Bocklin:
"¿Estamos
seguros de que la Tierra no es un animal gigantesco y nosotros sus
parásitos?".
Arnold Böcklin (1827-1901) es un pintor simbolista poco conocido en nuestro país, a pesar de que fueron muchos los que cayeron
subyugados por este artista que se autorretrató pintando con la parca tocando
el violín a su espalda.
"Digamos que la admiración de Hitler
ha empañado bastante su reputación y le dejó unos años en el olvido -dice
Antonio Belmonte, autor de 'Arnold Böcklin. Invitación al mito' (Ed. Ártica,
2012)-, aunque quizá más daño le hicieron décadas de ser un pintor excesivamente
sobrevalorado. Y claro, cuanto más alto se sube... En todo caso, es una lástima
que inevitablemente se tenga que hacer referencia a Hitler al hablar de Böcklin
a pesar de que tuvo admiradores y amistades de muy diverso signo". Se
refiere el escritor a que la pasión que le profesaba Hitler era compartida por
Lenin, Thomas Mann, Hermann Hesse... Y mucho después de la muerte del pintor,
su obra le ha sobrevivido, sirviendo de musa para artistas que la han mantenido
viva en prácticamente la totalidad de las expresiones artísticas: los pintores
Dalí,
De Chirico y Ernst, los escritores Rubén Darío, Rainer Maria Rilke y Juan
Ramón Jiménez, el músico Sergéi Rachmaninov, cineastas como Friedrich Wilhelm
Murnau, el artista gráfico H. R. Giger, conocido por diseñar los decorados de
'Alien'…
Del simbolismo
El simbolismo surgió entre 1886 y 1900 y se
manifestó en todos los ámbitos de la creación artística: la literatura (poesía,
filosofía, teatro), la música y las artes plásticas. Aunque inicialmente se
originó en Francia, al poco tiempo se difundió por toda Europa hasta llegar a
Rusia y al continente americano.
La pintura simbolista, muy influenciada po el
lenguaje poético y visionario del movimiento Romántico, así como por el tono
nostálgico de los prerrafaelitas, dio forma al mundo interior subjetivo y
físico. Los simbolistas rechazaron la inspiración en la naturaleza y, en su
lugar, apelaron a la expresión de lo espiritual y de lo imaginario frente a la
simple mirada, como hicieron el realismo, el impresionismo y el naturalismo.
Giralt: "Rocío"
El simbolismo es posiblemente la corriente estética que mejor describe
los gustos del fin de siglo -S. XIX- en todo el mundo occidental. El simbolismo, en
Europa, se elabora lentamente desde la evolución de la estética romántica y
culmina en pluralidad de opciones plásticas que se definen por la
sobrevaloración de los significados de la obra de arte, por encima de sus
resultados formales. Pero en España, las distintas tendencias simbolistas
-prerrafaelismo, parnasianismo, esteticismo o decadentismo- que en Europa se
desarrollan a lo largo de medio siglo, son asimiladas al mismo tiempo y de
manera global, al margen de las muy diferentes connotaciones que pudieran tener
en sus orígenes.
Ferdinan Khnopff:"Las carícias"
En el ámbito de la
pintura, el simbolismo responde a un planteamiento plástico que se sitúa en una
posición antitética a los logros técnicos del impresionismo y del
postimpresionismo. Los elementos que mejor definen el impresionismo pictórico
son de tipo técnico: la pincelada de color puro y sus calidades lumínicas; en
cambio el simbolismo, como reacción, propone una pintura conceptual en la que
domine el tema sobre la representación: un arte de contenido.
El crítico de arte Georges-Albert Aurier definió el
simbolismo en los siguientes términos: “La obra de arte debe ser, en primer
lugar, ideísta, puesto que su ideal es la expresión de las ideas; en segundo
lugar simbolista, puesto que debe expresar dichas ideas a través de formas; en
tercer lugar sintética, puesto que escribe sus formas y sus signos a partir de
un método de comprensión general; en cuarto lugar, subjetiva, puesto que en
ella el objeto nunca es considerado como tal, sino sólo como un signo percibido
por el sujeto; y en quinto lugar, la obra de arte debe ser también (lo cual es
una consecuencia de todo lo anterior) decorativa”.
Edvar Munch: "Madonna"
Los poetas y los pintores que comulgaban con éstos
principios se evadían a través de la ensoñación y la melancolía, al mismo
tiempo que rechazaban el positivismo, la técnica (la fotografía) y el
materialismo. Los simbolistas vivieron alejados de la sociedad, a la que
consideraban decadente, y se consagraron a la espiritualidad. Asímismo,
exploraron su imaginación a través del alcohol y las drogas. Por otra parte, se
dedicaron a cultivar las apariencias (el dandismo) y la provocación.
Los pintores simbolistas se inspiraron en las
novelas y en la poesía, tanto contemporáneas como del pasado (La Divina Comedia
de Dante). Asimismo recurrieron a la Biblia y a la mitología clásica,
germánica, celta y escandinava, así como a las leyendas, los mitos y los
cuentos de hadas, con el fin de alimentar sus ensoñaciones.
Gustave Moreau
Los simbolistas
magnificaron, con una sensibilidad a flor de piel, todo lo que se ocultaba tras
las apariencias: la oposición entre el vicio y la virtud, el sadismo y la
lujuria, la neurosis, la proyección de los sueños, lo fantástico, lo
imaginario, lo incomprensible, la magia, el esoterismo, el más allá, el
misticismo, la soledad y la muerte.
Por su parte, el símbolo contribuyó a evocar por
analogía una idea profunda y personal que tendió a imbuir al espectador en lo
desconocido.
Los pintores simbolistas buscaron una armonía
estética que se adaptara a su propio simbolismo. Incluso muchos de ellos
combinaron la precisión del dibujo con el trazo desdibujado de la pincelada.
Así, la pintura se enriqueció con experiencias de lo más variado, como el azar
de las manchas de color, la difuminación del contorno, la imprecisión de las
formas y la sensualidad de los tonos y la materia pictórica.
Entre los pintores simbolistas más conocidos,
destacan: Gustave Moreau, Pierre Puvis de Chavannes, Sir Edwuar Burne-Jones, Edvar
Munch, Fernand Khnopff, Adrià Gual i Queralt, Jean Delville –del que hemos
hablado en ésta entrada-:
http://terradesomnis.blogspot.com.es/2013/04/jean-delville-el-ocultismo-y.html
Y como no, del pintor Suizo Aarnold Böcklin.
De la Introducción
del Catálogo de la Exposición Simbolista:
"... se podría decir que por los años ochenta, el arte europeo podría
dividirse en tres categorías: los impresionistas que finalmente triunfó con sus
bodegones agradables de frutas y paisajes soleados; los pintores de salón, que
vieron a sí mismos como los verdaderos herederos de la gran tradición de la
pintura del Renacimiento literario, y los simbolistas.
Puvis de Chavannes
Estos últimos se han pasado por alto casi por completo debido a
que el público tiende a ponerlos al montón con los pintores del salón y porque,
por la naturaleza misma de su arte, sus temas de temas referenciales
intrincados y alusiones poéticas, a menudo son difíciles de comprender sin
algun conocimiento de la poesía y la literatura que los inspiró.
Burne-Jones
En una época dominada por la investigación científica y la experimentación
empírica, por la reforma social y la revolución política, estos artistas se
apartaron de la clara luz del día, orientándose hacia la misteriosa oscuridad,
a veces aterradora en la que residen el mito, la leyenda, la pesadilla y el sueño. Querían recuperar el espíritu en el
arte que sabía tanto de asombro y terror y tomar tan en serio sus dioses como
sus demonios y monstruos ".(Mario Amaya)
Pero volvamos a nuestro autor.
Arnold Böcklin nació el 16 de
octubre de 1827, en Basilea. Asistió a la Academia de Düsseldorf
(1845-1847).En esta época pintó escenas de los Alpes suizos, con efectos de luz
y vistas espectaculares subjetivamente, para proyectar sus propios estados de
ánimo en el paisaje.
Sus obras muestran la gran influencia que Gaspar
David Friederich –podéis ver algunas obras de éste pintor en la siguiente
entrada-:
http://terradesomnis.blogspot.com.es/2007/02/els-camins-de-lart-ii.html
y otros pintores románticos ejercieron sobre
su obra. En 1848 esta introspección romántica dio paso la llamada pintura “a
plein air” (al aire libre) después de que fuera influenciado por Camille Corot,
Eugene Delacroix, y los pintores de la escuela de Barbizon,
trás un viaje a
París. Pero después de las revoluciones de febrero y junio de 1848, Böcklin
regresó a Basilea y volvió a pintar escenas de montañas sombrías.
En
1850 Böcklin encontró su meca en Roma, e inmediatamente sus pinturas se vieron
inundadas por la luz del cálido sol italiano. Pobló la vegetación
exuberante del sur, la brillante luz de la campiña romana, y las antiguas
ruinas con pastores solitarios, ninfas retozando, y centauros y sátiros lujuriosos. Estas
figuras mitológicas en medio de los paisajes se convirtió en la principal
preocupación de Böcklin, usando tales temas para expresar las polaridades de la
vida: el cálido sol contrasta con la fresca, sombra húmeda, y el brillo de la
espiritualidad de la mujer contrasta con la oscuridad del hombre.
Cuando
Böcklin regresó a Basilea con su esposa italiana, completó la pintura que le
llevó a la fama cuando el rey de Baviera adquirió en 1858: “Pan entre los
juncos”, una representación del dios griego con el que el artista se
identifica.
Fue
profesor en la Academia de Arte de Weimar 1860-1862, cuando regresó a
Roma. Llamado a Basilea de nuevo en 1866, pintó los frescos y modeló las
máscaras grotescas de la fachada del Museo de Basilea.
Böcklin
residió en Florencia desde 1874 hasta 1885, y éste fué su período más
activo. Continuó explorando la antítesis entre hombres y mujeres y pintó
escenas religiosas, alegorías de los poderes de la naturaleza, y los estudios del
destino del hombre. Él dejó de trabajar con aceite y comenzó a
experimentar con témpera y otros medios para obtener una superficie pictórica
libre de pinceladas.
Böcklin
pasó los siguientes 7 años sobre todo en Suiza, con viajes ocasionales a
Italia; dedicó gran parte de su energía para el diseño de un avión. A
raíz de un derrame cerebral en 1892, regresó a Italia, compró una villa en
Fiesole, y murió allí el 16 de enero de 1901. Muchos de sus trabajos finales de
representar las pesadillas de la guerra, la peste y la muerte.
Böcklin
ejerció una gran influencia en pintores surrealistas como Max Ernst y Salvador
Dalí, y Giorgio de Chirico. Otto Weisert diseñó un tipo de letra -éste que estáis leyendo- de estilo
Art Nouveau en 1904 y la llamó "Arnold Böcklin" en su honor. Las
pinturas de Böcklin, especialmente La Isla de los Muertos, inspiraron varios
compositores de finales del románticismo. Como Gustav Mahler,
Gustav Mahler
Sergei Rachmaninoff y
Heinrich Schulz-Beuthen ambos componen poemas sinfónicos inspirados en ella, y
en 1913 Max Reger compuso un conjunto de cuatro poemas inspirados en La Isla de
los Muertos (Los otros son el ermitaño que toca el violín, A jugar con las olas
y Bacanal). La Segunda Sinfonía de Hans Huber se titula
"Böcklin-Sinfonie". Rachmaninoff también se inspiró en la pintura de
Böcklin al escribir su Preludio en si menor, op. 32, No. 10.
Entre
los muchos admiradores de sus obras destacan Herman Hesse y Vladimir Ilich –Lenin-
quienes tenían copias –litografías- de “la Isla de los Muertos” en sus lugares
de trabajo. También Adolf Hitler era aficionado a la obra de Böcklin, alardeaba
de ser dueño de 11 de sus pinturas,
de las que vale más no preguntarse como las había
adquirido. Cuando se le preguntó quién era su pintor favorito, Marcel Duchamp,
afirmó que “un pintor polémico llamado Arnold Böcklin” que tuvo una importante
influencia en su arte. Aunque ésta afirmación sigue siendo objeto de
debate.
Sin lugar a dudas su obra más famosa y conocida es: La isla de los muertos.
En realidad, La isla de los muertos es una serie de cuadros.
Böcklin creó múltiples versiones – hasta 5 - de la mismo obra, en la que se representa un remero y una figura blanca sobre una pequeña barca, cruzando una amplia extensión de agua en dirección a una isla rocosa. El objeto que acompaña a las figuras en la barca se identifica generalmente como un ataúd, y la figura blanca con Caronte, el barquero que en la mitología clásica conducía a las almas al Hades.
Böcklin nunca explicó el significado de su pintura, y de hecho el título de la obra no se debe a él sino al tratante de arte Fritz Gurlitt, quien la bautizó así en 1883.
Böcklin creó múltiples versiones – hasta 5 - de la mismo obra, en la que se representa un remero y una figura blanca sobre una pequeña barca, cruzando una amplia extensión de agua en dirección a una isla rocosa. El objeto que acompaña a las figuras en la barca se identifica generalmente como un ataúd, y la figura blanca con Caronte, el barquero que en la mitología clásica conducía a las almas al Hades.
Böcklin nunca explicó el significado de su pintura, y de hecho el título de la obra no se debe a él sino al tratante de arte Fritz Gurlitt, quien la bautizó así en 1883.
La primera versión del cuadro, que actualmente se encuentra en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, fue creada en Florencia en 1880 a petición de Marie Berna, cuyo marido, el Dr. Georg Berna, había fallecido recientemente.
La versión perdida en la II GM
Otras versiones posteriores del cuadro se encuentran actualmente en Basilea, Berlín y Leipzig. La que existía en Rotterdam fue destruida durante la segunda guerra mundial.
Respecto a ellas dice Rafael Argullol:
“Hoy en mi galería de
espectros, he visto las siluetas de los que se alejaban por la barca hacia
"La isla de los muertos" de Böcklin.
Esas siluetas son realmente
potentes porque están suspendidas en medio de la niebla. Se nos recrea el tema
clásico del cruce de la laguna Estigia para llegar al Hades. Böcklin recupera
el tema de que los vivos, al morir, cruzaban la laguna Estigia en la barca de
Caronte, pero lo transforma de una manera muy moderna para situarnos en un
terreno onírico, para-real, proponiendo así una suerte de doble visión. Una es
la visión tradicional, que también sería de raíz griega, según la cual los
muertos llegan a un Hades en el que se dan puras sombras sin vitalidad. Esa
visión sería directamente sombría. Pero creo que Böcklin, también introduce una segunda visión en que
la isla de los muertos es también una especie de Arcadia, un lugar de armonía y
reposo. El espectador, ante este cuadro excepcional, tiene la sensación por un
lado de que se pierde respecto a la vida de los sentidos, en un sentido
terrestre; pero por otro lado está a punto de adentrarse en una Arcadia oscura
de la cual nada sabe, pero no por esto es negativa o es abismal, sino que
también puede ser evocadora de una extraña serenidad. También me ha llamado la
atención de ese cuadro la potencia recreadora que ha tenido en espacios
arquitectónicos y urbanos.
Rachmaninoof
En la misma onda de 'La isla de los
muertos', Böcklin pintó poco después una de sus obras cumbre, 'El bosque
sagrado',
otro ejemplo de paisaje inquietante: en ella se ve lo que parece ser
un rito llevado a cabo por varias figuras de blanco: tres de ellas están
arrodilladas ante un altar con fuego en medio de la naturaleza y otras muchas
se aproximan en silencio surgidas de la profundidad del bosque. El escritor
Thomas Mann tenía una litografía de este cuadro sobre su escritorio y lo
utilizaba, según él, para "refrescar la mirada". Porque esa es otra
de las señas de identidad de la obra del autor. Señala Antonio Belmonte:
"Fue popularizada y difundida en su día en un momento de gran éxito de la
litografía y un cambio de costumbres por el que podía ser un detalle de
distinción, de decoración a la moda, tener una obra no original colgada de las
paredes de casa. Los cuadros de Böcklin, especialmente los más coloristas, eran
como lo que es hoy un Klimt o un Warhol (sobre todo el de Audrey Hepburn) un
icono, una referencia de catálogo en decoración de interiores de la familia
'modernilla'".
Igualmente inquietante, aunque no se trate de un paisaje, es esta "Vestal":
retrato de una de aquellas sacerdotisas-vírgenes romanas, encargadas de mantener siempre encendido el fuego sagrado.
En 'Ulises y Calipso', el autor logra de
la misma forma imantar la mirada del espectador en la figura oscura y pensativa
de Ulises, una silueta que recogería Giorgio de Chirico para 'El enigma del
oráculo'. "En líneas generales diría que Böcklin engancha porque sabe
perfectamente que el cuadro lo mira un espectador y le obliga a adoptar un
punto de vista, le lanza un guiño o le hace partícipe de una historia, un
voyeur de una escena íntima secreta en un rincón del bosque o en un espacio
sagrado.
A continuación, os invito a ver una
presentación, con algunas de sus obras.
Como
siempre espero que os haya sido útil e interesante.
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