencia con la de él.
El ilustre filósofo atravesó un laberinto
de estanterías y fue
introducido en el antro del bibliotecario. Era un apartamento modesto donde,
contra toda pre-visión, no había ni un solo libro, ni el más mínimo rollo. La
pieza principal estaba asombrosamente vacía, amueblada únicamente con dos
esteras y una mesa baja. Allí estaba el viejo archivero, sentado sobre su
alfombra de paja trenzada. Aún estaba secándose los cabellos que,
evidentemente, acababa de lavarse. Dejó la toalla y levantó la cabeza hacia su
visitante. Sus largos cabellos blancos estaban totalmente despeinados,
aureolando su cráneo cano y calvo. Su mirada, extraviada, parecía sumergida en
un abismo sin fondo. Su rostro era tan inexpresivo como un viejo tocón.
Aunque Confucio, no fué Taoísta -no sabemos si en vida llegó a realizar el Tao-, os ofrezco a continuación la excelente película sobre su biografía. Con ella, además de visualizar su encuentro con Lao-Tsé, podremos entender mejor el ambiente social, económico, político y religioso de la época de ambos personajes.
Al maestro Kong (Confucio), el buen orador, le abandonó su elocuencia. Tosió débil y repetidamente y empezó a balbucear:
Aunque Confucio, no fué Taoísta -no sabemos si en vida llegó a realizar el Tao-, os ofrezco a continuación la excelente película sobre su biografía. Con ella, además de visualizar su encuentro con Lao-Tsé, podremos entender mejor el ambiente social, económico, político y religioso de la época de ambos personajes.
Al maestro Kong (Confucio), el buen orador, le abandonó su elocuencia. Tosió débil y repetidamente y empezó a balbucear:
-Perdóname, Maestro, he llegado un poco
pronto. Sin duda te molesto… Quizá no hayas terminado de arreglarte… ¿Estás
cansado?
-¡En absoluto! Pasa -dijo riéndose el
anciano, con una sonrisa que dejó al des-cubierto dos hileras de dientes
agujereados- ¡Siéntate! No te sorprenda mi silencio. Simplemente vengo a
remojarme en la Fuente ancestral… Pero dime, ¿a qué debo el honor de tu visita?
He oído decir que eres un sabio célebre en los principados del Norte. Los
discípulos afluyen a tu escuela para ser admitidos. ¿Qué podría enseñarte un
viejo archivero como yo? ¿Estás buscando un libro raro?
-Hay quienes afirman que posees un profundo
conocimiento del Tao. Dado que me considero un eterno estudiante, vengo a
preguntarte al respecto.
-Bueno, ¿sabes?, a mi edad, mi cabeza está
vacía y mi boca tan atónita que no siempre encuentro las palabras para
contestar. Pero antes de nada dime: ¿cómo has buscado tú el Tao?
-He estudiado detenidamente a los Seis
clásicos. Conozco a la perfección el libro de las Odas, los de la Historia, los
Ritos, la Música, las Mutaciones, y el de la Primavera y el Otoño. Los he
compilado, explicado y argumentado. He extraído de ellos principios para
iluminar a los demás. Esos preceptos son tan útiles para gobernarse a sí mismo
como para dirigir un Estado.
El viejo Lao sacudió la cabeza, chasqueó la
lengua. Sus ojos brillaron como brasas y profirió estas palabras:
-¡Qué suficiente eres, qué arrogantes son
tus palabras! ¿Acaso todo ese celo no es dañino? Y dime, ¿los príncipes te han
escuchado?
Al oír esta pregunta, el maestro de la
moral y de los ritos olvidó todo decoro. Se quitó su birrete de letrado, se
enjugó la frente con sus largas mangas, suspiró ruidosamente y contestó:
-Es cierto que a los gobernantes les
resulta difícil practicar mis consejos. Yo mismo he sufrido dolorosos fracasos
al querer aplicarlos en algunas funciones oficiales que he tenido el honor de de-sempeñar…
El anciano se golpeó los muslos y se echó a
reír:
-¡Por supuesto! No puede ser de otra
manera. Las osamentas de quienes escribieron todos esos libros seculares
quedaron ya reducidas a polvo. La huella dejada en el camino no es la sandalia
como tal. Las palabras son cáscaras vacías para quien no comparte el soplo que
las forjó. Quien se entrega al estudio crece día a día. Quien se consagra al Tao
mengua día a día hasta alcanzar el Vacío primordial. ¡Y con el No-obrar nada
hay que se pueda alcanzar! Lo mismo que el agua de un manantial brota
espontáneamente, la virtud del hombre perfecto es natural y no requiere
perfeccionamiento alguno. ¡Abandona todo ese fárrago de reglas morales que
perturban la mente y vuelve a tu naturaleza original!
El Maestro Kong (Confucio), el virtuoso de
la retórica, se quedó boquiabierto, el rostro carmesí. Se inclinó maquinalmente
y abandonó la sala sin decir palabra.
Cuando su carro se detuvo en el patio de su
residencia, sus discípulos acudieron como un enjambre de abejas ávidas de beber
el néctar de sus palabras.
-¡Dinos, Maestro, cómo te ha ido en tu
entrevista con ese tal Lao Tan!
El filósofo frunció el ceño y, con aspecto
enfurruñado, contestó:
-A un pájaro en vuelo se le puede alcanzar
con una flecha. A un pez que nada en las aguas profundas se le puede atrapar en
una red. Pero al dragón que se alza por los aires ¿quién puede detenerlo? ¡Y
ese Lao Tan es uno de ellos!
El maestro Kong (Confucio) estuvo tres días
sin hablar ni comer. Pasó tres meses encerrado en su casa sin recibir a nadie
en absoluto. Cuando finalmente salió de sus aposentos, fue para regresar
directamente a la biblioteca real de Zhou con el propósito de enfrentarse allí
de nuevo con el viejo dragón.
Apenas cruzado el umbral del apartamento
del bibliotecario, el filósofo se inclinó hasta rozar el suelo y declaró: -Los
cuervos y las urracas incuban sus huevos, los peces lanzan su freza, el
nacimiento del hermano menor hace llorar al primogénito, la oruga se
metamorfosea en mariposa. Hace mucho tiempo que ya no participo de estos
cambios que son la ley del mundo. ¿Cómo podría entonces pretender transformar a
los demás?
El viejo archivero sonrió y murmuró: -Está
bien, has encontrado la entrada del Sendero.
Tal fue la estocada maestra que dio Lao
Tan, más conocido por el nombre de Lao-Tsé, el «Anciano», el patriarca de los Taoístas.
Logró la proeza de sacar de la miseria de lo mental al maestro Kong (Confucio),
el incorregible moralista, para hacerle aspirar el aroma sutil del Tao. Un
maestro Kong (Confucio) que más tarde pasó a la posteridad con el nombre
universalmente conocido de Confucio.
Tras dicha hazaña, con una satisfacción sin
duda mezclada con lasitud debido al inmenso trabajo espiritual que había
realizado, Lao-Tsé abandonó su cargo de bibliotecario. Sin decir nada a nadie,
sin dejar el menor escrito, se marchó con los primeros rayos del alba,
encaramado a un búfalo de pelaje azulado.
El inalcanzable patriarca caminó hacia
poniente sobre pistas polvorientas
hasta alcanzar los confines del Imperio del Medio, dejando que el viento y la
lluvia borraran sus huellas. Y gracias a la sagacidad de un aduanero, que
guardaba el paso del oeste, contamos con uno de los textos más bellos de la
humanidad. El guardián de la frontera reconoció, en efecto, al personaje con
quien se había cruzado en otros tiempos mientras consultaba los archivos de
Zhou. Puesto que conocía su reputación, captó que su intención era abandonar
para siempre el imperio sin dejar ninguna huella escrita de sus sublimes
palabras. Así pues, insistió para que pasara la noche en el puesto fronterizo,
con el pretexto de que amenazaba tormenta.
Y el funcionario de aduanas hizo hablar al
patriarca en el curso de la velada, que él alargó hasta la aurora con vasos
rebosantes de aguardiente añejo de contrabando. Y lo hizo sin escrúpulo alguno,
pues conocía este antiguo adagio: El sabio es como un espejo, no puede cansarse
de reflejar la Verdad.
Lao-Tsé fue elocuente más allá de toda
medida, y el oscuro empleado de la concesión anotó su verbo de fuego con la
aplicación de un burócrata puntilloso.
¡Tal fue el inestimable peaje que el
aduanero perspicaz sustrajo al Viejo Dragón!
El autor real del Dao De Jing podría haber creado un personaje ficticio para que el origen del texto pareciese más misterioso, haciéndolo entonces más fácil de popularizar.
Se ha discutido que Laozi podría ser un seudónimo de Dan, Prefecto de los Grandes Escribas (Tài Shǐ Dàn); o de un anciano de Lai, una prefectura del estado de Qi; o alguna otra persona de existencia histórica.
El autor real del Dao De Jing podría haber creado un personaje ficticio para que el origen del texto pareciese más misterioso, haciéndolo entonces más fácil de popularizar.
Se ha discutido que Laozi podría ser un seudónimo de Dan, Prefecto de los Grandes Escribas (Tài Shǐ Dàn); o de un anciano de Lai, una prefectura del estado de Qi; o alguna otra persona de existencia histórica.
La obra
Como ya hemos dicho con anterioridad, de
ésta obra nada es seguro, salvo que es china y muy antigua, y que habla a
personas de todo el mundo como si se hubiera escrito ayer.
Está escrito en parte en prosa, en parte en
verso; pero tal como definimos ahora la poesía, no mediante la rima ni la
métrica, sino como una cierta intensidad de lenguaje según sus modelos, todo él
es poesía. “Yo –dice Úrsula K. LeGuinn- quería captar esa poesía, su extraña y
concisa belleza”. La mayoría de las traducciones han cogido en su red ciertos
significados, pero prosaicamente, han dejado que se les escurriera la belleza.
Y en poesía la belleza no es un simple adorno, es el significado. La belleza es
la Verdad.
Veamos ahora unos cuantos capítulos del Tao
te King. He preferido comparar dos versiones modernas, una de ellas, la más
conocida y apreciada la de Stephen Mitchell, columna de la izquierda que podéis
descargaros aquí:
http://www.fiuxy.net/ebooks-gratis/4134862-descarga-gratis-Tao-te-ching-por-Lao-Tsé
-stephen-mitchell.html
La otra, una versión de un traductor
sudamericano, el monje zen Juan Felipe San Riki Jaramillo , que podéis
descargaros aquí:
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