José Ángel Valente: “Lo primero que tiene que hacer todo artista es tener el estado de disponibilidad que presupone un espacio vacío. El artista se hace vaciándose a sí mismo. Crear es generar un estado de disponibilidad, en el que la primera cosa creada es el vacío, un espacio vacío. Pues lo único que el artista acaso crea es el espacio de la creación. Y en el espacio de la creación no hay nada (para que algo pueda ser en él creado). La creación de la nada es el principio absoluto de toda creación (…) El estado de creación es igual al wu-wei en la práctica del Tao: estado de no acción, de no interferencia, de atención suprema a los movimientos del universo y a la respiración de la materia. Sólo en este estado de retracción sobreviene la forma, no como algo impuesto a la materia sino como epifanía natural de ésta. Y la materia para el artista no se sitúa nunca en lo exterior. Ocupa el espacio vacío de lo interior, el espacio generado por retracción, por no interferencia,
Conocí a “Txus” (Jesús Reigosa) hace ya
muchos años; era por aquel entonces, un joven cargado de inquietudes, de gran
destreza manual, una acentuada sensibilidad y sólidos valores espirituales
que señalaban aquello en lo que acabaría por convertirse.
Veinte años y muchas más vivencias después,
las sincronías han ocasionado que nuestros caminos se vuelvan a cruzar. Lo
encuentro hoy convertido en padre de familia, monje urbano del budismo zen,
propietario de un pequeño negocio (El zen de las cosas) y sobre todo, en un
artista extraordinario, hábil en la talla de la madera, oficio del que
reconozco su enorme dificultad, tras unos pequeños y balbuceantes pasos que
traté sin demasiado éxito, de dar hace algunos años.
Cuando uno se enfrenta al análisis de una
obra de artistas contemporáneos, el observador topa con numerosas dificultades
a la hora de hacer una interpretación. Algunas de las teorías –compartidas por
muchos de los artistas- se niegan deliberadamente a ofrecernos pistas para llevarla a cabo,
alegando que el arte no debe ser racionalizado, sino sencillamente sentido,
interiorizado y a menudo, nos encontramos con suerte, con un título que poco o
nada nos dice sobre la obra que tenemos delante, o en muchos otros casos, con
lo que es peor, “Opus 73” o “Composición 26”.
Pero en éste caso, como veremos más
adelante, tenemos la suerte de disponer de las reflexiones del propio autor que
nos introduce la obra con un pequeño comentario personal.
Vayamos por partes.
Una reflexión personal ante el conjunto de la obra.
La talla de madera es una de las más antiguas actividades artístico-artesanales dela humanidad. Todo objeto doméstico, sea cual sea su uso, puede en manos de un artísta competente, convertirse en algo que vaya más allá, aportándole una cualidad difícil de definir, pero que podríamos convenir en llamarla belleza. Por ejemplo una copa o taza:
Como podéis ver, dejando de lado la ornamentación en plata -añadida-, lo que le da un valor extraordinário (47.500 €, en pública subasta) no es el material -la madera-, son dos cosas inmateriales: la antiguedad (S.XVIII) y la calidad del trabajo del artesano que la elaboró.
Al igual que los objetos más o menos de uso cotidiano, el ser humano también a decorado sus habitáculos, viviendas, recurriendo al trabajo de artesanos, para embellecer las paredes, techos
La talla de madera es una de las más antiguas actividades artístico-artesanales dela humanidad. Todo objeto doméstico, sea cual sea su uso, puede en manos de un artísta competente, convertirse en algo que vaya más allá, aportándole una cualidad difícil de definir, pero que podríamos convenir en llamarla belleza. Por ejemplo una copa o taza:
Al igual que los objetos más o menos de uso cotidiano, el ser humano también a decorado sus habitáculos, viviendas, recurriendo al trabajo de artesanos, para embellecer las paredes, techos
o ventanas:
Todo puede ser sublimado, por la mano del ser humano.
Para conseguir convertir un simple pedazo de madera, en un objeto bello; el artista-artesano, a base de raspar, pulir, volver a quitar, remarcar esto y aquello, se irá aproximando lentamente a la idea, en un proceso de materialización de lo que no tenía existencia en el mundo de las cosas que podemos ver y tocar, es lo que denominamos proceso creativo.
El artista concibe en su mente una idea, por ejemplo, un bosque. Además de un conjunto de árboles, allí hay unos sonidos, fragancias, en fin, todo aquello que podamos asociar al pensamiento bosque. Después haciendo uso de su experiencia, de sus conocimientos, de su particular habilidad, tratará de llevar aquella idea a la existencia, sabiendo que no lo logrará del todo, que una parte de aquello que había imaginado se perderá por el camino.
Fijémonos en ésta obra de Jesús, que precisamente se llama bosque:
Recordemos que se trata de un pedazo de madera de "Tilo"?, "pino"? u otro árbol de madera clara.
Despues de cortar la madera, en éste caso redonda en la medida deseada, se procede a dibujar sobre la superfície plana el motivo que se desea tallar, en éste caso los troncos y ramas. Seguidamente se ha de empezar a vaciar, hasta llegar a lo que se considerará el fondo. Veamos la figura más aumentada para apreciar la calidad del trabajo. Permítaseme aquí, recordar de nuevo que una fotografía y más en un medio como internet nunca puede recoger la sutileza y la realidad de la observación de la obra en directo.
A continuación, otra tarea que exige un gran esfuerzo, horas y horas de papel de lija, de cepillo, de pulir la madera hasta conseguir la textura precisa.
Y para finalizar, la parte más exigente, en la que el artesano-artista debe sumirse en la máxima concentración, ese "tratar de llegar al silencio" que decía Antoni Tàpies, condición imprescindible para que el artista creador pueda dar forma a lo sin forma, a lo que era concebido, imaginado, pensado.
Si, estamos ante la obra de un honesto artesano-artista, esforzado en conseguir llegar a SER, un ser humano ZEN.
Pero con todo el cariño se lo advierto, "nunca lo conseguirás plenamente", o mejor aún, si lo consigues ya no te hará falta tallar nada. Tu serás la talla.
El artista zen.
La disciplina Zen es de actividad y de orden; su doctrina es la invalidez de la doctrina, su fin una iluminación por la experiencia inmediata. El arte Zen, buscando la realización del ser divino en el hombre, procede abriendo sus ojos a una esencia espiritual semejante en el mundo de la Naturaleza exterior a sí mismo; la escritura del Zen «está escrita con los caracteres del cielo, del hombre, de bestias, de demonios, de cientos de hojas de hierba y de miles de árboles», «cada flor exhibe la imagen del Buddha».
Y
sin embargo la inmediatez o la espontaneidad se ha alcanzado más perfectamente
en el arte Zen que en cualquier otro. Aquí no hay ninguna iconografía formal,
sino una intuición que ha de expresarse en una pintura a tinta donde no puede
borrarse ni modificarse la menor pincelada –con mayor sentido en una obra
tallada-; la obra es tan irrevocable como la vida misma. No hay ningún tipo de
arte que esté más cerca a «aprehender el gozo mientras vuela», la vida alada
que ya no es vida cuando tomamos el pensamiento de recordarla y describirla;
ningún tipo de arte es más estudiado en el método, y menos elaborado en el efecto.
Cada obra del arte Zen es única, y en proporción a su perfección inescrutable.
Al observar atentamente las obras de Jesús, se descubre la intención de lo que pretende: una
estética de la suspensión del juicio que —en términos de la imagen de William
Blake— “limpia las ventanas de la percepción, haciendo que cada cosa aparezca
como verdaderamente es: infinita”; y un tipo de arte cuyas formas y medios
facilitan la espontánea ocurrencia de dicha suspensión, y cuya función podría
definirse en términos de lo que ha dicho Antoni Tàpies con respecto a la función
social de su propia pintura: permitir que el espectador de la obra tenga acceso
a un nivel superior de la experiencia mediante una vivencia fulgurante, a la manera de una iniciación súbita
a la vivencia del budismo zen.
Así, pues, el
arte de Jesús, como integrante de lo que se acostumbra a denominar arte visionario nos acerca a la Verdad entendida
como ausencia del error, e incluso podría darnos acceso directo a ella. Puesto que
nuestro verdadero rostro es —como en el koán
del zen— el que teníamos
antes de nacer, cuando el espejo del arte refleja la no-individualidad. De lo que se trata en este caso es del reconocimiento de la disolución momentánea de
la dualidad sujeto-objeto, así como de la autoconciencia de la cual dicha
dualidad es condición de posibilidad.
La última y
más importante característica del arte zen es el hecho de que se emprende como
un tao o Vía hacia el Despertar
o Iluminación. Ya hemos visto en alguna otra entrada del blog, que el arte primordial en general trasciende la
dualidad connotación-denotación, mensaje-medio; bien, el arte zen tiene la
peculiaridad de trascender además la dualidad entre creador y creación. Antes
de emprender el proceso de plasmar la obra, el artista debía “vaciar su
espíritu”, de modo que su arte no sea condicionado por pensamientos
valorizados-absolutizados delusoriamente; a partir de dicho estado de vacuidad,
de lo Informe debían surgir las formas de la obra arte, lo cual sólo podía
suceder por medio de una “acción a través de la no-acción” (wei wu wei) que, en cuanto tal, sería
perfectamente espontánea en el sentido de no ser el resultado de una intención consciente —la cual es
siempre manifestación del error del ego.
No cabe duda alguna de que Jesús está
plenamente implicado en la consecución de ésta superación de la dualidad y desde nuestra modesta
opinión, apreciamos que en muchos aspectos de sus obras se vivencia esa
superación.
Como es bien
sabido hoy en día, las herramientas y los materiales empleados en la pintura
china se escogían de tal manera que no permitiesen que se hicieran
modificaciones posteriores a lo que en un primer momento se había plasmado en
la obra –con mayor motivo en una obra tallada en madera-; en consecuencia,
cualquier experto en pintura zen que tuviese la realización espiritual
necesaria, reconocería claramente en una pintura la imperfección resultante. A
la luz de lo anterior, es fácil comprender la historia del rebelde —y más
adelante famoso— pintor que durante muchos años intentó alcanzar una
originalidad total pintando de maneras que contradecían la tradición, y quien,
cuando finalmente supo que había logrado la verdadera originalidad, se dio
cuenta de que “estaba pintando el tao de
los Antiguos”: dicho tao radicaba
precisamente en la originalidad absoluta que consiste en pintar de acuerdo con
las pautas tradicionales —y, por ende, en hacerlo por medio de la acción que
tiene lugar a través de la no-acción y de la espontaneidad total.
El despertar o
la Iluminación en cuestión se encuentra en la raíz del mejor arte producido por
los artistas taoístas y por sus des-cendientes espirituales, los artistas o zen —así como del mejor arte
producido por artistas de otras tradiciones que parecen derivarse de la misma
raíz que éstas y que también tienen como objeto liberar al individuo de la
fractura interna que introduce la separación entre un aspecto que controla,
gobierna o dirige y otro que es controlado, gobernado o dirigido—.
A
través del artista que no se encuentra escindido interiormente —el que se ha
librado de la fractura que separaba un aspecto que controlaba de otro que era
controlado— se produce un flujo no obstruido de la espontaneidad del tao o lógos que se plasma en incomparables obras de arte.
Chuang-tse
cuenta que:
«Ch’ui el
artesano podía dibujar círculos a mano mejor que con compás. Sus dedos parecían
acomodarse tan fácilmente a la cosa en que estaba trabajando que no necesitaba
fijar su atención. Sus facultades mentales así permanecían una (es decir,
integradas) y no sufrían impedimento.»
Quienquiera
que se haya establecido inconmoviblemente en el estado Despierto que a menudo
se designa como Iluminación, de modo que el tao fluya ininterrumpidamente a través de ella o él, no será
afectado por la mirada del Otro y podrá realizar la obra maestra ante la mirada
del más crítico y temible de los observadores.
D. T.
Suzuki, el profesor japonés que popularizó el budismo zen en el Occidente, explicaba que: «No se puede esperar que
todos seamos científicos, pero hemos sido constituidos de tal modo por la
naturaleza que todos podemos ser artistas. No (necesariamente) artistas de
alguna clase especial, tales como pintores, escultores, músicos, poetas, etc.,
sino artistas de la vida. Esta profesión, “artista de la vida”, puede sonar
como algo nuevo y bastante raro, pero de hecho todos nacemos artistas de la
vida. Es sólo que, sin saber que lo somos, en nuestra mayoría no logramos serlo
y el resultado es que hacemos un desastre de nuestras vidas, preguntando “¿cuál
es el sentido de la vida?”, “¿no enfrentamos una nada sin atributos?”,
“¿después de vivir setenta y ocho o incluso noventa años, adónde vamos? Nadie
lo sabe”, etc., etc.
Se me dice que la mayoría de los hombres y mujeres
modernos son neuróticos por esta causa. Pero el hombre Zen puede decirles que
todos ellos han olvidado que son artistas innatos, artistas creativos de la
vida, y que tan pronto como se den cuenta de ello se curarán de sus neurosis o
psicosis o como quiera que llamen a su problema. «¿Qué quiere decir entonces
ser un artista de la vida? «Los artistas de cualquier clase... tienen que
utilizar uno u otro instrumento para expresarse, para demostrar su creatividad
de una manera u otra. El escultor tiene que tener piedra, madera o arcilla y
cinceles u otros útiles para imprimir sus ideas en el material. Pero un artista
de la vida no necesita salir de sí mismo. Todo el material, todos los
implementos, toda la habilidad técnica que normalmente se requieren para ser un
artista de la vida están con él desde el momento de su nacimiento y, quizás,
incluso antes de que sus padres le dieran vida. Esto no es usual, es
extraordinario, podrían ustedes exclamar. Pero cuando piensen un rato acerca de
ello, estoy seguro de que entenderán lo que quiero decir”.
Todavía en nuestros días, cuando sinceramente admiramos el arte de alguien, es porque dicho arte surge de una condición que en algún sentido evoca el estado que los budistas designan como “Despertar” o “Iluminación”. Y cuando el arte surge a partir de esta última condición, el mismo podría incluso, eventualmente, permitirnos obtener algun vislumbre de ella.
Pero
volvamos a nuestro artista, pretendiente a llegar a ser un hombre zen.
El mismo Jesús nos explica:
EL ZEN DE LAS COSAS, julio 2, 2012
Para hallar el zen de las cosas se debe
prestar atención, al acercarnos con calma a un objeto puede producirse cierta
resonancia, una identificación que se traduce en belleza. Si encontramos algo
bello es porque identificamos algo similar en nuestro interior.
Hacía tiempo que me preguntaba cómo vivir
en una sociedad que experimenta tal cantidad de cambios y, a la vez, realizar
mi función.
Cuando me ordené monje zen sabía que
tendría que seguir mi vía por un camino no andado antes y que era mi
responsabilidad ganarme la vida y, a la vez, ayudar a las personas (y a mí
mismo).
Un día entendí que sólo podría realizar mi
cometido siguiendo mis inclinaciones naturales. La búsqueda de la belleza, del
misterio que anima las cosas, es algo instintivo en mí desde niño. Sólo hacía
falta darle forma a esa búsqueda, una estructura que permitiese compartir con
los demás quizá una sombra, quizá un gesto, quizá un momento brillante que
llene el espíritu de gozo y que nos permita sobrellevar la existencia a menudo
árida. De esa intención nace este espacio en la red.
La sensación que experimento ahora la
podría describir usando un haiku de mi querido Santoka:
¿Qué
pretendo encontrar
internándome en el viento?
internándome en el viento?
Un
poco más adelante añade:
WABI-SABI, julio 15, 2012
Leonard Koren escribió en 1994 uno de los libros que
ha sido fuente de inspiración para esta página. A él le debemos el nombre de la
web y la definición de la belleza gastada, mudable e imperfecta que en Japón se
conoce como wabi-sabi.
Hemos contactado con Leonard para que nos aportara
parte de su visión y nos honrara con algunas líneas sobre el wabi-sabi y sobre
cómo introducirlo en nuestras vidas, pero él afirma que sus mejores ideas
acerca del tema se hallan ya en el libro y nos emplaza a releerlo y a
profundizar en él para sacar nuestras propias conclusiones.
El texto en concreto, un auténtico tratado sobre la
estética japonesa, se llama Wabi-Sabi
para Artistas, Diseñadores, Poetas y Filósofos y es una joya
deliciosa que podéis encontrar con facilidad.
Esperamos que, si lo elegís, lo disfrutéis.
“Apreciado Sr.Koren,
Poseo un ejemplar de su
libro Wabi-Sabi en castellano desde hace varios años. Lo compré casi por
casualidad y, la verdad, por aquel entonces no entendí gran cosa. Ese libro
vivía apaciblemente en mi biblioteca.
Con el tiempo profundicé en
mi práctica de Budismo Zen y en mis estudios del arte y la estética de Oriente.
Simultáneamente frecuentaba cada vez más a menudo su libro, descubriendo con
cada lectura un texto de una claridad asombrosa para mí.
Actualmente mi ejemplar
tiene un aspecto usado y cansado, un poco roto. A primera vista, antes de
abrirlo, ya habla de su contenido. No sólo trata sobre el wabi-sabi, es
wabi-sabi.
Hace un tiempo emprendí un
proyecto que ahora ve la luz. Es una página web donde se trata el arte oriental
y la sabiduría que encierra. También hay una pequeña tienda donde vendemos
piezas relacionadas con la cultura del té y artesanía de calidad.
Buscando un nombre para
este sitio web, otra vez me encontré ante su libro y, más en concreto, con una
frase en su interior que decía: “…el wabi-sabi se podría denominar, incluso, el
zen de las cosas”
Es así como he llegado a
escribir esta carta, ante todo para agradecerle su trabajo y lo mucho que me ha
ayudado. También me atrevería a pedirle, en la medida de lo posible y si no es
mucha molestia para usted, unas palabras para los seguidores de Zen of Things
sobre la manera adecuada de ver lo que no es evidente y de cómo aportar un poco
de wabi-sabi a sus vidas.
Sería un gran honor
para mí.
Atentamente,
Jesús”
“Querido Jesús,
Gracias por tu carta.
Agradezco tus amables palabras.
Mis mejores pensamientos
acerca de las cosas wabi-sabi, y del zen de las cosas, ya están contenidos en
mi libro. Me haría muy feliz que tu página web incluyera la manera de
conseguirlo, tanto en español como en inglés.
Saludos afectuosos,
Leonard”
Para facilitar a los
lectores de éste blog y a los interesados en la obra de “Txus” y para aquellos
otros interesados en conocer ésta forma de expresión artística tradicional, os
hacemos un pequeño resumen de los aspectos más destacados de ésta estética zen.
El Wabi-sabi según Leonard
Koren
Wabi-sabi
es "la" quintaesencia de la estética japonesa. Es la belleza de las
cosas imperfectas, mudables e incompletas. Es la belleza de las cosas modestas
y humildes. Es la belleza de las cosas no convencionales...
De
golpe vi claro que el wabi-sabi, antaño
estética preeminente de la alta cultura japonesa y reconocida pieza fundamental
del té, se estaba convirtiendo -¿se había convertido?- en una especie en
peligro de extinción.
Es
cierto: la belleza del wabi-sabi no es del agrado de todo el mundo. Pero creo
que ha de ser interés de todos proteger el wabi-sabi para que no desaparezca
completamente. La diversidad de la
ecología cultural es algo deseable…
Belleza
idealista. Como muchos de mis contemporáneos, supe del wabi-sabi por primera
vez a finales de los 60, durante mi juvenil búsqueda espiritual. Por aquel
entonces, la cultura tradicional japonesa proporcionaba “respuestas"
profundas a las preguntas más difíciles de la vida. Me pareció que el wabi-sabi
era un paradigma estético basado en la naturaleza que devolvía, en cierto modo,
lá sensatez y la proporción al arte de vivir. El wabi-sabi solucionaba mi
dilema artístico acerca de cómo crear cosas bellas sin quedar atrapado en el
materialismo desalentador que generalmente envuelve este tipo de actos
creativos. El wabi-sabi -profundo, multidimensional, esquivo- parecía el
antídoto perfecto a esa clase de belleza tan pulida, sacarinada y colectiva que
a mi modo de ver estaba insensibilizando la sociedad norteamericana… Y QUIZÁS
MUNDIAL.
Casi
desde sus comienzos como un tipo de estética concreta, el wabi-sabi se ha
asociado superficialmente con el Budismo Zen. En muchos aspectos, el wabi-sabi
se podría denominar incluso el “Zen de las cosas”, puesto que ilustra muchos de
los principios espiritual-filosóficos esenciales del Zen.
Uno
de los principales temas del Zen es un agudo anti-racionalismo. En la doctrina
Zen el conocimiento esencial sólo se puede transmitir de pensamiento a
pensamiento, no a través de ninguna palabra escrita o hablada. “Los que saben
no dicen; los que dicen no saben,” A nivel pragmático este precepto está
destinado a reducir las interpretaciones erróneas de conceptos que se prestan a
malentendidos. Como consecuencia, se podría decir que se ha evitado
cuidadosamente dar una definición clara y descriptiva del wabi-sabi.
Algunos
críticos japoneses opinan que el wabi-sabi necesita mantener sus cualidades
misteriosas y elusivas -difíciles de definir- porque ¡a inefabilidad es parte
de su singularidad. Creen que el wabi-sabi es un punto de referencia teleológico
-un fin en sí mismo- que nunca puede llegar a captarse del todo. Desde esta
posición ventajosa, un conocimiento parcial o indefinible es simplemente otro
aspecto de la cualidad de “incompleto” inherente al wabi-sabi. Puesto que la
claridad o transparencia ideológica no es un aspecto esencial del wabi-sabi,
explicar completamente este concepto podría, de hecho, empequeñecerlo.
Una Definición Provisional
El
wabi-sabi es el rasgo más notable y característico de lo que consideramos la
belleza tradicional japonesa, A grandes rasgos, ocupa la misma posición en el
panteón japonés de los valores estéticos que los ideales griegos de belleza en
occidente. En su expresión más completa el wabi-sabi puede llegar a ser un modo
de vida. Y, como mínimo, es un particular tipo de belleza.
En
un principio, las palabras japonesas “wabi” y “sabi” tenían significados
bastante diferentes. Originariamente “sabi” significaba “frío”, “flaco” o
“marchito”, mientras que “wabi” significaba la desdicha de vivir solo en la
naturaleza, apartado de la sociedad, y sugería un estado de ánimo deprimido,
abatido y melancólico. Alrededor del siglo XIV, el significado de ambas
palabras empezó a evolucionar hacia valores estéticos más positivos. El
aislamiento autoimpuesto y la pobreza voluntaria del ermitaño y asceta llegaron
a considerarse como oportunidades para la riqueza espiritual. Para los que
tenían inclinaciones poéticas, este tipo de vida favorecía la apreciación de
los detalles más nimios de la vida cotidiana y la percepción de la belleza en
los aspectos desconocidos y olvidados de la naturaleza, Entonces, la poco
atractiva simplicidad adquirió un nuevo significado como base para una belleza
pura y nueva.
Evolución
en el tiempo
Pre-Rikyu.
La inspiración inicial de los principios metafísicos, espirituales y morales
del wabi-sabi proviene de las ideas sobre simplicidad, naturalidad y aceptación
de la realidad que se encuentran en el Taoísmo y en el Budismo Zen chino. Tanto
el estado de ánimo como el sentido de la materialidad wabi-sabi proceden de la
atmósfera de desolación y melancolía, y de la expresión minimalista de la
poesía y la pintura monocromática china de los siglos IX y X. Sin embargo,
hacia finales del siglo XVI estos elementos separados del wabi-sabi
convergieron en una síntesis japonesa identificable.
Wabi-sabi
Wabi-sabi by Äther Studio from Äther Studio on Vimeo.
Aunque
el wabi-sabi penetró rápidamente en casi todos los aspectos de la sofisticada
cultura y del gusto japonés, alcanzó su expresión más amplia en el contexto de
la ceremonia del té.
Llamada
sado, chado y chanoyu, la ceremonia del té evolucionó hasta convertirse en una
ecléctica forma social de arte que combinaba, entre otras cosas, conocimientos
de arquitectura, interiorismo y jardinería, arreglo floral, pintura,
preparación de los alimentos, e interpretación. Un experto eo servir el té era
alguien que podía orquestar todos estos elementos -más los invitados presentes-
y convertirlos en un acontecimiento artístico contenidamente apasionante y temáticamente
coherente. En su cénit artístico, el objetivo fundamental de la ceremonia del
té era comprender el universo wabi-sabi en su totalidad.
Post-Rikyu.
Desde la muerte de Rikyu, una de las mayores preocupaciones de las facciones
del té organizadas ha sido establecer su legitimidad basándose en los presuntos
vínculos directos existentes entre ellos y las verdaderas enseñanzas de Rikyu
(de la misma manera que los religiosos fundamentalistas reivindican sus
interpretaciones de las intenciones de Cristo o de Mahoma como las únicas
correctas). En este proceso, la opinión personal y la imaginación se han
prácticamente eliminado de la ceremonia del té. Incluso los más minúsculos
gestos de la mano durante el ritual están rígidamente, establecidos, habiendo
llegado supuestamente intactos desde los tiempos de Rikyu (el razonamiento
sería que Rikyu ya había llegado a la manera más racional de utilizar cada
utensilio con el mínimo gasto de energía y movimiento superfluo).
Unos
cien años después de la muerte de Rikyu, el “arte” del té se reconvirtió en el
“camino” del té (chado), aparentemente una forma de aprendizaje religioso y
espiritual. En el curso de esta transformación, el wabi-sabi, la esencia del té
“espiritual”, se redujo, simplificó y empaquetó en un conjunto definitivo de
normas y dichos. El wabi-sabi iba camino de convertirse en su opuesto:
llamativo, pulido y suntuoso.
También
se puede decir que si no hubiera sido por las escuelas del té, el wabi- sabi -o
lo que queda de él- se hubiera desvanecido incluso más rápidamente de lo que lo
ha hecho ante la frenética modernización al estilo occidental del Japón.
Asimismo, aún la práctica reglamentada del té tiene valor como ejercicio de
meditación. La repetición sin pensar de formas mecánicas permite a uno mismo
concentrarse simplemente en "ser" sin la distracción de tener que
tomar ninguna decisión, ya sea artística o de otro tipo.
Lo
cual significa que hay que prestar la máxima atención a cada acción en el
momento en que ésta ocurre: estar aquí ahora.
Los Valores Espirituales del
Wabi-Sabi
Cuáles
son las lecciones del universo?
La
verdad proviene de la observación de la naturaleza.
Tres
de las lecciones más obvias se destilaron después de milenios de contacto con
la naturaleza (y estimuladas con el pensamiento taoísta) y fueron incorporadas
a la sabiduría del wabi-sabi.
Todas
las cosas son mudables. La tendencia hacia la nada es implacable y universal.
Incluso
cosas que tienen todas las características de la sustancia -cosas que son
duras, inertes, sólidas- no ofrecen más que una ilusión de permanencia.
Podemos
cerrar los ojos, utilizar argucias para olvidar, ignorar o fingir, pero finalmente todo acaba en la
nada. Todo se gasta. Los planetas y las estrellas, e incluso las cosas
intangibles como la reputación, la herencia familiar, la memoria histórica, los
teoremas científicos, las pruebas matemáticas, las bellas artes y la literatura
(incluso en su forma digital): a la larga, todos se desvanecen en el olvido y
la no existencia.
Todas
las cosas son imperfectas. Nada de lo que existe está libre de imperfecciones.
Cuando miramos realmente de cerca las cosas vemos sus defectos. El afilado filo
de una cuchilla, cuando se amplia, revela agujeros microscópicos, astillas y
desconchados.
Cada
artesano conoce los límites de la perfección: las imperfecciones saltan a la
vista. Y cuando las cosas empiezan a estropearse y se acercan a su estado
primordial, se vuelven incluso menos perfectas, más irregulares.
Todas
las cosas son incompletas. Todas las cosas, incluso el universo mismo, están en
un estado constante, perpetuo de transformación o de disolución. A menudo
señalamos arbitrariamente momentos, puntos a lo largo del camino, como
“acabados” y “completos”. , ¿Pero cuándo llega finalmente a completarse el
destino de algo? ¿Está la planta completa cuando florece? ¿Cuando se convierte
en semilla? ¿Cuando la semilla germina? ¿Cuando todo se convierte en abono? La
noción de conclusión no tiene cabida en el wabi-sabi.
La
“grandeza” existe en los detalles desconocidos y desapercibidos. El wabi-sabi
representa exactamente lo opuesto a los ideales occidentales de gran belleza
como algo monumental, espectacular y duradero. El wabi- sabi no se encuentra en
momentos de eclosión y exhuberancia de la naturaleza, sino en momentos de
asentamiento y principio. El wabi-sabi no trata de flores maravillosas, árboles
majestuosos, o escarpados paisajes. El wabi-sabi es lo intrascendente y lo
oculto, lo provisional y lo efímero: cosas tan sutiles y evanescentes que
resultan invisibles para la mirada ordinaria.
Al
igual que la medicina homeopática, la esencia del wabi-sabi se distribuye en
pequeñas dosis. Al disminuir la dosis, el efecto resulta más potente, más
profundo. Cuanto más cerca están las cosas de la no existencia, más exquisitas
y evocadoras resultan. Por consiguiente, para experimentar el wabi-sabi hay que
aflojar el paso, ser paciente, y mirar muy de cerca.
Puede
hallarse belleza en la fealdad.
El
wabi-sabi es ambivalente acerca de separar la belleza de la no-belleza o la
fealdad. La belleza del wabi-sabi es, en cierto sentido, el hecho de aceptar lo
que se considera feo. El wabi-sabi sugiere que la belleza es un acontecimiento
dinámico que se produce entre uno mismo y algo más. La belleza puede aparecer
espontáneamente en cualquier momento en que se den las circunstancias, el
contexto o el punto de vista apropiados. La belleza es pues un estado de
alteración de la conciencia, un momento extraordinario de poesía y gracia.
El Estado Mental Wabi-Sabi
¿Cómo
nos sentimos con lo que sabemos?
Aceptar
lo inevitable. El wabi-sabi es una apreciación estética de la evanescencia de la
vida. El árbol exuberante del verano es ahora solamente ramas desnudas bajo un
cielo inverna!. Todo lo que queda de una espléndida mansión son los cimientos
desmoronados cubiertos de musgo y malas hierbas. Las imágenes wabi-sabi nos
obligan a contemplar nuestra propia mortalidad, y evocan una soledad
existencial y una delicada tristeza. También provocan un alivio agridulce, ya
que sabemos que toda existencia comparte el mismo destino.
El
estado mental wabi-sabi se comunica a menudo a través de la poesía, ya que la
poesía se presta a la expresión emocional y a las imágenes, enérgicas y
reverberantes que parecen “mayores” que el pequeño marco verbal que las
sustenta (evocando así un universo más amplio). Rikyu utilizó este poema tan
repetido de Fujiwara no Teika para describir el estado de ánimo wabi-sabi:
“Alrededor;
ninguna planta en flor
Ningún
destello en las hojas del arce,
Únicamente
una solitaria choza de pescador
En
la orilla a media luz
De
este principio de otoño”.
Algunos
sonidos corrientes sugieren el sentimiento triste-bello del wabi-sabi. Los
lúgubres graznidos y chillidos de las gaviotas y los cuervos. El desesperado
ulular de las sirenas en la niebla. Los lamentos de las ambulancias haciendo
eco a través de los cañones que forman los edificios de una gran ciudad.
Percibir
el orden cósmico.
El
wabi-sabi sugiere los reinos más sutiles y toda la mecánica y dinámica de la
existencia, mucho más allá de lo que nuestros sentidos corrientes pueden
percibir. Estas fuerzas primordiales son evocadas en todo lo wabi-sabi del
mismo modo que los mandalas hindús o las catedrales medievales europeas fueron
construidas para transmitir emocionalmente sus respectivos esquemas cósmicos.
Los materiales de los que están hechas las cosas wabi-sabi sacan a la luz estos
sentimientos trascendentales. El modo en que el papel de arroz transmite la luz
con un brillo difuso. La forma en que la arcilla se agrieta al secarse. La
metamorfosis del color y la textura del metal cuando se deslustra y oxida. Todo
esto representa las fuerzas físicas y las profundas estructuras que son la base
de nuestro mundo de cada día.
Los Preceptos Morales del Wabi-Sabi
Sabiendo
lo que sabemos, ¿cómo deberíamos actuar?
Desprenderse
de todo lo innecesario. El wabi- sabi implica pisar levemente el planeta y
saber valorar lo que se encuentra, aunque sea una pequeñez, en el momento en
que se encuentra, “Pobreza material, riqueza espiritual” es el lema wabi-sabi.
En otras palabras, el wabi-sabi nos enseña cómo acabar con nuestras
preocupaciones por el éxito (riqueza, estatus, poder y lujo) y disfrutar de una
vida sin trabas.
Obviamente,
llevar una vida simple wabi- sabi requiere algunos esfuerzos y también algunas
decisiones difíciles. El wabi-sabi reconoce que es tan importante saber cuándo
elegir, como saber cuándo "no” elegir: dejar que las cosas ocurran,
incluso en el nivel más austero de existencia material, seguimos viviendo en un
mundo de cosas. El wabi-sabi versa precisamente sobre el delicado equilibrio
entre el placer que nos proporcionan las cosas y el placer que conseguimos al
liberarnos de ellas.
Las Cualidades Materiales del
Wabi-Sabi
¿Qué
objetos/motivos/yuxtaposiciones expresan nuestra comprensión del universo, o
crean esta comprensión en otros?
Sugieren
el proceso natural. Las cosas wabi- sabi son expresiones de tiempo congelado.
Están hechas de materiales que son visiblemente vulnerables a ios efectos del
tiempo y del trato humano. Registran el sol, el viento, la lluvia, el calor y
el frío en un lenguaje de decoloración, óxido, deslustre, manchas, torsión,
contracción, marchitamiento y grietas. Sus mellas, muescas, rozaduras,
arañazos, abolladuras, desconchados y otras formas de desgaste son testimonio
de su uso y abuso. Aunque las cosas wabi-sabi puedan estar a punto de
desmaterializarse (o materializarse) -son extremadamente sutiles, frágiles o
desecadas-, todavía conservan un carácter fuerte y un equilibrio sin merma.
Irregulares.
Las cosas wabi-sabi son indiferentes al buen gusto convencional. Como que ya
sabemos cuáles son las soluciones “correctas" del diseño, el wabi-sabi nos
ofrece solícitamente las soluciones “equivocadas”. Como resultados las cosas
wabi-sabi a menudo parecen raras, deformes, poco manejables, o lo que mucha
gente consideraría feas, Las cosas wabi-sabi pueden manifestar los efectos de
un accidente, como un cuenco roto pegado de nuevo.
Las
cosas wabi-sabi son generalmente pequeñas y compactas, discretas y orientadas
hacia dentro. Indican: acércate, toca, relaciónate. Inspiran una reducción de
la distancia física entre una cosa y otra; entre las cosas y ia gente.
Sin
pretensiones. Las cosas wabi-sabi tienen un aspecto inevitable y sin
afectación. No proclaman “soy importante’’ ni requieren ser el centro de
atención. Son modestas y sin pretensiones, pero no carecen de presencia o
discreta autoridad. Las cosas wabi-sabi coexisten fácilmente con el resto de su
entorno.
Las
cosas wabi-sabi se aprecian sólo mediante el uso y el contacto directo…
Las
cosas wabi-sabi pueden parecer toscas y sin refinar. Generalmente se hacen con
materiales que poco antes se encontraban en su estado original, dentro o sobre
la tierra, y son ricas en texturas rugosas y sensaciones táctiles ásperas. Su
cualidad artesana puede ser imposible de percibir.
Turbias.
Las cosas wabi-sabi tienen una cualidad vaga, desdibujada o atenuada -tal como
les pasa a las cosas cuando se acercan a la nada (o provienen de ella). Lo que
habían sido aristas cortantes se transforman en superficies suavemente romas.
Lo que había tenido una materialidad substancial parece casi como esponjoso. Lo
que habían sido colores intensamente brillantes se diluyen en tonos terrosos o
en los matices difuminados del alba y el crepúsculo. El wabi-sabi se presenta
en un espectro infinito de grises; marrón, gris azulado, negro grisáceo, rojizo-
plateado, índigo amarillo-verdoso... Y marrones: azul negroso con un matiz
marrón oscuro, verdes apagados... Y negros: negro rojizo, negro azulado, negro
marronoso, negro verdoso...
Menos
a menudo, las cosas wabi-sabi pueden también aparecer en colores claros, casi
pastel, asociados a un reciente surgimiento desde la nada. Como los no-blancos
del algodón sin blanquear, el cáñamo o el papel reciclado. La raya plateada de
los brotes y los árboles jóvenes. Los verdes- marronosos de las yemas
tumescentes.
Simples.
La simplicidad está en la esencia de las cosas wabi-sabi. La nada, obviamente,
es la simplicidad máxima. Pero antes y después de la nada, la simplicidad no es
tan simple.
Parafraseando a Rikyu, la esencia del wabi- sabi, tal como se
expresa en el ritual del té, es la simplicidad en si misma: ir a por agua,
recoger ramas, hervir el agua, preparar el té, y servirlo a los demás. Los
detalles adicionales, sugiere Rikyu, quedan a la invención de cada cual.
¿Pero
cómo ejercitar la contención que la simplicidad requiere sin pasar a una
austeridad ostentosa? ¿Cómo fijarse en todos ios detalles necesarios sin ser
excesivamente rebuscado? ¿Como lograr la simplicidad sin inducir al
aburrimiento?
La
simplicidad del wabi-sabi, probablemente, queda mejor definida como el estado
de gracia al que llega una inteligencia sobria, modesta y sinceramente
sensible. La estrategia principal de esta inteligencia es la economía de
medios. Ir reduciendo hasta la esencia, pero sin quitarle la poesía. Mantener
las cosas limpias y sin estorbos, pero sin esterilizar. (Las cosas wabi-sabi
son emocionalmente cálidas, nunca frías.) Generalmente esto implica una paleta
de materiales limitada. También significa mantener los rasgos llamativos al
mínimo.
Pero
no significa eliminar el velo invisible que de alguna manera une los elementos
en un todo con sentido. Tampoco significa de ningún modo disminuir el “interés”
de algo, la cualidad que nos fuerza a mirar este algo una y otra vez.
Continuemos con la obra de nuestro amigo, según nos la cuenta el mismo, en su blog https://elzendelascosas.wordpress.com/:
Continuemos con la obra de nuestro amigo, según nos la cuenta el mismo, en su blog https://elzendelascosas.wordpress.com/:
Los peces abundan en los templos zen. No me
refiero sólo a los koi en los estanques del jardín, también dentro compartiendo
la vida con los monjes.
El mokugyo, ese instrumento de madera
que marca el ritmo de algunos sutras, es un pez. Un poco evolucionado, es
cierto, pero un pez al fin y al cabo, con sus escamas y otras formas talladas
en espiral que recuerdan a las ondas del agua.
Hay otro pez de madera, menos común, que
vive suspendido del techo en el comedor o cerca de la cocina de los templos:
el hô, que se golpea con un mazo de mango
largo para llamar a la hora de las comidas. Elhô tiene el aspecto del pez dragón y
sostiene una bola en la boca. El pez dragón es una figura mitológica cuya
historia hallamos en la leyenda koi-no-takinobori que explica cómo en
algún lugar bajo las aguas del Río Amarillo (otras versiones la sitúan en el
fondo del océano) hay una puerta mágica que transforma en dragones a todos los
peces que la atraviesan. Esta es una alegoría sobre las personas que deciden
seguir la vía de Buda y, como la carpa koi, remontan el río (la vía) y se
aventuran sin miedo hacia la fuente.
El pez gusta a los practicantes de zen por
su fluidez y por su determinación y porque, al no tener párpados y no cerrar
nunca los ojos, les anima a mantenerse despiertos durante los largos periodos
de zazen.
En el templo de la Gendronniére, a la
puerta del dojo pequeño, hay un hô colgado al que fotografié de manera
despreocupada. Con el tiempo, esas fotos me servirían.
Me he dedicado muchos años a la jardinería,
que es un oficio muy bonito. Un día normal de trabajo pasé por un contenedor de
basura que había junto a un club deportivo. Parece que el trampolín de madera
de la piscina estaba un poco deslucido y decidieron cambiarlo por uno de fibra
de vidrio. Partieron el viejo trampolín en tres trozos y lo desecharon. Cuando
lo vi, lo cargué en la furgoneta sin dudarlo. Tres magníficos trozos de madera
tropical de unos 7cm de grueso y un total de 3 metros de largo. Una buena
cantidad de material útil y valioso.
Con parte de aquel trampolín y guiado por
las fotos que tomé en la Gendronniére empecé a trabajar en una réplica
del hô; fascinado por esos peces míticos de los
que habla la leyenda, que viven bajo las umbrías vigas de los templos de Japón.
Después de muchas horas, de dejar el
trabajo y retomarlo, terminé el pez-hô-trampolín.
Pero dio para más el reciclaje. Las maderas
que suenan para llamar a zazen en el templo de Seikyuji en Sevilla y en el dojo
Shô Mon Kai de Mataró, también formaron parte de aquel viejo trampolín
suspendido sobre la piscina de un club deportivo.
¡QUÉ NOCHE DE LUNA!, diciembre 15, 2013
El poeta de haikus, observador atento de
los sucesos más leves, capaz de conmoverse y nutrirse con la cotidianidad, se
detiene desconcertado ante la gran muerte.
Sobre la reencarnación no se pronuncia,
sólo encoge los hombros.
Toda una vida dedicada a deshacer el
encantamiento que nos hace creer algo consistente y definitivo. Toda la vida
puliendo, diluyendo, transparentando ese yo que carga el poeta, denso y pesado,
sobre las espaldas. Ese yo que insiste en separarlo, aislarlo de las demás
cosas del mundo.
Su único quehacer es llegar a ser nadie,
esperar nada.
Dado este afán de anonimato es asombrosa la
costumbre de escribir un “poema de muerte”, común entre los hacedores de
haikus.
"Detenerse ante el umbral y dar una última apreciación, un último vuelo, después morir".
.
Hasta ahora
no he dicho más que tonterías…
¡Qué noche de luna!
Tokugen
Basé esta pieza en el haiku póstumo de Tokugen. Caligrafiado por mi amigo Lluís Batallé una mañana brillante y soleada de otoño en su estudio justo enfrente del mar.
Se trata de un panel redondo de 98cm de
diámetro y con un grueso de 3cm. Con la luna como principal motivo, que se
repite hasta tres veces. La luna encima del mar, la luna en kanji dentro del
haiku escrito y la misma forma de la pieza sugiriendo la luna…
RATONES TRABAJANDO, enero 28, 2014
Issa escribió un haiku que hablaba de
ratones, también hablaba de luciérnagas. Sobre este tema, mi amigo, Michel
Sama, pintó un cuadro. Me contaba que estos dos pequeños
animales para Issa representaban dos aspectos contrapuestos de la mente.
La luciérnaga, la mente clara, iluminada;
el ratón, la mente ocupada, obcecada, insistente, entrometida.
Dice así:
“En mi casa
ratones y luciérnagas
se llevan bien”
La manera en que el autor acoge los dos
animalitos y convive con ellos en armonía es ejemplar.
En una tabla de madera de pino desechada he
colocado estos dos pequeños vecinos haciendo sus tareas de roedor y les he
responsabilizado del contorno carcomido. El rótulo reza en kanji: “Ratones
trabajando”
CALADO HASTA EL TUÉTANO, marzo 8, 2014
Este trabajo se basa en un haiku de mi
querido Taneda Santôka, quizá el último de los mojes errantes de Japón y poeta
maldito, muerto en 1940.
Es un haiku que trata de lluvia y
desamparo. Aquí vuelvo una vez más a estudiar el agua, su movimiento y llevarlo
a la madera.
“Calado hasta el tuétano
ya me puedo quitar
Sé lo que es estar largo tiempo bajo la
lluvia. Trabajé durante años de jardinero. Conozco la sensación de estar
mojado, de tener frío y estar malhumorado. Veo fácilmente a Santôka caminando
por un camino embarrado, tiritando, sin saber cuándo dispondrá de un refugio.
Lo percibo dejando de andar y constatando que ya no puede estar más mojado.
Cuando la lluvia llega a la ropa interior siente algo desesperanzador. Se quita
el sombrero de bambú y con la cabeza gacha compone el poema, mientras ve con
sus ojos miopes cómo caen las gotas en un charco.
MI CUENCO DE MENDIGAR, abril 23, 2014
La mendicidad ha sido para los monjes y
desde los principios del Budismo, una manera de conseguir sustento. En Japón
esta práctica se llama takuhatsu. El monje anda por los caminos y calles con su
cuenco, donde las gentes colocan algo de comida o dinero a cambio de la
recitación de algún sutra. Actualmente es una práctica meramente ritual, pero
hubo un tiempo donde la manutención de comunidades enteras dependía del
takuhatsu.
Mi cuenco de mendigar
ha aceptado
las hojas que le han caído.
Este haiku del monje-poeta Santôka refleja
el final de una jornada en que la suerte lo ha llevado por lugares estériles,
aldeas azotadas por las malas cosechas y hogares pobres que no han podido
desprenderse ni siquiera de un puñado de arroz.
El resultado es un cuenco vacío donde por casualidad caen un par de hojas secas.
El resultado es un cuenco vacío donde por casualidad caen un par de hojas secas.
Caligrafía por Mio Takada.
PROCESOS, mayo 21, 2014
A veces, cuando creo, tengo la sensación de
estar sacando algo que ha caído en un pozo profundo y, a tientas, intento coger
con las puntas de los dedos ese algo resbaladizo e incierto y sacarlo a la luz.
Ese proceso se da en el pequeño espacio del
taller donde se suceden las horas y se materializa la emoción de un instante.
Un mínimo lapso de lucidez que mediante el
obrar se vuelve un objeto tangible.
LA PLUMA, mayo 1, 2014
Esta pieza surgió de manera inapelable. Se
presentó con gran rotundidad, casi con clarividencia. No fueron necesarios
grandes dibujos previos, sólo un esbozo ligero.
Emergió de la madera casi por necesidad,
con grandes ganas de existir.
Pocos días antes estuve admirando una obra
de Shibata Zeshin y me maravilló.
Siguiendo esta estela apareció la pluma.
Símbolo de levedad y de felicidad, de las
intuiciones y la imaginación, de las alturas creativas y las visiones
espirituales, de la capacidad de la psique para recoger corrientes invisibles e
inapreciables.
La pluma llegó sola.
Más tarde tracé el enzo, ese anillo fruto
del instante y de la respiración.
Complementando la pluma detallada y
elaborada, liberándola de su tensión, de su trascendencia, situándola en el
tiempo presente.
EL ABANICO, octubre 22, 2014
Encontré por casualidad, en el prólogo de
un libro, una fábula que explica de manera sencilla el sentido de la práctica
de la meditación. Nada de conceptos complicados ni de palabras en sánscrito. Un
cuento para niños, eso es lo que me funciona a mí para entender las cosas.
Quedé tan entusiasmado que decidí hacer una
pieza de homenaje a esta pequeña historia. Así surgió el abanico, un trabajo
especialmente exigente a nivel técnico pero realizado con mucha pasión. He
contado una vez más con la colaboración de Mio Takada que ha caligrafiado la
fábula en la parte superior del panel. El resultado es una obra de gran
delicadeza y sensibilidad.
Un caluroso día de verano, Baso se
abanicaba tranquilamente a la sombra de un árbol. Llegó un discípulo y le
preguntó: “Maestro, si la naturaleza del aire está por todas partes, ¿por qué
utiliza usted un abanico?” Baso le respondió: “Tú sabes que el aire está por
todas partes, pero pareces ignorar que si no fuera por el abanico, el aire no
podría manifestarse aquí y ahora” Después de lo cual continuó abanicándose
tranquilamente.
MENTE CASI EN CALMA, diciembre 1, 2014
Mente casi en calma es una pieza que narra una imperfección.
Cuando vino Mio al taller para caligrafiar
la obra, le dije: – Tiene que poner “mente casi en calma”. Entonces ella me
preguntó algo que me dejó desconcertado: – ¿La calma existe y luego viene algo
y la perturba o hay una tensión que poco a poco tiende a calmarse?.
Otro concepto que hubo que ajustar fue el
de “mente”, esta mente no se refiere a una mente contable y matemática, se
parece más a espíritu o corazón. Decidimos usar el término japonés “kokoro”,
más adecuado. Por lo tanto, la caligrafía que tenía que ser “Mente casi en
calma” acabó siendo “El espíritu está en calma y entonces…”
La impresión después de finalizada la pieza,
colgada en la pared y fotografiada es que es una de aquellas obras que de vez
en cuando “ocurren”. Lograr el pleno sentido con lo mínimo.
Alcanzar la plenitud gracias al vacío. Y un sentimiento de alivio, una distensión… el fin de lo que era perfecto nos permite relajarnos y acercarnos con familiaridad. Reconocer en nosotros lo imperfecto sugiere ternura y buen humor.
Alcanzar la plenitud gracias al vacío. Y un sentimiento de alivio, una distensión… el fin de lo que era perfecto nos permite relajarnos y acercarnos con familiaridad. Reconocer en nosotros lo imperfecto sugiere ternura y buen humor.
ESCOBA, abril 24, 2015
Ya está acabada la escoba. Una escoba a
tamaño natural, que recuerda el trabajo humilde de la vida diaria. Cuando era
un adolescente y trabajaba de aprendiz en la carpintería, el viejo jefe me
decía: “Cuando no sepas qué hacer, barre.” Montones y montones de serrín y virutas
al pie de las máquinas, movidos a base de escoba y recogedor. La escoba es una
de las herramientas más importantes del taller. Aún hoy cuando, durante la
jornada, me quedo en blanco o necesito poner mis ideas en orden, me pongo a
barrer.
Leo en un libro lo siguiente: El Budismo
Zen considera que la escoba es uno de los emblemas del sabio, y representa el
contacto con el mundo que acompaña necesariamente a la pureza de pensamiento.
La escoba sugiere simplicidad mediante la eliminación de lo innecesario, el
barrido de las ilusiones, anhelos y apegos que embotan la conciencia y hace
alusión al vacío en el que pueden emerger de manera espontánea, posibilidades
no previstas de Iluminación.
Recuerdo la historia de un monje que se
iluminó al barrer una piedra que salió disparada e impactó contra un bambú. El
sonido que produjo abrió la cabezota de aquel monje a la comprensión plena.
He de confesar que simpatizo con la escoba
usada como vehículo de locomoción, que ha llevado desde hace siglos por los
aires de la noche a brujas y hechiceras hacia encuentros mágicos y misteriosos,
aunque me parece que este tema es demasiado amplio para tratarlo aquí.
El haiku caligrafiado por Mio Takada es de
Hawai Sora, que vivió entre 1649 y 1710. Lejos del sentimiento heroico, dice
así:
El monje enfermo
barre el jardín
Cerezos en flor
DRAGÓN, mayo 3, 2015
La pieza que presento en esta entrada está
fuera de la línea que habitualmente sigue El zen de las cosas. Obedece al deseo
de exploración de técnicas nuevas para mí. Inspirado en los biombos japoneses,
en las artes decorativas del Modernismo o el Art Decó e intentando comprender
las técnicas que usaba mi admirado Klimt, llegamos al dorado.
Éste no quiere ser un dorado suntuoso y no
es lujo lo que quiere transmitir. El oro tiene aquí la función de aliado de la
luz. Ya hablé de ello en una antigua entrada del
blog. Allí contaba algo del contenido del imprescindible libro de Junichirô
Tanizaki, El elogio de la sombra. Decía lo siguiente:
“Diríjanse ahora a la estancia más
apartada, al fondo de alguna de esas dilatadas construcciones; los tabiques
móviles y los biombos dorados, colocados en una oscuridad que ninguna luz
exterior consigue traspasar nunca, captan la más extrema claridad del lejano
jardín, del que le separan no sé cuántas salas: ¿No han percibido nunca sus
reflejos, tan irreales como un sueño? Dichos reflejos, parecidos a una línea
del horizonte crepuscular difunden en la penumbra ambiental una pálida luz
dorada, y dudo que en ningún otro sitio pueda el oro tener una belleza más
sobrecogedora.
Algunas veces, al pasar por delante, me he
vuelto para mirarlos de nuevo una y otra vez; pues bien, a medida que la visión
perpendicular va dando paso a la visión lateral, la superficie del papel dorado
se pone a emitir una suave y misteriosa irradiación. No es un centelleo rápido,
sino más bien una luz intermitente y nítida, algo así como la de un gigante
cuya faz cambiara de color. A veces, el polvo de oro que hasta entonces sólo
tenía un reflejo atenuado, como adormecido, justo cuando pasas a su lado se
ilumina súbitamente con una llamarada y te preguntas, atónito, cómo se ha
podido condensar tanta luz en un lugar tan oscuro”
Poco más cabe decir. Es la búsqueda de
aquel resplandor fantástico lo que me ha llevado a una pieza como esta y
pensando en un motivo que le hiciese justicia me decidí por el dragón.
Durante la dinastía Sung vivió en China un
pintor llamado Chen Rong. Rong pintó los Nueve Dragones, considerada la mejor
pintura de dragones de todos los tiempos. En esta obra pretendía mostrar la
naturaleza acuática en el Tao. Chen Rong extendió un rollo de papel de quince
metros y pintó escupiendo agua, mojando su gorra en tinta y embadurnándola a lo
largo del rollo para formar remolineantes nubes de lluvia. Sobre este fondo
nebuloso dibujó a sus dragones con las “nueve semejanzas” establecidas por los
cánones de la caligrafía china: un par de cuernos de venado, una cabeza de
camello, el cuello de una serpiente, el vientre de una almeja, las escamas de
una carpa, patas de tigre, orejas de vaca y garras de águila extendidas que
buscan alcanzar una esquiva luna-perla, que cautiva los resplandecientes ojos
de los dragones.
De todas las semejanzas, me he decidido por
representar sólo una, es así como surge este panel con escamas y oro. En la
ventana inferior derecha la caligrafía dice “Tatsu”, dragón en japonés, por Mio
Takada.
Esta incursión en terreno no conocido, da un resultado sorprendente y de momento la consideraré como pieza apócrifa. No la incluiré en la página de Zen of Things y no está previsto que se exponga. De momento descansa sobre la chimenea de casa.
PASEO BAJO LOS PINOS (UNA NOCHE DE VIENTO Y
LUNA LLENA), junio 24, 2015
Imaginé, o quizás viví, una noche clara,
límpida, perfecta. Una noche sin pensamientos, ligera, situada entre el ayer y
el mañana. Un paseo bajo los pinos, con el ruido de los pasos amortiguado por
la pinaza e inmerso en una brisa liviana y fresca, salobre. Una noche regida
por la luna que baña con luz espectral un paisaje irreal.
Exento de preocupaciones, libre de
responsabilidades; todo se ha conseguido y no queda nada por lo que luchar.
Sólo observar cómo caen las agujas de los pinos, fuera del tiempo, en un
momento perfecto.
HOJAS EN UN RINCÓN, julio 13, 2015
La corriente aparta un puñado de hojas a un
rincón, del mismo modo que muchas personas se ven arrinconadas por las
circunstancias de la realidad. Un revés, una mala decisión o una enfermedad
pueden llevar a alguien a la ruina. Nacer en el lugar equivocado o en una
condición poco propicia, lleva a una vida con demasiado sufrimiento. Lo he
visto muchas veces. Lo que digo es una obviedad. Todo el mundo lo sabe. Pero
qué fácil es olvidarlo cuando todo va bien. Cuando el barco navega en un día
luminoso nadie se acuerda del naufragio.
Es fácil ignorar los restos, los que están al margen, las hojas arrinconadas.
Es fácil ignorar los restos, los que están al margen, las hojas arrinconadas.
Todo cambia. Noviembre 2015
Empecé este trabajo con el afán de emular a
los grandes artistas barrocos e incluir en mi producción un “Vánitas” o
“Memento mori”. Este recuerdo de la muerte es un fantástico antídoto contra la
soberbia y la prepotencia y ayuda a dotar de plenitud los sencillos momentos de
la vida.
Parece ser que había un general romano que
solía tener cerca un esclavo cuyo único cometido era recordarle este hecho
ineludible. Se acercaba discretamente por detrás y le decía: ¡Mira tras de ti!
Recuerda que eres un hombre, recuerda que vas a morir… Esto le servía al
general para constatar lo perecedero de su cargo y alejarle de los delirios de
grandeza.
Junto con los esbozos preliminares para
esta pieza, también me ayudé de fotografías, de un libro de anatomía y de un
modelo de un cráneo a tamaño real. Pese a toda esta ayuda, acabé palpándome mi
propia cabeza. Pasando los dedos con fuerza por los pómulos, presionando
alrededor de los ojos para delimitar con precisión las cuencas, apretando la
nuca y el lugar donde se junta con el cuello.
Ese proceso me ha sido muy útil para tomar conciencia de lo poco en que se diferencian esta cabeza habitada y un cráneo polvoriento.
Ese proceso me ha sido muy útil para tomar conciencia de lo poco en que se diferencian esta cabeza habitada y un cráneo polvoriento.
ESTUDIO DEL AGUA – HOMENAJE A MA YUAN,
diciembre 9, 2015
En la antigua China de los Sung vivió un
pintor excepcional llamado Ma Yuan. Y, como hacen los artistas de verdad, trató
de comprender en profundidad aquello que pintaba. Entre todas las obras que
dejó se encuentra una serie de doce láminas, sus conocidos “Estudios del agua”.
En esos esbozos Ma Yuan dibujó de manera precisa y delicada, con trazos finos y
muy calculados, los movimientos que observó en el agua, en los mismos lugares,
bajos diferentes circunstancias.
La claridad y simplicidad de su método y su
resultado extraordinariamente poético y vivamente descriptivo, me dejaron
profundamente cautivado.
Silencio Enero 2016-10-30
El silencio actúa en el sonido como
el vacío en el espacio. El silencio no es algo que exista, es algo que está
ausente y sólo se manifiesta con la falta de sonido.
Inexistente pero indispensable.
El silencio total no existe. En una ocasión
estuve unos minutos dentro de una pequeña cueva, dentro de la tierra, un
profundo agujero sin eco. El silencio era total y la oscuridad absoluta, no
importaba tener los ojos abiertos o cerrados, no se escuchaba nada excepto el
pulso de la sangre dentro de las venas.
El silencio de la nieve me impresiona
especialmente… Tan frío y puro…
En el silencio de la meditación, en una
ocasión escuché la carcoma roer la madera y en otra ocasión escuché los ratones
correr por el interior de la pared.
AL CIERRE, enero 19, 2016
La simple contemplación de una obra de arte
debería servir para disfrutarla (o aborrecerla) pero nuestra educación
racional, alejada de la intuición y basada en el intelecto, a menudo necesita
más pautas y claves para así poder “entender” el trabajo del artista.
Así pues, al cierre de la exposición en la
Casa del Tíbet, la conferenciante Veronique Michel y Karine Heckmann de
3PGallery me pidieron una charla explicativa sobre mi obra para un grupo de
interesadas.
Desparramé durante una hora un montón de
conceptos que podrían estar en el fondo de mi trabajo. Describí íntimos
procesos creativos nunca antes contados y así me quedé como si hubiese
esparcido mi ropa por el suelo, desnudo, con la boca seca, y con la sensación
de que lo verdaderamente importante no se puede explicar.
LIBÉLULAS, febrero 12, 2016
La libélula es un bellísimo animal
veraniego, pero por arte de magia, se me ha presentado durante este invierno.
Dos encargos consecutivos, de dos personas sin vinculación entre sí que me
pedían libélulas.
Podría atribuirlo a la casualidad, que es
lo que se dice cuando no se quiere profundizar en algo. Encoger los hombros y
decir: casualidad, banalizar la cuestión y seguir cómodamente narcotizados por
la ignorancia. En cambio, yo tiendo a escrutar la sinrazón y me resisto a
obviar el misterio y las causas ocultas. Mi parte intuitiva se impone y alberga
la esperanza de un motivo secreto, de una sincronía olvidada y unas normas
antiguas que rigen lo que no se puede explicar.
Creo que hay corrientes que fluyen en la
oscuridad, que no percibimos, pero que actúan de manera firme. Me reconforta
pensar en una conciencia común que une todas las cosas y las conecta.
Prefiero sentir a esas pequeñas libélulas
como un tótem determinado a nutrirme durante el invierno y así poder sentirme
profundamente agradecido.
ESTUDIO DE GAUDÍ 1 y 2, febrero 21, 2016.
En la ciudad de Barcelona hay una calle
llamada Passeig de Gràcia. En el número 43 de esa calle hay un edificio
peculiar llamado Casa Batlló. Si nos situamos en el salón principal de dicha
casa y miramos hacia arriba veremos que el techo de la habitación tiene la
forma de una espiral de varios brazos, como una galaxia. Esa forma y toda la
construcción es obra del gran maestro Gaudí.
De Gaudí se dijo en su época que estaba
loco, pero eso no era cierto. Lo que pasaba es que era un visionario,
clarividente, ultraconectado e hiperconcentrado, que dedicó toda su vida a
comprender en profundidad los mecanismos que rigen la naturaleza y el cosmos
para más tarde aplicarlos a su obra. Un místico que buscaba a Dios en todas las
cosas de la creación.
Además dio con una época en que los
industriales y burgueses eran hombres arrojados y valientes, orgullosos y
románticos, que no tenían miedo de poner sus fortunas a disposición de la
creación y la fantasía, y demandar edificar construcciones cada vez más audaces
e inverosímiles, para ponerles su nombre y así pasar a la Historia.
Dicho esto y después de declarar mi amor
por el maestro Gaudí, haré caso del viejo consejo de Bashô que dijo: “No
busques el camino de los antiguos, busca lo que ellos buscaban”
Y eso haré yo, dedicarme, pasmado, a
comprender en profundidad los mecanismos que rigen la naturaleza y el cosmos y
aplicarlos a mi obra.
Siguiendo con el estudio del genio Gaudí me
fijé en el tejado de la casa Batlló, donde proyectó una superficie ondulante
llena de escamas. Hizó visible el sistema que los humanos llevan usando desde
la antigüedad para construir cubiertas, como una simple imitación de la
naturaleza. De paso, encaramó a las alturas a un animal enorme y colorido,
quizá un dragón… dejando un motivo para la poesía y la imaginación.
No es la primera vez que tallo escamas, un
motivo que me gusta. Todas iguales, una al lado de la otra, pero en realidad
todas únicas y diferentes.
PRESENCIA, mayo 12, 2016
Lleno hasta el borde de vacío, permanece
quieto, inmóvil, este bodegón austero. Un cuenco, concentrando toda su
presencia, atrapando la luz que le rodea… toma conciencia de sí mismo, de su
peso, de su masa. Ejerce una atracción gravitatoria. Mínimo pero presente.
No siempre estuvo en silencio este cuenco.
Surgió entre golpes, astillas, cortes, desgarros y abrasión, hasta llegar a un
equilibrio. Existe gracias a una firme voluntad de ser.
HAGAKURE, octubre 14, 2016
Hagakure significa “Oculto bajo las hojas”
en japonés. También es un tratado de caballería para samurais escrito en la
Edad Media. Habla de cómo sacrificarte por tu Señor y de cómo morir con honor y
de toda esa mierda que sumió a Japón en siglos de guerra y sufrimiento. También
habla de cómo vivir en el aquí y el ahora. El caso es que, en su momento,
fueron unas escrituras sólo aptas para iniciados, un código secreto para uso
exclusivo del clan Nabeshima. De ahí su enigmático nombre.
“Oculto bajo las hojas” me parece una buena
forma de plasmar aquello que no se puede plasmar. Buscar el vacío en su
contrario. Una acumulación de hojas.
Creo que con ésta pequeña representación de
la obra de Jesús Reigosa, podéis perfectamente haceros una idea de sus
capacidades exquisitas.
Poca cosa puedo añadir, sino recomendaros
que si podéis os paséis por la exposición que se inauguró el dia 4 de noviembre tenéis tiempo hasta el 8 de diciembre- en la Casa del Tibet de Barcelona.
Para finalizar, me gustaría ofreceros ésta presentación, con una amplia selección de su obra.
Si deseais poneros en contacto con Jesús Reigosa, podéis hacerlo aquí:
http://zenofthings.com/
Como siempre, espero que os haya sido útil e interesante.
3 comentaris:
Hola Xus!, no sé si te'n recordes de mí, vaig estar fent zen amb tú, al grup de Mataró, cap a l'any 2008. M'alegrat de veure't. Un treball magnífic, zen total. Felicitats i enhorabona! Ja sé que aquest blog no és per el Xus, però potser li ho diràs...
Hola Laura,
Ja li he fet arribar el teu missatge a en Txus.
De tota manera al final de l'entrada tens una adreça web, per a comunicar-te directament amb ell.
Gràcies per seguir les entrades d'aquest blog.
Me'n alegro que t'hagi agradat l'obra del nostre amic.
Una abraçada
Maite diu;
M'ha agradat el treball del teu amic. És molt net i conceptual.
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